Su carrera es prolífica y acumula todo tipo de largometrajes donde las historias originales se mezclan con adaptaciones (literarias y de cómics), remakes y live actions (de clásicos del cine), dando como resultado títulos alabados y laureados de forma unánime (como Edward Scissorhands, Ed Wood o Big Fish) y otros que han sido un flop (como Mars Attack!, Planet of the Apes o Dark Shadows). Ningún otro realizador en la historia del cine ha podido jactarse de tener en su filmografía personajes tan disímiles como Batman, Willy Wonka, Alicia, Wednesday, Sweeney Todd, Edward Bloom… y, por supuesto, Beetlegeuse. Es este último el que, para muchos, marcó un hito en la carrera de Burton en 1988 y que, 36 años después, regresa a la gran pantalla en Beetlejuice Beetlejuice, una de las secuelas más esperadas de la historia.
Ambientada unos cuantos años después de su predecesora, la película nos vuelve a presentar a la familia Deetz. Delia (Catherine O´Hara) continúa su carrera como artista excéntrica y snoob, Lydia (Winona Ryder) logró capitalizar su don de ver a los fantasmas y ahora conduce un programa de televisión trabajando con su novio Rory (Justin Theroux). A ellos se suma Astrid (Jenna Ortega), la hija adolescente de Lydia que lucha por tener una vida normal alejada de sus extraños parientes. La historia comienza cuando los Deetz deben volver a la casa que tienen en Winter River debido a la repentina y trágica muerte de Charles (Jeffrey Jones), el esposo de Delia. Un regreso que hará que la familia tenga que lidiar, una vez más, con el terrible Beetlegeuse (Michael Keaton), un demoniaco trickster que habita en el más allá y que está obsesionado con Lydia .
Escrita por Alfred Gough y Miles Millar (Wednesday, Spider-Man 2, Into the Badlands, Smallville), Beetlejuice Beetlejuice es un excelente ejemplo de lo que una secuela debería ser. En primera instancia, toma los elementos que ya conocemos de la historia original (personajes, setting, tono) y los explora con una visión fresca que, en ningún momento, traiciona el núcleo de su predecesora. Al mismo tiempo, introduce personajes que expanden el universo en el que se desarrolla el guion y que generan conflictos que sirven para profundizar en las dinámicas entre lo nuevo y lo viejo.
El resultado es una mezcla que se “siente” como el Tim Burton de siempre, pero con una historia más compleja y dinámica que la acerca los códigos de la modernidad. Mientras que Beetlejuice nos presentaba a una premisa bastante sencilla (una pareja de fantasmas que quieren espantar de su hogar a unos inquilinos excéntricos), Beetlejuice Beetlejuice elige explorar diferentes tramas y personajes, teniendo como foco un drama familiar intergeneracional movido por el luto y el resentimiento acompañado con una subtrama neo-noir que, poco a poco, se fusiona en el relato principal gracias a las intervenciones del gran hilo conductor de la historia: Beetlegeuse. Y, contra todo pronóstico, esta mezcla funciona a la perfección (algunos dirán que inclusive superando a la primera entrega).
Luego de un período dominado por el CGI y ciertas restricciones creativas gracias a su contrato con Disney, finalmente, la dirección de Tim Burton regresa a sus raíces. Beetlejuice Beetlejuice, posee todo lo que define la impronta de este realizador: actuaciones histriónicas, espacios que desafían la física, efectos en set, stop-motion, maquillaje teatral, humor negro con toques macabros, comedia física absurda, secuencias oníricas y un mundo de fantasía profundamente kinestésico gracias a la puesta en escena que utiliza decorados reales. De la misma forma que el guion se “moderniza”, Burton logra ese delicado equilibrio entre incorporar cosas nuevas y explorar las ya existentes sin caer en la circularidad estética que parecía aquejarlo en sus últimas producciones. Gracias a esto, la película funciona como un puente perfecto entre los millenials que crecieron con los largometrajes del autor y los Gen Z que apenas lo están descubriendo con Wednesday.
Como siempre, la propuesta visual es uno de los puntos más fuertes de la estética de Tim Burton. En este apartado, la cinematografía de Haris Zambarloukos (A Haunting in Venice, Death on the Nile, Belfast, Thor) logra capturar su esencia (emulando las sombras y altos contrastes del expresionismo alemán) casi como si hubiese trabajado toda la vida con el realizador. Zambarloukos termina siendo una de las piezas claves en marcar la diferencia entre el mundo de los vivos (donde las luces son neutras, la ópticas no deforman y las angulaciones son neutras) en contraste con el mundo de los muertos (lleno de oscuridad, colores psicodélicos y angulaciones holandesas).
