MIAMI.- Comencemos por el final, Marilyn Romero es una extraordinaria actriz y su presentación en el 4to. Solo Teather Fest de Artefactus Cultural Proyect, con Las penas que no me matan, adaptación de Las penas saben nadar de Abelardo Estorino, bajo la dirección de Marcos Casanova, resultó una clase magistral y un derroche exquisito de cómo desdoblase para ir revelando las diferentes capas de la actuación.
La obra de Estorino ha tenido muchas presentaciones desde su estreno en 1989 durante un festival del monólogo en La Habana. Se dice que fue concebida para Adria Santana, considerada actriz fetiche de Estorino. Si algo queda claro con esta pieza es que tiene como propósito sacar todas las posibilidades histriónicas del intérprete. Cada gesto, movimiento, cada mirada, está pensado en virtud de la persona que la interpreta.
El hilo conductor del unipersonal es una actriz algo atormentada que irrumpe en el escenario de un teatro donde hay programada otra presentación, y comienza a contar sus avatares para interpretar La voz humana, de Jean Cocteau (otro clásico concebido para una actriz sólida). Mientras se prepara, narra los episodios de su vida, desde su infancia donde deseaba ser “artista”. Luego rememora momentos sublimes del cine, Greta Garbo, en Las damas de las camelias: “qué lindo sucede el amor en el teatro”, dice. Desea ser una chica Almodóvar. A medida que avanza se sumerge en una secuencia de contextos donde recorre un amplio abanico de posibilidades ante el público, humor, llanto, drama, comedia.
A su vez, alude a que la vida “es hacer el ridículo nuestro de cada día”, o que Ricky El Hippie, padre de su hija, no encontraba trabajo por tener el cabello largo, una alusión a su época por parte del dramaturgo, donde en Cuba los hombres tenían prohibido llevar el pelo largo.
Así, entre situaciones de teatro dentro del teatro, Marilyn Romero va manejando espléndidamente las emociones, y más que las variaciones que requiere la interpretación, el control de las emociones, que es lo más demandante. Todo fluye de una manera muy orgánica, intensa, y eso sólo lo logran las grandes actrices.
Marilyn Romero invoca con su magnífico desempeño otros clásicos del teatro, Casa de muñecas de Ibsen, donde el personaje de Nora es también grandioso, como los es La Mujer de La voz humana y en esta de Estorino, La Actriz de Las penas saben nadar. Es una gran satisfacción que una obra de un cubano esté entre las grandes piezas para un actor/actriz de primera categoría.
El toque mágico de Las penas que no me matas es que al final la actriz logra interpretar el monólogo deseado, La voz humana, de Jean Cocteau. Cuando suena el teléfono y comienza a hacer su soñado monólogo, se alcanza un cierre perfecto.
Marcos Casanova consigue un atinado trabajo de dirección, así como los Nobarte, Pedro Balmaseda y Jorge Noa, con los elementos escénicos, de luces y sonidos, que contribuyen a armonizar la puesta.
Al final de la presentación, Marilyn Romero recibió una larga ovación, como se merecía, que se extendía a Artefactus por programar Las penas que no me matan.