MADRID.- El escritor mexicano Franco Félix (Hermosillo, 1981) explora el proceso de duelo por la pérdida de un ser querido en Lengua dormida, un homenaje a su madre y un viaje a través de la familia en sus episodios más luminosos, pero también en los más oscuros en los que no falta el sentido del humor como arma terapéutica.
"Así como los brasileños tienen la capoeira, los mexicanos tenemos el humor, la carcajada", bromea Félix en una comparativa entre esta suerte de arte marcial y danza afro-brasileña y la risa mexicana como dos sistemas de autodefensa.
El novelista sonorense se encuentra en España, donde tras participar en el festival KM Amèrica de Barcelona, presenta en Madrid su obra en la Casa de México, acto en el que estuvo acompañado por la escritora mexicana afincada en la capital Brenda Navarro, autora de títulos como Casas vacías y Ceniza en la boca.
"Me parece que es bien importante la risa para los mexicanos, no perdonan nada, no hay nada que no se convierta en meme en México, todo se puede traducir en una broma, es la personalidad mexicana", subraya el escritor, quien defendie este carácter del humor frente a los intentos del Estado de controlar y cuestionar hasta dónde reírse.
Para Félix, la risa es un instrumento en contra del Estado, de las fuerzas opresoras e incluso de la misma naturaleza capitalista, por lo que remarca que cuando se empieza a someter la risa a un control, lo que sigue es el Instituto de la Risa.
En Lengua dormida (Sexto piso, 2023), Félix repasa sus vivencias junto a su madre desde su infancia, pero se centra especialmente en la larga enfermedad que esta padece y en el proceso de duelo que acompaña a su fallecimiento en agosto de 2019, con la que arranca la novela.
Diferentes perspectivas de la pérdida
La pérdida desde el punto de vista del hijo es el eje principal de este relato, en el que se cuela también el dolor y el miedo que expresa el padre al perder a su compañera, un adulto víctima de su glotonería que se muestra frágil y vulnerable ante la soledad sin su pareja, pero que a pesar de sus miserias y déficit emocionales como progenitor, se reivindica en la obra como un héroe que protegió a su familia incansablemente pese a no tener abdomen plano y abdominales.
En este repaso al duelo, juega un papel clave el humor -una suerte de velo que lo protege ante tanta transparencia- y lo onírico, una herramienta del escritor que, confiesa conforma más viejo, deja ser tan racional.
Sobre esto, Félix subraya que, pese a la trama, habría sido muy impostado de haberse quedado únicamente como una novela seria y reivindica lo absurdo a la hora de explicar la sociedad. "El absurdo tiene mucho que decirnos y que no sabemos explotar. Todavía hay mucho que sacarle al absurdo", comenta el autor, quien defiende la labor en el pasado de dadaístas o surrealistas y lamenta que desde el experimentalismo del dramaturgo, novelista y poeta irlandés Samuel Beckett, se haya abandonado esta práctica en post del racionalismo.
Pese a este carácter del texto, acorde con el del autor mexicano, la obra muestra aspectos descarnados que enfrentó Ana María, madre del autor y protagonista del relato, aunque bordeando esta realidad para perimetrar sin caer en lo pornográfico o lo morboso.
Así, a medida que el lector avanza por las 252 páginas del libro, va descubriendo la otra vida de Ana María, con una familia paralela en la Ciudad de México y un infierno que dejó atrás para empezar de cero en Hermosillo, capital del estado de Sonora y ciudad natal del escritor, a 1.900 kilómetros de la capital federal.
A través de esta historia que se va desgranando poco a poco, mediante pinceladas que permiten ir intuyendo los motivos de esta mujer para dejarlo todo atrás, Félix evidencia el precio que la sociedad cobra a la víctimas de violencia machista que optan por no resignarse a su terrible situación.
FUENTE: Europa Press