MIAMI.-REDACCIÓN
Este destino turístico ofrece aguas cristalinas, impresionantes paisajes, además de la historia recogida en el pueblo medieval de Kotor, declarado patrimonio de la humanidad
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Situado en los Balcanes, en la costa del mar adriático, Montenegro es dos veces más pequeño que la región española de Galicia. Sus países vecinos son Bosnia-Herzegovina, Serbia, Kosovo y Albania.
Un viejo minibús toma a toda velocidad una curva. El vehículo, que viene del interior del país, se acerca a la costa y ofrece a los ocupantes una vista panorámica de la bahía de Budva.Para el conductor, Andrei, las exclamaciones de asombro de los turistas no son algo nuevo. Cuatro veces al día viaja hacia este centro turístico en la costa del mar Adriático.
En los autobuses públicos, que comunican entre sí todas las grandes ciudades de Montenegro, apenas hay turistas. Los visitantes de Serbia, Francia o Alemania prefieren sentarse en las terrazas de los cafés o visitar centros urbanos medievales rodeados de olorosos higos y naranjos. Quien viaje por el paisaje con sus bosquecillos de cipreses piensa inmediatamente en la Toscana y no en los Balcanes
Andrei, padre de dos hijos, gana al mes unos $500 euros ($545 dólares) recorriendo diariamente Budva, Tivat y Kotor. La población medieval de Kotor con su muralla, castillo y magnífica bahía fue declarada en 1979 Patrimonio de la Humanidad. Es el orgullo nacional de Montenegro.
La estudiante de historia Ksenia, de 20 años, gana un dinerito extra como guía turística. Según la joven, hay muy poco trabajo porque aun la industria y el turismo se están recuperando de las guerras en la antigua Yugoslavia, de las que Montenegro intentó quedarse al margen en la medida de lo posible. Quien llegue a la bahía de Budva puede ver no solo el agua de color turquesa del Adriático, la histórica ciudad portuaria y la isla de Sveti Nikola, sino también los feos complejos hoteleros de estilo castrense de los años 60 y 70. Para mucha gente, son una ofensa para el ojo, pero este tipo de instalaciones siguen construyéndose.
Desde 2011 se construyen nuevos hoteles y después se paran las obras. Estas se reanudan solo después de que algunas parcelas hayan sido vendidas a inversores europeos. Mientras que muchas ciudades europeas han aprendido a proteger su patrimonio cultural y no estropear el paisaje, la protección del medio ambiente en Montenegro aún está en mantillas.
Andrei y Kseania ya ni siquiera ven los pecados arquitectónicos. Para ellos, Montenegro, el hermano menor de Serbia, es un país fantástico: cuenta con el único fiordo en Europa fuera de Noruega, tiene una de las gargantas más profundas de la región mediterránea y montañas altas. A Ksenia le encanta el lago Skadar, el más grande de los Balcanes.
Budva y la vecina Becici se conocen por sus alegres fiestas en la playa. Desde 2014 se lleva a cabo allí durante tres días el Sea Dance Festival, adonde acuden 80.000 visitantes para escuchar música electrónica. “Durante esos días rige aquí el estado de excepción. Incluso yo me tomo libres tres días para participar”, comenta Andrei.
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