jueves 27  de  noviembre 2025
SALUD

El "otro" cáncer de pulmón: los no fumadores que enferman

La salud de nuestros pulmones está en un punto de inflexión y enfrenta numerosas amenazas que ya no provienen solamente del cigarrillo

Por REDACCIÓN/Diario Las Américas

Detrás de cada inhalación ocurre un proceso delicado que sostiene la vida. Cuando respiramos, se activa un proceso en el que oxigenamos la sangre, alimentamos cada órgano y mantenemos el equilibrio del cuerpo. Pero ¿qué pasa si el sistema respiratorio se ve amenazado y no precisamente por el tabaquismo?

Hemos entrado en una era en la que las enfermedades pulmonares ya no solo parten de hábitos nocivos como fumar. En los últimos años, expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI) y la Agencia de Protección Ambiental (EPA) coinciden en el factor negativo de la contaminación ambiental. Esto incluye los tóxicos dentro del hogar y los riesgos emergentes.

No fumadores

Por mucho tiempo se solía asumir que el cáncer de pulmón era un sinónimo de tabaquismo. Pero gracias a los avances científicos, como indica el National Cancer Institute (NCI), se demostró que entre el 10% y el 20% de los casos se presentan en personas que nunca han fumado. Estos resultados obligan a replantear completamente las maneras de abordar las afecciones pulmonares, así como las medidas de prevención.

Uno de los factores más preocupantes, sobre todo porque no lo vemos ni lo podemos oler, es el radón, un gas radiactivo presente de manera natural en el suelo y que puede filtrarse a las viviendas. No se debe tomar a la ligera: la EPA y los CDC describen el radón como la segunda causa de cáncer de pulmón en Estados Unidos y la primera entre no fumadores. Ambas agencias recomiendan realizar pruebas en el hogar con regularidad, especialmente en sótanos o casas que tienen cimientos antiguos.

La contaminación ambiental juega un papel determinante, y los estudios científicos subrayan ese aspecto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó en el año 2013 la contaminación del aire exterior como un carcinógeno del Grupo 1. Es decir, ubicó a la contaminación en el nivel más alto de evidencia científica. Para ahondar en el asunto, estudios vinculados al NCI demuestran que la exposición prolongada a PM2.5 aumenta el riesgo de desarrollar tumores pulmonares.

A estos riesgos se suman otros: la exposición al humo de cocina en hogares mal ventilados, vapores industriales, asbesto, partículas de diésel y ciertos metales pesados. El NIH y la Occupational Safety and Health Administration (OSHA) coinciden en que estos peligros laborales continúan siendo subestimados.

Un aire difícil de respirar

No solo en las ciudades hay contaminación del aire. Según la EPA, más del 40% de los estadounidenses vive en áreas donde los niveles de partículas finas (PM2.5) y ozono superan los límites saludables. Estas partículas microscópicas penetran profundamente en los pulmones y, como advierten los CDC, pueden provocar o empeorar el asma, así como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), además de las infecciones respiratorias y los eventos cardiovasculares.

El Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental (NIEHS, por sus siglas en inglés) sostiene que el cambio climático está agravando este escenario. En este apartado se encuentran eventos como más días de calor extremo e incendios forestales más extensos. Eso, junto a mayores concentraciones de ozono, propicia un ambiente hostil para los pulmones. De hecho, incluso en personas sin enfermedades previas, la exposición repetida a estos contaminantes reduce la función pulmonar y aumenta el riesgo de inflamación crónica.

Resguardarnos en nuestros hogares no nos libra de la amenaza. La contaminación interior es un enemigo aún más silencioso. Las casas y también las oficinas pueden concentrar compuestos orgánicos volátiles (VOCs, por sus siglas en inglés) que vienen de pinturas, productos de limpieza, muebles nuevos, ambientadores y hasta moho. Para ponerlo en contexto, la EPA calcula que el aire interior puede estar de dos a cinco veces más contaminado que el exterior.

Un diagnóstico complejo

Por lo general, el cáncer de pulmón progresa de forma silenciosa. La tos persistente, las infecciones repetidas o la fatiga pueden parecer síntomas sin relevancia al inicio. Pero cuando aparece la dificultad respiratoria o el dolor torácico, es posible que la enfermedad ya se encuentre en un estadio avanzado.

