MIAMI- El teatro por su esplendor visual es muchas veces el espacio ideal para abordar asuntos de la vida cotidiana. Hay un factor bidireccional que permite al espectador mirar y verse reflejado en lo que se expone. Eso lo logra La felicidad, obra del dramaturgo cubano José Abreu Felippe, bajo la dirección de Marcia Arencibia-Henderson, producción de Thespis Acting Proyect, en cartelera en el Miami Hispanic Cultural Arts Center.
El marco donde toma lugar la acción es la sala algo abigarrada de una casa, en la que comparten sus amores y miserias por más de cuatro décadas dos hombres, Abelardo y Benito. La sombra del tiempo ha hecho mella en sus vidas, manteniéndolos pendientes de horarios para tomar medicamentos y de las trampas de la memoria. En medio de la convivencia, episodios del pasado, rememorando encuentros, paseos y momentos de cariño y aventuras.
Toda la estructura dramática se maneja entre el medicamento que hay que tomar y los preparativos para salir a almorzar al Totón, un restaurante que visitan con frecuencia encantados con la cocina del lugar y por estar cautivados con el dueño. Bastan estos dos ángulos para lograr una secuencia narrativa conmovedora matizada con mucho humor.
El personaje de Abelardo, interpretado por el experimentado actor Christian Ocón, es el que muestra mayor desgaste físico. Se apoya en un andador y tiene lagunas de la
memoria inmediata. Sin embargo, destila gracia al evocar el pasado, enriqueciendo sus anécdotas con detalles que hacen reír, además, ama la música clásica. Por su parte, Benito, que encarna el joven y prometedor actor Raydel Casas, en una de sus primeras incursiones en el teatro en Miami, intenta demostrarle a su compañero sus presuntas habilidades físicas, para ello se ejercita constantemente, recuerda con agrado su trabajo como camionero y en ocasiones es cínico con Abelardo, pero su personaje sintetiza el cuidado de su pareja, a la que ayuda a vestir y calzar.
Ocón alcanza sus mejores momentos al narrar un encuentro erótico con un mudo, mientras Casas, se crece durante un baile, torpe y desordenado, al ritmo de El bolero de Ravel.
La directora Marcia Arencibia-Hendenson se impone sobre las dificultades de un espacio no concebido para el teatro, y logra armonizar con equilibrio la puesta, con pocos efectos de luces, entradas y salidas bien colocadas, que le imprimen credibilidad al ambiente de una casa. La musicalización y sonido de Saúl Barat resultan precisos, así como el maquillaje de Adela Prado.
Si bien las largas relaciones tienden a marcar distancia, más en la llamada tercera edad, a La felicidad parece faltarle cierta cercanía física entre los personajes. El cariño y el amor están latentes, pero sobreentendido. Tal vez un roce, una caricia, hubiera brindado un mejor efecto emocional a la obra.
La felicidad se presenta el viernes y sábado 10 y 11 de septiembre, a las 8 p.m., en el Miami Hispanic Cultural Arts Center, 111 SW 5ta. Avenida. Reservaciones al 786. 747.1877.