domingo 26  de  marzo 2023
Exilio

Ceiba, el poema que recompone los pedazos de una familia cubana

El documental de la artista Attys Luna Vega Valdés se presentó en Miami, a teatro lleno, en la sala Havana Fama

Por ILIANA LAVASTIDA

MIAMI.- Attys Luna Vega Valdés nació en un tiempo en el que las cubanas que decidimos traer hijos al mundo, vistas por los ojos de quienes observaban nuestra realidad desde otra latitud, podrían considerar que habíamos perdido la razón. Quien suscribe estas líneas fue una de ellas.

Corría el año 1993, nos acostábamos a dormir para que se nos aliviara el hambre; el país permanecía casi paralizado con los apagones, una forma de matar el tiempo en La Habana consistía en esperar que pusieran la corriente, sentados en el muro del malecón y en ese país hecho trizas, nació esta joven.

Eligió el arte para manifestarse y hoy es una cineasta, compositora e intérprete de rap, que pare letras de canciones y produce películas para unir los pedazos de la historia de su corta vida, fragmentada entre vivencias, recuerdos, sus propios orígenes y las dos culturas en las que se formó.

Luna viajó a Miami a presentar el documental que tituló Ceiba. Tuvo su premier aquí este domingo 26 de febrero en la sala teatro Havana Fama, donde el pequeño espacio se abarrotó porque fuera de Cuba, difícilmente exista otra ciudad del mundo donde todo lo que huela a un pedazo de esa isla tenga semejante poder de convocatoria.

Lo había presentado antes en un festival de cine documental en Thessaloniki, Grecia y en Le Festival du Film de Famillie, en Francia, donde se desconoce ese mundo surrealista de la realidad cubana, porque como dice Luna, “la gente fuera de Cuba tiene otra versión de nuestra historia”.

Qué deja Ceiba

Desde el título, esta pieza está pensada para ir a los orígenes y explicarse varios porqués. ¿Por qué crecí exiliada? ¿Por qué mis padres, escritora (Zoe Valdés) y cineasta (Ricardo Vega), tuvieron que relocalizarse en otro país para seguir creando y ganarse la vida con lo que saben hacer? ¿Por qué para conocer más de Cuba, algunos exiliados debemos conformarnos con viajar a Miami (donde parte de la nación se concentra) porque la isla está tomada por gente que se atribuye el derecho de decidir qué cubanos entramos o no al país?

Deben haber sido algunas de las preguntas que Luna se formuló y que intenta responderse en esta producción que a lo largo de 53 minutos viaja de La Habana de la estampida de los balseros en 1994, con imágenes originales y testimonios que difícilmente muchos cineastas independientes posean. Llega al París donde llevada por su madre en un cochecito de bebé le envía saludos a sus abuelos cubanos con las primeras palabras que aprendió a pronunciar en francés. Pasa por Miami, donde el abuelo, hijo de un poeta repentista de música guajira, perpetúa en un dibujo su casona de La Habana para que quede en el recuerdo. Y así, en el recorrido por los vaivenes de la vida de esta familia, que ha sido celosamente archivado por el padre de Luna en imágenes de video, asistimos hasta el momento mismo de su bautizo donde el sacerdote en su homilía junto a la fuente bautismal advierte que no utilicen la vela encendida para la ceremonia como candil durante un apagón, si no, que la conserven para cuando la niña haya crecido y tome su primera comunión. Lo que el sacerdote no imaginó o quizás sí, es que la vela del bautizo de Luna pertenecería después a los fragmentos de la historia de esa “familia rota que quise unir en una película”.

“Mi casa (el hogar donde creció en la capital francesa) es una pequeña isla en París”, dijo Luna al final de la proyección mientras respondía a las preguntas elaboradas por el periodista y escritor Luis de la Paz, que tuvo a su cargo los comentarios de la presentación.

“A través del arte mi madre y mi padre me ofrecieron un camino para llegar a Cuba”, apuntó.

Por eso Luna viaja a diferentes lugares con su documental, con esta versión de nuestra historia, narrada desde el testimonio de sus padres y abuelos, “porque en muchas partes del mundo, esta historia no se conoce”.

Pero Ceiba podría tener segunda parte, porque parte de las entrevistas que Luna realizó para conformar la pieza y que ayudan a comprender que el drama cubano parece atrapado en un círculo en el que exilio y el desarraigo se repiten, las obtuvo en sitios tan emblemáticos como el Parque del Dominó de la Pequeña Habana, en Miami, donde algunas de las personas con las que conversó ya no están y nunca más pudieron regresar, también, adonde siguen llegando desde la isla secuestrada otros, con los que Luna puede conectarse con ese lado de su cultura de dos mundos, de la que no se desprende.

Ceiba es, y me atribuyo la frase expresada por Ailer González Mena, al final de la puesta, “un poema visual”.

Es un poema musicalizado en parte con los golpes de las olas de un mar que lejos de llevarse los recuerdos nos los devuelve todo el tiempo, matizado con la crudeza de vivencias únicas y que a la vez nos son comunes a millones.

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