Por este motivo, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EEUU (USPSTF, por sus siglas en inglés) recomienda la tomografía computarizada de baja dosis como un examen útil de análisis para personas de 50 a 80 años con antecedentes significativos de tabaquismo. Este estudio reduce la mortalidad en un 20% a 24%, según el NCI.

No obstante, quienes nunca han fumado pero han estado expuestos a radón, contaminación ambiental o sustancias tóxicas en el trabajo no cumplen los criterios actuales para acceder al análisis, pese a que algunos de ellos enfrentan riesgos comparables. Es por eso que muchos investigadores del NIH y grupos médicos de salud ambiental abogan por criterios más amplios que incluyan factores ambientales.

Los pulmones y la contaminación

El impacto negativo de la contaminación no se circunscribe al cáncer. El NHLBI confirma que exponerse de manera constante al aire contaminado aumenta las crisis de asma, acelera la progresión de la EPOC y dispara las infecciones respiratorias severas, en particular en grupos de riesgo como niños y ancianos.

Los adultos mayores expuestos a partículas finas tienen más probabilidades de ser hospitalizados por neumonía. En el caso de los niños, que aún tienen un sistema respiratorio en desarrollo, vemos vulnerabilidad a sustancias irritantes y toxinas en el aire. La información es reveladora y se puede consultar en diversas agencias de salud y medio ambiente del gobierno estadounidense: la calidad del aire incide en la salud pulmonar de todos, desde niños hasta adultos mayores.

Recomendaciones para proteger los pulmones

Reducir los riesgos no siempre es sencillo en un entorno donde la calidad del aire varía, pero las autoridades de salud recomiendan varias medidas comprobadas. Monitorear el Índice de Calidad del Aire (AQI, por sus siglas en inglés) a través de plataformas como AirNow ayuda a tomar decisiones sobre actividades en el exterior, especialmente en esos días con altos niveles de ozono o partículas. La plataforma ofrece un mapa interactivo que muestra las zonas con mayor o menor contaminación del aire.

También es recomendable mejorar el aire dentro del hogar. Entre las medidas que podemos tomar en casa se encuentran: usar campanas extractoras al cocinar para ventilar el área, de manera que disipemos los gases y los olores fuertes; reducir el uso de aerosoles y ambientadores sintéticos, como los aromatizantes; mantener la humedad entre el 30% y el 50% para la aparición del moho; y, siempre que sea posible, usar purificadores de aire con filtro HEPA. Si existen duras, la EPA brinda guías completas para mantener un hogar libre de contaminantes.

En zonas donde el radón es común, se recomiendan pruebas al menos una vez al año. Existen kits asequibles aprobados por la EPA y los niveles elevados pueden corregirse con mejoras simples de ventilación y sellado.

Por último, y no menos importante, se aconseja usar mascarillas adecuadas en entornos laborales de riesgo, evitar la exposición al humo de terceros, reducir el uso de combustibles en interiores y buscar atención médica ante síntomas persistentes. Todo ello complementa un necesario escudo preventivo para cuidar nuestros pulmones.

Tomar cartas en el asunto

Richard Nixon, el 37.º presidente de Estados Unidos, miembro del Partido Republicano y una de las figuras políticas más influyentes de su época, advirtió hace décadas una verdad más vigente que nunca: “Todavía pensamos que el aire es gratuito. Pero el aire limpio no es gratuito, y el agua limpia tampoco. El costo de controlar la contaminación es elevado”. Estas palabras, que compartió justo en la etapa de la expansión ambiental de la década de 1970, nos demuestran el despertar de una conciencia a favor de la protección de los recursos básicos para la vida humana.

La salud de nuestros pulmones está en un punto de inflexión y enfrenta numerosas amenazas que ya no provienen solamente del cigarrillo, como habíamos asumido desde hace muchos años. Ahora los enemigos se encuentran en el aire que respiramos todos los días, tanto dentro como fuera de los hogares. La información reunida por entidades como los CDC, NIH, EPA, USPSTF y el NCI demuestra que la contaminación ambiental, los químicos domésticos, el radón y los riesgos laborales están modificando el panorama respiratorio de Estados Unidos y del mundo.

Ante esta nueva realidad, la prevención, tanto personal como colectiva, se vuelve imprescindible. Respirar bien no es un lujo; es el primer acto de salud. De ahí que proteger nuestros pulmones sea una inversión vital.

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