A su lado, el diseño de producción de Mark Scruton (Wednesday, Pennyworth) también resalta creando espacios donde el juego de perspectiva, las líneas diagonales y quebradas, utilería y escenografía son otros protagonistas más de la historia (transportándonos a un versión onírica del mundo real que, por momentos, se fusiona con el más allá). Como ya es costumbre, lo que termina de empaquetar a la perfección cualquier película de Tim Burton es la banda sonora de Danny Elfman (Wednesday, Dark Shadows, Alice in Wonderland, Corpse Bride, Sleepy Hollow, Beetlejuice) que, más allá de reactualizar el tema de Beetlejuice, nos trae nuevas composiciones envolventes con su sonido tan característico.
Más allá de la estética hipnótica de Tim Burton, el cast de Beetlejuice Beetlejuice es otro de los principales atractivos del largometraje. Winona Ryder vuelve a encarnar a la introvertida y extraña Lydia, pero con un toque de madurez gracias a su experiencia como esposa y madre. Catherine O´Hara está una octava más arriba que en la película anterior (gracias al éxito de su personaje en el mundo del arte, pasando de la escultura al performance), esto la hace doblemente divertida y su relación con Lydia se resignifica a través de la dinámica con su nieta. Jenna Ortega actúa como una extensión de Wednesday y, aunque no desentona para nada con la vibra de Burton, se siente un poco encasillada en el mismo registro de “chica oscura con poca expresividad y demasiado madura para su edad”.
Monica Bellucci, en su papel de femme fatale en busca de venganza, deslumbra con su belleza e intensidad cada vez que aparece, aunque sus momentos son a cuenta gotas. Justin Theroux funciona como personaje caricaturesco y que encarna una crítica sutil a la banalidad de ciertos Coach que detrás de su máscara empática ocultan perversos intereses. Willem Dafoe es uno de los que se roba el show en su papel doble de actor/policía, creando los mejores chistes meta-cinematográficos del largometraje. Por último, e indiscutiblemente lo mejor de la historia, tenemos la actuación de Michael Keaton.
Más allá de encarnar a Beetlegeuse como si el tiempo no hubiese pasado (con su histrionismo característico, corporalidad visceral y tono de voz repugnante), en este largometraje tiene muchas más intervenciones —inclusive, momentos musicales— y eso le permite explorar al máximo todos los matices que un personaje tan fascinante le ofrece. Sin miedo a equivocarme, puedo decir que Michael Keaton se superó a sí mismo en la precuela —y esto pareciera algo casi imposible.
Beetlejuice Beetlejuice marca el renacimiento del Tim Burton que todos amamos. Como Beetlegeuse libre de su cautiverio, le da rienda suelta a su locura divirtiéndose con desparpajo y sin ningún tipo de límites (algo que extrañábamos un montón). De la mano de sus viejos y nuevos colaboradores, Burton logra traernos una secuela donde se reconcilia con sus orígenes e incorpora elementos frescos que harán que jóvenes y adultos coincidan en las salas de cine ávidos de más aventuras de este tipo.
Como todas las películas de su realizador, detrás de su humor oscuro, personajes excéntricos y puesta en escena onírica, Beetlejuice Beetlejuice nos habla sobre como la muerte de un ser querido nos puede llevar a alimentar o sanar heridas intergeneracionales (poniendo la lupa entre cómo se repiten patrones entre abuelas, madres y nietas si no hacemos nada al respecto por cambiarlos). Al mismo tiempo, plantea una crítica sutil a la sempiterna ineptitud de la burocracia, la banalidad de los artistas y su necesidad por brillar a toda costa a través de la exposición.
Todo esto, teniendo como telón de fondo el tema que siempre ha caracterizado la filmografía de Burton: nada es lo que parece, los extremos se tocan y, muchas veces, un poco de locura es lo único que puede salvarnos de la patologizante normalidad que nos carcome a diario. Esperemos que el mismo Burton siga fiel a su impronta haciendo que su conexión más cercana con Disney sea “una cenicienta muerta”.
Lo mejor: ver al Tim Burton de siempre disfrutando de su libertad creativa. El regreso de Winona Ryder, Catherine O´Hara y Michael Keaton con actuaciones de lujo. Los efectos especiales en set, los decorados y el maquillaje. La banda sonora. Los nuevos personajes.
Lo malo: el personaje de Monica Bellucci solo opera como un ticking clock y quedamos con más ganas de ver más de su desarrollo. Aunque funciona sin mayor problema, Jenna Ortega parece atrapada en un registro muy similar al de Wednesday. La ausencia de Barbara y Adam.
Sobre el autor
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes (https://www.rottentomatoes.com/critics/luis-bond/movies ). Su formación en cine se ha complementado con estudios en Psicología Analítica profunda y Simbología. Es co-host del podcast Axis Mundi donde profundiza en el análisis fílmico, la literatura, la psicología y los lenguaje simbólicos.
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