MIAMI.- Ray Bradbury fue muchas cosas. Para la mayoría, es asociado rápidamente como el autor de la célebre novela de ciencia ficción “Fahrenheit 451” o de la serie de relatos “Crónicas Marcianas”, en los que se describe la llegada del ser humano a Marte. Algo que allá, por su fecha de publicación, no hace tanto, los años cincuenta, parecía material exclusivo de la imaginación humana, aunque más alejado de la tecnología y la ciencia. Pero ¿qué es la ciencia y la tecnología sino los medios y conocimientos que hacen realidad una mera idea? Y si uno se para a pensarlo, hay personas especializadas en usar todas sus energías en transformar abstracciones en realidades escritas que, más tarde, otros tal vez puedan hacer realidad. Es decir, un escritor, ¿cierto?
Este fue el caso de Ray Bradbury, y es un destello de esta personalidad suya de factoría de ideas la que podemos avistar en los escritos del libro “Ayermañana”, publicado por la Editorial Minotauro, del Grupo Planeta.
Decíamos que los autores, a menudo, entrevén futuros antes que otras mentes más prácticas. Y tal vez fuera el caso de Bradbury. Pero tal vez, solo tal vez, Bradbury estuviera dotado con el doble cerebro de un artista y un científico. Estas cosas pasan. Una vez, un doctor comentó que es inusual, ya que los grupos de neuronas e impulsos nerviosos que imperan en los “dos tipos” de cerebros, suelen ser excluyentes. Pero, confirmó el investigador, no es algo imposible, solo extremadamente raro. Como las ideas de Ray Bradbury, desde luego.
Y es que este hombre fue mucho más que un escritor. Fue una factoría de ideas, una máquina bien engrasada para hacer lo que hoy en día llamamos “pensar fuera de la caja”. Por ese motivo, numerosos creativos y compañías que nada tenían que ver con el entretenimiento, recurrieron a su consejo. Porque era sencillo presentarle un problema para el cual no existía solución aparente, y recibir un nuevo sendero, despejado y claro, que hasta el momento estaba tan cubierto por hierbas que era imposible intuirlo.
Ray Bradbury también fue guionista, además de amigo e inspiración -y no creo que esto último deba tomarse a la ligera- de personajes como Walt Disney, quien legó al mundo una industria basada en lo que Ray Bradbury más valoraba: jugar e imaginar. Y es que el propio autor norteamericano se reconocía a sí mismo como uno de esos adultos tan inusuales en su tiempo para los que el mejor, e incluso único, regalo era un juguete nuevo. Y seamos claros en esto, para Bradbury los juguetes infantiles eran mundos de posibilidades, de sueños. Representaban la capacidad humana de soñar algo y convertirlo en realidad. Tal vez por eso fuera tan amante de la materialización de esta metáfora. Algo que reconoce, sin reconocer del todo, en “Ayermañana”, una colección de ensayos en los que el autor juega con futuros alternativos y proporciona soluciones a problemas evidentes que surgirían, que incluso surgen hoy en día, y nos explica sus razonamientos.
Si para Ray Bradbury era habitual recibir una llamada de una firma de abogados de Nueva York, o de una compañía de bebidas de Tokio para solicitar sus servicios de “pensador” -qué genial ha de ser uno en esta actividad para que en pleno siglo XX-XXI le paguen simplemente por ello- el autor tuvo muchas premoniciones de la evolución de la humanidad y de los núcleos urbanos que no tuvieron cabida en estas actividades de consultoría. Y se esforzó claramente, durante veintitrés capítulos que componen este libro de ensayos, en dejar un legado que ayudara a las futuras generaciones a mejorar las condiciones de vida de la especie humana.
Esta colección de ensayos -en parte recuerdos, en parte comentarios, pero siempre exuberantes- celebra y explora mundos posibles e imposibles. Bradbury escribe sobre arte, literatura, historia, ciencia ficción, y diseña ciudades, plazas, museos, parques de diversiones, tiendas y salas de conciertos. Las claves del futuro son evidentes: las metáforas que encienden nuestra imaginación.
Ray Bradbury nació en Waukegan, Illinois, en 1920, y residía en Los Ángeles desde 1934, ciudad en la que falleció el 5 de junio de 2012. Bradbury fue un ávido lector en su juventud además de un escritor aficionado. No pudo asistir a la universidad por razones económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Se formaría como escritor de manera autodidacta a través de libros, comenzando a escribir cuentos con una máquina de escribir. Sus primeros trabajos los vendió a revistas a comienzos de los 40.
Entre novelas, colecciones de cuentos, poemas y obras de teatro, ha publicado más de una treintena de libros. Ha desarrollado una amplia actividad en el mundo del cine, el teatro y la televisión. En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA (Asociación de Autores de Ciencia Ficción Estadounidenses) y en 1999 recibió el SF Hall of Fame por toda su carrera.