MIAMI.- Más de tres décadas en televisión, cine y teatro sostienen la trayectoria profesional de la camagüeyana Larisa Vega, una de las grandes actrices que ha dado Cuba. Su temple ha prevalecido en múltiples producciones nacionales y foráneas, convirtiéndola en una referencia importante dentro de las artes escénicas de la isla.
Su primer rol en el cine lo obtuvo en el año 1983 con el filme Tiempo de amar, bajo la dirección de Enrique Pineda Barnet. A partir de ese momento, Vega comenzó a crecer como actriz, un camino que según reveló, tuvo que forjar con mucho esfuerzo.
“Nunca he obtenido las cosas fáciles. Nadie me ha regalado nada. Siempre tuve que probar quién era y cuánto daba. En épocas que en Cuba no era tan común hacer castings, yo tenía que hacerlo. A medida que va creciendo tu carrera, comienzas a ser visible para los directores, pero el inicio es duro, tienes que apostar por el talento y prepararte muy bien”, añadió.
Vega, quien cuenta con una prolífica carrera, estudió primeramente ballet bajo la tutela de Aurora Bosch, pero sus inquietudes iban más allá del baile, por lo que ingresó al Instituto Superior de Arte y se graduó de Licenciatura de Artes Escénicas con especialización en actuación.
“Creo que Cuba es una buena escuela para la actuación. Tengo muy buenos amigos que son actores y también profesores, lo que no quiere decir que un buen actor sea un buen pedagogo ni que tenga las armas para transmitir lo que conoce, pero los que conozco, han preparado muy buenos profesionales”, dijo la actriz, quien reveló que le hubiera gustado ser arquitecta o dentista.
Nuevos horizontes
Una experiencia que marcó su vida fue el magisterio, labor que tuvo la oportunidad de ejercer de la mano de una de las grandes bailarinas de la isla y que, sin dudas, le dejó muchísimas historias de superación y la vivencia de reencontrase con sus época estudiantil.
“Pasé tres años y medio impartiendo clases de actuación en la compañía de danza de Lizt Alfonso. La experiencia me vino muy bien porque me retornó a los años en los que estudiaba ballet. Fue una época espectacular porque también tuve la oportunidad de apoyar a una alumna en su tesis de grado. Juntas defendimos la idea de que un bailarín tiene que aprender a actuar, para que no solo moviera el cuerpo, para que su baile tuviera alma”, admitió.
En este reto dio lo mejor de sí, se convirtió en una profesora ejemplar y en un apoyo incondicional para sus alumnos. Según comentó, una experiencia que le encantó y que repetiría sin dudar.
“Cuando terminas de estudiar hay muchas cosas que das por sentadas, sin embargo, cuando un alumno te pregunta tiene el don de hacer que te cuestiones y vuelvas a repasar todo el contenido. Esa retroalimentación es un aprendizaje constante que aporta muchas herramientas valiosas”, comentó.
Con respecto a las cimientos educativos de un actor, Vega aseguró que la disciplina y la dedicación son elementos primordiales, y que no importa cuánta experiencia se tenga o los premios que se acumulen, se debe entregar todo en un personaje.
“La preparación de un actor no puede cambiar, ni siquiera cuando acumula años de experiencia. Tiene que ser con el mismo rigor. Todo es exacto al inicio, están los mismos nervios y emociones. Quien no lo sienta es porque no está entregando todo lo que tiene ni concentrándose al máximo”, explicó.
Vida y profesión
Algo que definitivamente roba la atención de Vega es la capacidad de los actores para adaptarse a los medios y reflexiona sobre su propia experiencia en las tablas, medio en el que le gustaría trabajar en Miami, urbe en la que ha decidido pasar un tiempo para ayudar a su hija con la maternidad y disfrutar de su nueva etapa de casada.
“Si eres actor, actúas en cualquier género, pero hay personas que tienen más facilidad para algunos. Lo que sucede con el teatro es que estás en contacto directo con el público, y por ejemplo, en una obra que esté en cartelera durante un mes, cada presentación es un momento irrepetible. Hay una atmósfera en la que sientes lo que está sucediendo”, relató.
Para la intérprete, su vida y profesión son dos cosas iguales, que forman un único elemento en su existencia y que le dan la oportunidad de sentirse en la piel de los personajes que encarna.
“En el caso de los actores, es muy difícil separar la carrera de la vida. Es parte de lo cotidiano y por ejemplo, cada vez que interpreto un rol y llego a casa luego del rodaje, continúo comportándome como si estuviera en el set, porque siempre hay algo que mejorar en el personaje”, agregó.
Durante su carrera ha desarrollado múltiples roles, por lo que ha aprendido a moldearlos a su forma, sin dejar de lado las exigencias que cada cual amerita.
“Un personaje es algo que ya está escrito, a menos que esté interpretando algún suceso basado en hechos reales que sí hay que regirse por lo verídico. Pero mientras esté escrito en un papel, hay que crearlo con tu voz, tus gestos, y por tanto no hay cómo definir una línea”, aseguró.
Sobre los papeles que le hubiera gustado desempeñar, Vega admitió que las villanas habrían sido un buen rol, pero su perfil siempre fue tomado más en cuenta para ser el alma buena de las historias.
“Me hubiera gustado hacer más personajes negativos porque son los más ricos para trabajar, pero siempre me tocaron mujeres buenazas”, expresó.
Con respecto a su aparición en la pequeña y la gran pantalla, la actriz rememoró algunos proyectos que dejaron en ella un recuerdo muy especial, mismos que hoy mira desde la distancia y con la satisfacción de haberlo entregado todo en escena.
“Queda la evocación de mi participación en la película Viva Cuba, de Juan Carlos Cremata y también me gustó mucho el personaje de América, que lo desarrollé en Magdalena, una de las primeras novelas que hice. Uno siempre tiene memorias que lo marcan, y las buenas, las percibes del público que te reconoce por la huellas que los personajes dejan”, recordó.