MIAMI.- El corazón, ese órgano incansable que late más de 100.000 veces al día, responde con gratitud al movimiento. Caminar, nadar, montar bicicleta o simplemente subir escaleras activa mecanismos fisiológicos que lo fortalecen: mejora la función endotelial, regula la presión arterial, optimiza los niveles de colesterol y aumenta la sensibilidad a la insulina. Pero el beneficio va más allá de lo físico.
“El ejercicio no solo mejora la salud cardiovascular, también reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, factores que inciden directamente en el riesgo de enfermedades cardíacas”, así lo explica la Sociedad Española de Cirugía Cardiovascular y Endovascular en el artículo “Corazón y ejercicio físico: una visión científica”.
Cuando una sociedad está marcada por el sedentarismo y el estrés crónico, el ejercicio físico aparece como una herramienta poderosa no solo para fortalecer el cuerpo, sino también para proteger el corazón y equilibrar la mente. Diversos estudios científicos confirman que moverse con regularidad puede ser tan eficaz como un medicamento preventivo, y mucho más accesible.
Un músculo que también siente
Caminar, nadar, montar bicicleta o simplemente subir escaleras activa mecanismos fisiológicos que fortalecen el corazón: mejora la función endotelial, regula la presión arterial, optimiza los niveles de colesterol y aumenta la sensibilidad a la insulina. Estos efectos no son anecdóticos. Estudios clínicos y revisiones científicas han demostrado que el ejercicio físico regular reduce significativamente el riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV), incluyendo hipertensión, diabetes tipo 2, dislipidemias y cardiopatía isquémica.
Pero el beneficio va más allá de lo físico. El corazón también responde a las emociones. Estrés, ansiedad y depresión pueden alterar su ritmo, elevar la presión arterial y aumentar el riesgo de eventos coronarios. Por eso, el ejercicio físico actúa como un puente entre cuerpo y mente, liberando endorfinas y serotonina, reduciendo el cortisol y mejorando la calidad del sueño y la autoestima.
Mente, cuerpo y corazón: una tríada inseparable
La ciencia confirma que el bienestar emocional influye directamente en la salud cardiovascular. El sistema nervioso autónomo, que regula la frecuencia cardíaca y la presión arterial, responde a estímulos emocionales tanto como físicos. La práctica regular de actividad física fortalece este sistema, disminuyendo la frecuencia cardíaca en reposo y aumentando el volumen sistólico, lo que se traduce en un menor esfuerzo cardíaco para realizar las actividades diarias.
Prácticas como el yoga, el tai chi o la meditación activa integran movimiento, respiración y atención plena. Estos ejercicios cuerpo-mente no solo fortalecen el corazón físicamente, sino que lo protegen emocionalmente. Cultivar la calma mental y la actividad física regular es una receta poderosa para un corazón fuerte, eficiente y resiliente.
Ejercicio: vital para la salud cardiovascular
La práctica regular de cualquier actividad física no solo mejora la calidad de vida, sino que prolonga la longevidad. Según la Universidad de Birmingham, caminar al menos 6.500 pasos diarios puede reducir el riesgo relativo de mortalidad cardiovascular en un 49%.
Los ejercicios aeróbicos —como caminar, nadar o andar en bicicleta— son especialmente efectivos para mejorar la resistencia cardiovascular y la capacidad de transporte de oxígeno. Combinados con ejercicios de fuerza, potencian la masa muscular y la funcionalidad general. Además, contribuyen al control del peso y reducen la grasa corporal, factores clave en la prevención de la enfermedad coronaria.
Calidad del ejercicio: ¿cómo elegir el tipo adecuado?
Es importante distinguir entre actividad física general y ejercicio estructurado.
- Actividad física general incluye movimientos cotidianos como caminar al trabajo, subir escaleras o hacer tareas domésticas. Su valor está en romper el sedentarismo y mantener el cuerpo activo.
- Ejercicio estructurado es planificado, repetitivo y orientado a mejorar la condición física. Incluye rutinas de gimnasio, clases de natación o programas de rehabilitación cardíaca.
Toda forma de ejercicio es actividad física, pero no toda actividad física es ejercicio estructurado. Ambos son valiosos, pero el ejercicio estructurado permite medir, adaptar y optimizar los beneficios para la salud cardiovascular. La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 150 minutos semanales de actividad moderada o 75 minutos de actividad intensa, combinando ejercicios aeróbicos y de fuerza.
El “runner’s high”: cuando el corazón sonríe
Algunos corredores experimentan una sensación de euforia tras sesiones prolongadas, conocida como runner’s high. Esta respuesta se vincula con picos elevados de endorfinas y endocannabinoides, moléculas que inducen placer y relajación. Quienes conocen de cerca estos beneficios emocionales buscan ese estado de bienestar con la práctica diaria, como una forma de vivir con alegría y plenitud.
En tiempos donde la salud cardiovascular enfrenta múltiples amenazas, el ejercicio físico se convierte en un acto de autocuidado. No se trata de correr maratones, sino de incorporar el movimiento como parte de un estilo de vida consciente. Porque cada paso, cada respiración profunda, cada músculo que se activa, es también una caricia al corazón.
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