MIAMI.- Ser 'escritora creativa' no suele figurar en los listados de profesiones populares. No hay bata, ni birrete, ni uniforme: hay oído, método y nervio. Ese es el terreno de María Andreina Muñoz-Tébar —Dre—, cuyo trabajo demuestra que la creatividad no es capricho sino constancia curiosa y empática. Su trayectoria cruza radio, televisión, prensa, campañas y proyectos sociales, siempre con la misma materia prima: ideas que informan, mueven y venden sin traicionar a quien las recibe.
Los genes, el aula y el primer teclado
“Mi inclinación creativa viene en los genes”, afirma, y la biografía lo confirma. Hija de Luis Muñoz-Tébar, LUMUTE, arquitecto que cambió planos por libretos y se volvió referente del humor venezolano, creció entre cuadernos y observaciones afiladas. De su madre heredó humor y espíritu crítico; de ambos, el hábito de escuchar y convertir comentarios en impulso creativo. En el colegio ya guionizaba actos, inventaba cómics y buscaba el escenario de la exposición. Dudó entre Biología y Comunicación Social; eligió la ciencia en la Universidad Simón Bolívar y brilló como estudiante, pero la vida la llevó al teclado correcto cuando su padre, por problemas de salud, necesitó apoyo en Sargento Fulchola, el programa prime time de Radio Capital. Comenzó transcribiendo y terminó reescribiendo lo que no hacía reír. LUMUTE detectó la chispa, la contrató y luego lo hizo la emisora. Ese momento marcó su antes y después: un puente definitivo entre el rigor de laboratorio y la vocación por contar.
Su sello mezcla disciplina con hambre de novedad. En sus clases repetía 'jurunguen sin miedo' y lo aplica a diario: aprendió streaming para montar su propia emisora, experimentó formatos y, avisada a última hora de un concurso de radioteatro en San Sebastián, escribió, grabó y moduló todas las voces hasta conseguir una mención honorífica. Las herramientas no son obstáculos sino extensiones de la idea: edita video, produce audio, arma infografías y diseña microprogramas. Su ecuación es constante: idea sólida, canal adecuado y técnica suficiente para que la historia respire donde tiene que respirar.
Contar es su casa
“Adoro el Storytelling”, dice, y se nota en la equivalencia que establece entre una crónica bien escrita y un video bien editado. Para ella ambas son secuencias de imágenes, verbales o visuales, ordenadas con pulso. Por eso su trabajo funciona en humor, política, campañas institucionales, marcas y proyectos sociales. La empatía guía el proceso: entender a la audiencia, a la marca o al personaje, ajustar la voz y elegir el ritmo hasta rematar con precisión.
La modestia le sale natural, pero su diferencial se percibe en la práctica: creatividad con empatía y obsesión por el detalle. Investiga como científica, se mete en la piel de personajes y temas disímiles y se hace especialista por encargo cuando el proyecto lo requiere. Lo importante no es el lucimiento sino la claridad, el ritmo y el sentido de cada pieza.
Humor con propósito
La Rochela, Fulchola y El Camaleón le dejaron una certeza: el humor es una herramienta formidable para informar, educar, denunciar y vender. Un chiste bien puesto no evade la realidad; la enfoca. Así, un ranchito dibujado puede señalar desigualdad, y una página central puede hablar de inflación con globos que duelen y hacen pensar. La risa, en su oficio, es una forma seria de comunicación.
Escribió y produjo espacios radiales de gran audiencia, impulsó campañas memorables como Voto Capital y Todos somos Capital, y dejó huella como formadora: hoy muchos de sus alumnos conducen programas o podcasts y aún le piden consejo. Su vocación social cristalizó en Reto Solidaridad, donde escribió historias, produjo piezas animadas, tutoriales e infografías, aprendió lo que implica un hackatón y acompañó el desarrollo de una app; el proyecto culminó en el libro Historias de Aliento para un país en pedazos, mapa de una solidaridad que viajó dentro y fuera de Venezuela. A lo largo del camino integró equipos premiados con Meridiano de Oro y Venus de la Prensa y sumó la mención honorífica en el País Vasco por su radioteatro autoproducido.
Colaboraciones que cuentan
Ha trabajado con César Miguel Rondón y Leonardo Padrón en Muñecotes; escribió y produjo los guiones de Los sonidos del Éxito para Venezuela Competitiva, narrados por Rondón; colaboró con Eduardo Marturet en producción discográfica y textos; ideó microprogramas para Valentina Quintero, Eli Bravo y Elizabeth Fuentes; desarrolló piezas con Mari Montes y convenció a Leonardo Aranguibel de entrar a la radio para enlazar política y béisbol. Fue consultora creativa de Hogar Bambi, cofundó Radio Comunidad junto a Elías Santana y ha escrito para marcas y proyectos variados, siempre con el mismo compromiso: contar bien para mover bien.
La escritura creativa parece intangible hasta que falta. Sin alguien que entienda audiencia, contexto, propósito y formato, las marcas suenan huecas y los proyectos sociales pierden tracción. Dre aporta una combinación poco común: generación inagotable de ideas, dominio de herramientas, atención al pulso de la actualidad, empatía como método y una investigación que le permite hablar con propiedad. Con esa mezcla, un video íntimo conmueve, una campaña convierte sin gritar y una iniciativa ciudadana suma voluntades reales.
El punto de quiebre
Todo arranca en el mismo sitio: cuando empezó a escribir para su padre. Ahí aprendió a observar, probar, cortar y rehacer hasta que la pieza sirviera al otro. LUMUTE fue un maestro exigente, y esa escuela dejó técnica, criterio y una ética que todavía la sostiene.
María Andreina no romantiza la creatividad. Sabe que una buena pieza debe también convertir. Ha visto subir consultas médicas, mover inventarios y llenar eventos gracias a un relato claro y diferente. Vender, para ella, es comunicar con respeto y originalidad; no hay conflicto entre eficacia y integridad cuando la historia está bien hecha.
Una definición que es práctica
Se asume como una mujer que crea cada segundo, madre de tres talentos —una chef, un documentalista y una futura crack del mercadeo— y alguien que atravesó pérdidas sin rendirse. Recorre eras y se adapta. Cambian las plataformas, no el fondo: la historia sigue siendo el núcleo.
En un ecosistema saturado, la diferencia no está en publicar más, sino en publicar con propósito. Ahí encaja la escritora creativa: traduce problemas en relatos accionables, afina tonos, ordena estructuras, elige plataformas y mide impacto. El oficio no será popular porque trabaja entre bambalinas, pero es imprescindible porque nada sólido ocurre sin una historia que sostenga la intención. María Andreina Muñoz-Tébar lleva años sosteniendo historias —de un sargento que informaba mientras hacía reír, de marcas que buscaban decir algo distinto y de un país que encontró alivio en la solidaridad— y sigue haciéndolo con la herramienta más exigente de todas: una idea clara, escrita con responsabilidad.