José Antonio Évora
El autor del proyecto fue nada menos que el cineasta Ridley Scott, y la iba a dirigir él mismo, según revelaba en noviembre del 2013 una nota de Variety
José Antonio Évora
Concussion se basa en una historia real, la del médico forense de origen nigeriano Bennet Omalu, quien descubrió y documentó científicamente la relación entre los golpes que reciben en la cabeza los jugadores de fútbol americano y un terrible padecimiento que él llamó encefalopatía traumática crónica, conocida como CTE por sus siglas en inglés.
El autor del proyecto fue nada menos que el cineasta Ridley Scott, y la iba a dirigir él mismo, según revelaba en noviembre del 2013 una nota de Variety. El personaje del médico no podía haberlo asumido un actor más carismático, Will Smith.
Pero a Scott se le fueron complicando las cosas y no pudo dirigirla. Le pasó el megáfono a Peter Landesman, quien había debutado como director de cine precisamente en el 2013 con Parkland, un largometraje sobre los acontecimientos que rodearon el asesinato del Presidente Kennedy medio siglo antes. Hasta entonces Landesman era un reconocido escritor que publicaba investigaciones sobre tráfico de armas y contrabando de arte en revistas como New Yorker, Atlantic Monthly y la del New York Times.
Ese investigador acucioso acostumbrado a la búsqueda y a la verificación de datos para reportajes escritos sale demasiado en Concussion, que hace ya más de un mes está disponible en DVD con subtítulos en español. Se nota mucho que Landesman quiere dejar bien claras las cosas que sucedieron en vez de desentrañar cómo sucedieron las cosas; necesita probar que su protagonista no sólo tenía la razón, sino que además demostró tenerla demasiado en cuanto la poderosa National Football League empezó a hostigarlo, a él y a quienes lo apoyaban. La NFL, a su vez, quería silenciar que la fuente de su riqueza generaba insoportables dolores de cabeza y, a consecuencia de ellos, incluso suicidios.
Entonces, el resultado es una película notable, pero no sobresaliente. Aquí hubiera hecho falta encontrarle la quinta pata al gato, y no ya con la documentación y las pruebas científicas requeridas para imponerse a un imperio, que fue lo que a fin de cuentas hizo el doctor Bennet Omalu. Lo que hacían falta en cine eran los ángulos estrictamente dramáticos, las dudas, las contradicciones y los dolores de cabeza –nunca mejor dicho– del protagonista. Sobran elementos de persuasión documental y faltan ingredientes de fibra dramática. El prontuario sustituye a la representación.
Uno de los ejemplos más citados por quienes criticaban la ausencia de actores negros en las nominaciones a los Oscar de este año fue precisamente el trabajo de Will Smith en Concussion. Hablaban de actuación subvalorada, pero no tenían razón, y lo dice un admirador de Smith. No sé por qué al director se le metió en la cabeza que el personaje debía conservar en su intimidad la misma reciedumbre glacial de los momentos públicos. Desgraciadamente Smith no pudo hacer más, porque en vez de talento –que le sobra–, le habría hecho falta otro guión.
Hay referencias que desde el punto de vista de un investigador no deben escatimarse a la hora de aportar las pruebas de un desafío colosal, de una nueva versión de la pelea entre David y Goliath. Y ahí viene el problema. Al moverse en busca de pruebas, esa mirada escrutadora no repara en los detalles que, desde un enfoque dramático, hubiesen sido tan necesarios. El resultado es una película con sus propios dolores de cabeza.