jueves 21  de  marzo 2024
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Jorge Soliño realiza documental sobre Pedro Luis Ferrer

Afín a su preocupación por dejar asentados capítulos ineludibles de la cultura nacional, desdeñados por la dictadura, Soliño presenta este nuevo documental
Por ALEJANDRO RÍOS

Sin alharaca, con la modestia que lo caracteriza y siempre afín a su demostrada preocupación por dejar asentados capítulos ineludibles de la cultura nacional, desdeñados por la dictadura, el cineasta independiente cubano de Miami, Jorge Soliño, acaba de terminar luego de tres años de intenso quehacer un documental conclusivo sobre el compositor e intérprete Pedro Luis Ferrer que ha titulado: El trueno y el viento.

Soliño vuelve a poner a prueba su pertinaz melomanía y sale airoso. Ostenta una filmografía donde abundan personalidades y circunstancias relativas a la música que se han abierto paso exitosamente en la isla, no obstante las barreras extra artísticas y absurdas erigidas por el régimen, ya sea la prohibición del rock durante una etapa perturbadora de la represión -que no cesa-, o la luminosidad de un genio del jazz como Paquito D’Rivera, preterido como traidor por haber alcanzado la añorada libertad y subrayarlo públicamente cada vez que se le presenta la oportunidad, en abierta contradicción con la prédica del castrismo.

Soliño construye el retrato del artista a partir de sus virtudes creativas, así como de los zarandeos políticos y sociales a los cuales estuvo expuesto.

Visualmente la entrevista central del documental está cuidada en todos sus pormenores formales. Tiene la calidez y confianza de la conversación cercana con un amigo en medio del confort hogareño.

Hay transparencia y sinceridad en las respuestas de Pedro Luis, así como la convicción de que la razón siempre estuvo de su lado en medio del calvario.

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Mi amigo-hermano Jorge Soliño consagró su hermoso y valioso tiempo a realizar un documental dedicado a mi vida y...

Publicado por Pedro Luis Ferrer en Lunes, 18 de julio de 2022

El cantante valora la llamada Nueva Trova como un capítulo interesante en la cancionística cubana, pero desestima la sujeción burocrática e ideológica del movimiento.

El documental avanza dramatúrgicamente hacia ese punto de giro donde el artista se convierte a la contestación en algunas de sus letras y trata de dilucidar el conflicto que tal osadía produjo en su vida.

Soliño desenreda hábilmente tal madeja de especulaciones y logra presentar al intérprete pleno de ideas existenciales, filosóficas y estéticas, capaz de buscar inspiración en la conflictiva sociedad que lo inquieta, sin desestimar influencias de una familia dada a la canción y la poesía, comprometida con el régimen, de la cual luego disiente.

Recuerda que su madre, como tantas otras personas afines a la revolución, atribuía las incongruencias del proceso al desconocimiento del dictador: “Esto ocurre porque Fidel no lo sabe”.

En el documental, el cantante discrepa de su progenitora con franqueza y argumenta que Castro no solo estaba consciente del efecto de sus disparates en la sociedad cubana, sino que era el creador de tales dislates.

Generalmente otros artistas criollos consultados sobre tal circunstancia rondan eufemísticamente algunas de las causas de la debacle nacional, pero evitan mencionar a su ideólogo y hacedor principal.

El documental lo coloca no solamente como adelantado en oponerse a la quimera represiva sino como el artista que defiende la libertad y la necesidad impostergable de que su pueblo cautivo la disfrute también.

Soliño se cuida mucho, sin embargo, de que el meollo del documental se circunscriba a la rispidez política que suele no tener tanta fijeza.

Está imbuido de una ambición perdurable. De reflexionar sobre los dispositivos que sitúan la creación de Pedro Luis Ferrer en el desafiante terreno de renovar la emblemática tradición musical cubana, tan cara a la cultura internacional.

El compositor repasa y argumenta momentos cimeros de su cancionística. Durante la función privada del documental, ahora llamado a hacer la ronda de festivales que se merece, pude reparar en el hecho de que los invitados susurraban sus letras contagiosas, como si pertenecieran al imaginario nacional.

A diferencia de otras experiencias cinematográficas similares, en El trueno y el viento no flota la tristeza de la frustración, ni apenas la melancolía. Es celebración de la vida y de la certeza de haber logrado una obra perdurable e influyente que ha eludido a muchos de sus contemporáneos.

El trueno y el viento se inscribe en los valores de la cultura por partida doble: capítulo necesario de la historia de la música cubana y testamento para las próximas generaciones de una canción irreprochable, en sintonía con el goce de la cubanidad y la responsabilidad intelectual de su tiempo.

De alguna manera demuestra el axioma que Pedro Luis Ferrer toma prestado del I Ching: “El artista es trueno y el pueblo es viento”.

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