martes 18  de  marzo 2025
OPINIÓN

La mentira blanca de Patricia Velázquez

DENVER.- Más allá de lo que ella relata en su autobiografía, Straigth Walk: A Supermodel Journey to Finding Her Truth, la súper modelo no creció sumida en la pobreza

DENVER.- Diego Aparicio

Especial

En el nuevo libro de Patricia Velázquez, Straigth Walk: A Supermodel Journey to Finding Her Truth, la supermodelo venezolana relata su ascenso de una pobreza ficticia hasta su arribo y consolidación en las pasarelas y portadas de las revistas más sofisticadas de la industria de la moda.

Más allá de lo que ella relata en su autobiografía, Velázquez no creció sumida en la pobreza. Es verdad que su vecindario estaba (y sigue) rodeado de pobreza, de los sacrificios de su mamá para sustentarla a ella y a sus cinco hermanos y que ducharse con baldes era la norma por la falta de agua corriente. Pero la familia de Velázquez no era pobre para nada. El trabajo de su papá en la UNESCO los llevó a vivir a Francia y a México. En Maracaibo, Velázquez vivía en el penthouse de un edificio de 15 pisos ubicado en el cerro más alto de la ciudad y cuyo panorama tiene al frente al lago más grande del continente suramericano (hace 40 años ningún complejo residencial subsidiado por ayudas para pobres pasaba de tres pisos y ninguno contaba con balcones desde donde se pudiera ver media Maracaibo). Ellos estudiaron primaria y secundaria en el colegio San Vicente de Paul, una escuela católica bastante prestigiosa y además privada. También tomaban clases privadas de danza, lo que llevó a Velázquez y a su hermana a viajar por media Latinoamérica. Además, su familia tenía no uno sino varios autos bastantes nuevos.

La falta de agua potable era un problema tanto para pobres y como ricos de toda Maracaibo. En términos actuales, es como si cualquier persona en Venezuela se tomara una licencia para definirse como pobre porque no puede conseguir alimentos básicos en los supermercados.

Si Velázquez hubiese crecido sumida en la pobreza, el techo de su hogar hubiese sido de hojalata, como el de los ranchitos del cerro que rodeaban al edificio donde creció. Tampoco hubiese podido disfrutar de espectaculares amaneceres y atardeceres desde su penthouse frente al lago de Maracaibo. Sus vecinos eran ingenieros, músicos profesionales, profesores universitarios y pequeños empresarios. También eran prostitutas, docentes escolares y gente de la clase obrera. Un vecino suyo, que vivía nueve pisos más abajo, llegó a ser gobernador del estado Zulia, Nelson Carrasquero. Pero sus vecinos eran sobretodo gente común y corriente que, además de sentir orgullo de la supermodelo venezolana más exitosa jamás vista, se sorprenden al escucharle decir que era tan pobre que tenía que ducharse con balde, un argumento perfectamente pintado para usos mercadotécnicos, pero que en la realidad no es más nada que una mentira blanca.

Si Patricia Velázquez hubiese sido pobre de verdad, nunca hubiese sentido vergüenza por tomar el transporte público conocido como la Ruta 6, como lo relata en su autobiografía, porque la mayoría de sus amiguitos del San Vicente de Paul lo hubiesen entendido. Además, ¿qué podían entender Vittorio Zeviani o Katie Ford de lo que era ser pobre de verdad en Venezuela?

Aparte de su mentira blanca, el libro de Patricia Velázquez vale la pena leerlo. En éste ella relata cómo nace y crece una supermodelo que, como fue su caso, se tuvo que “prostituir” para concursar en Miss Venezuela. También da una perspectiva en primera persona de una carrera como la suya, que la puso en la meca de la moda, una vida que no siempre está llena de glamour. Y lo que parece la razón principal por la que decidió abrir su mundo con su autobiografía: su lesbianismo, que ya no debería ser un tema tabú, pero que increíblemente lo sigue siendo.

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