A dos horas y media de Madrid en avión y favorecidas por un clima envidiable, las Islas Canarias es uno de esos lugares que debemos visitar, al menos una vez en la vida.
A dos horas y media de Madrid en avión y favorecidas por un clima envidiable, las Islas Canarias es uno de esos lugares que debemos visitar, al menos una vez en la vida.
De ellas los sabios dijeron ser remanentes de la Atlántida descrita por el filósofo griego Platón. Las mismas islas que hoy lucen espacios tropicales y desérticos, grandes elevaciones y pueblos muy intrincados que están pintados de blanco y contrastan con la modernidad del siglo XXI.
Gran Canaria, esbelta
Llamada Tamarán por los aborígenes guanches, de quienes los historiadores aseguran haber recibido la visita de los antiguos egipcios, Gran Canaria cuenta con el título muy bien puesto de Continente en Miniatura. Sobrenombre que sugiere la diversidad geográfica que conforma a esta isla que no supera la cuarta parte del tamaño de Puerto Rico.
Del norte árido y abrupto, con su color ocre y olor a mar, encontramos el campo verde y subtropical repleto de pinares. Este paisaje, matizado por macizos y barrancos que darían envidia a cualquier pintor, es la antesala del sur desértico, igualmente abrupto pero plácido, que parece abrirse al océano con sus dunas, blancas playas y los mil bares adonde la gente acude a dar rienda suelta a la diversión.
Sobre el lado noroeste está la capital Las Palmas de Gran Canaria, que acoge un fastuoso carnaval cada mes de febrero. Es la más cosmopolita de las ciudades canarias, con modernas autopistas y punto de acceso para cruceros y comercio internacional.
En Las Palmas está el muy señorial barrio de Vegueta, el más antiguo de la ciudad, donde la conquista hispánica comenzó en 1478. Primera capital de facto del archipiélago canario español. Lugar donde se encuentra la Catedral de Canarias, el muy austero teatro Pérez Galdós y la célebre Casa Museo de Colón, con biblioteca y centro de estudios especializados, que fue la antigua Casa del Gobernador, a quien Cristóbal Colón visitó en 1492 cuando realizaba su primer viaje rumbo al Nuevo Mundo.
Dejamos atrás la ciudad y la vorágine del tráfico, y nos adentramos en el centro de la isla que todos llaman Las Cumbres. Un inmenso paraje protegido, matizado por barrancos, pinares y piedras esculturales, adonde llegamos por una carretera de mil curvas que entrelaza a pueblos que parecen colgar al borde de los precipicios. Allí, junto al macizo más empinado, Roque Nublo, reina la calma que sólo la naturaleza es capaz de ofrecer.
Tenerife, bien cuidada
Hemos escuchado hablar de Tenerife muchas veces, pero aún imaginándola no tenemos idea de cómo es. Verde y montañosa a primera vista, pero igualmente abrupta y volcánica. Es una isla muy bien cuidada que tiene por capital a Santa Cruz de Tenerife, la acogedora urbe con agradable aire provinciano que cuenta historias de piratas y luce su vida cotidiana en torno a los espacios abiertos. Señorial y bien servida, la capital tinerfeña acoge su gran carnaval cada mes de febrero.
También está La Laguna, cuyo nombre oficial es San Cristóbal de La Laguna, que descansa a mediana altitud a dos millas del aeropuerto. Visiblemente ilustre, la noble y también antigua capital de facto de Canarias, fundada en 1496, muestra aún sus sobrios palacetes, iglesias y conventos, así como atractivos patios interiores que responden al estilo regional canario.
Con su singular enjambre de calles y callejones, el tiempo le valió el escudo de armas que la reina Juana la Loca le concedió en 1510 y más tarde el reconocimiento internacional como Patrimonio de la Humanidad de UNESCO.
Rumbo al centro de la isla, donde el volcán El Teide luce empinado y majestuoso, los caminos anchos tienen formas retorcidas que burlan el desnivel de las alturas. Uno y otro pequeño valle salta a la vista, mientras la próxima curva sorprende con otro paisaje, éste verde y frondoso, y luego otro cuán diferente, matizado por tonos ocre, algún amarillo e incluso púrpura que recuerdan antiguas erupciones volcánicas.
En el sur de Tenerife la arena es más clara y el mar adquiere una temperatura más cálida. No obstante, es el entorno perfectamente abrupto, regularmente contrastante entre las alturas y el mar, lo que llama la atención en este singular lugar.
Cinco islas más
A La Palma le llaman la isla bonita y está mayormente conformada por los restos de un antiguo volcán. Desde el Roque de los Muchachos, a 2.426 metros de altura, donde radica uno de los observatorios espaciales más importantes del planeta, apreciamos los frondosos montes de pinos bañados por riachuelos que cuelgan de las alturas. Abajo en el valle, donde la vista no alcanza, un exuberante pinar avanza hasta casi tocar el mar.
Si Canarias es el jardín de España, La Gomera es el edén del archipiélago canario, al que los geólogos conceden unos 12 millones de años de antigüedad. Sitio afortunado para palmeras, unas cuatrocientas especies de arbustos y otras plantas endémicas que parece ser vigilado por roques volcánicos.
El Hierro es la menor de las islas. Un lugar donde parece que el tiempo se detuvo un siglo atrás, aunque sus habitantes disfrutan de las muchas amenidades electrónicas del siglo XXI. De hecho, la isla fue declarada como el punto cero del mundo, o meridiano del Tiempo Solar; antes que la localidad inglesa de Greenwich.
Lanzarote cuenta con un panorama volcánico que solamente puede referirse a un lugar extraterrestre. Fue el lugar escogido por el escritor José Saramago para vivir sus últimos años y escribir sus mejores novelas. Allí los ríos son de lava solidificada y las fuentes de agua son los famosos géisers que expulsan sus columnas de vapor en el aire.
Fuerteventura es el lugar ideal para quienes buscan playa y paz absoluta. Sosegada y poco habitada es la más cercana a la costa africana. Así la isla parece ser un pedazo del desierto de Sahara lanzado al Atlántico, que cuenta con extensas planicies y campos de dunas con pintorescos pueblos blancos que lucen espléndidos gracias a su bien conservada arquitectura regional.