Si bien el manuscrito nunca fue publicado en su época, ahora ve la luz gracias a la editorial española Aduana Vieja, de Valencia.
DIARIO DE CUBA conversó con el cubano Chávez Rivera, quien descubrió el Diccionario... en Estados Unidos y emprendió un riguroso trabajo de investigación que sustenta esta primera edición.
Cuando en el título de este diccionario se habla de "provincialismos", ¿es de "cubanismos" que se habla? ¿Es este un diccionario de cubanismos?
La actual edición del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (RAE), define provincialismo como "voz o giro que únicamente tiene uso en una provincia o comarca de un país o nación". El término era asumido en ese mismo sentido a inicios de la década de 1830 en La Habana, cuando se elaboró ese repertorio de palabras, frases y locuciones provinciales o de uso con una acepción específica en el espacio geográfico de Cuba.
Desde las primeras iniciativas de registrar la variante del español de la Isla, a finales del siglo XVIII, se han usado títulos como Diccionario provincial o Diccionario de provincialismos. En específico, este Diccionario de provincialismos de la Isla de Cuba agrupa vocablos que hoy en día consideramos cubanismos y siguen siendo usados en la Isla, pero además recoge otros de procedencia diversa y en especial de la región del Caribe.
¿Por qué no se había publicado el libro? ¿Cómo fue que los descubrió y decidió darlo a conocer?
En alguna medida, el documento quedó inédito a causa de las tensiones y los enfrentamientos entre intelectuales criollos y representantes férreos del orden colonial en la década de 1830. Esos intelectuales integraban la Real Sociedad Patriótica de La Habana (luego denominada Sociedad Económica de Amigos del País, SEAP) con el afán de forjar obras literarias, rescatar documentos históricos y gestar publicaciones prestigiosas. De hecho, la referencia a que el Diccionario... estaba en fase de conclusión y con perspectivas de ser publicado en 1832 fue hecha en una reunión de la SEAP, en diciembre de 1831, por el legendario crítico, editor, bibliófilo y mecenas Domingo del Monte.
Ese grupo intelectual se estaba consolidando y proponía crear obras que expresaran rasgos de la cultura y la sociedad de la Isla. Es posible que esto alimentara dudas y recelos en sectores gubernamentales; o sea, que se temiera que esas obras expusieran posiciones liberales o críticas, como efectivamente ocurrió cuando algunos intelectuales denunciaron los excesos del sistema esclavista y la corrupción de las autoridades.
En 1834 ese grupo sufrió un revés importante al tratar de crear la Academia Cubana de Literatura, iniciativa que fracasó por las presiones del Gobierno colonial. Tengo la impresión de que esas tensiones gravitaron en que el Diccionario... quedara sin publicar.
Hay otra circunstancia que pudo influir: Esteban Pichardo publicó su Diccionario provincial de voces cubanas en 1836, el cual ha sido considerado hasta ahora el hito inicial de la lexicografía regional del español en tierras americanas. Tal vez la aparición de ese diccionario incidió en que se mantuviera inédito el manuscrito de 1831, que es de menor extensión —con unas 700 entradas y un apéndice de unas 220 voces "corrompidas". Pichardo fue corrigiendo y enriqueciendo su diccionario, del cual hizo un total de cuatro ediciones.
Yo he trabajado en archivos y bibliotecas durante los últimos 15 años localizando obras y documentos que fueron extraídos de Cuba y tienen valor para la cultura nacional. Así que cuando vi el manuscrito se cumplió uno de mis deseos. No me apresuré a celebrar el hallazgo del documento y más bien preferí hacer verificaciones para confirmar su autenticidad. El trabajo con manuscritos suele ser lento y extenuante; en este caso, resultó arduo comprender la caligrafía y descifrar lo que había quedado mutilado o suprimido a causa de tachaduras, manchas de la tinta y quebraduras del papel.
Este diccionario es una obra pionera, anterior al que hasta ahora teníamos como primer diccionario de cubanismos, el de Esteban Pichardo. ¿Cuánto cambia la historia de la lexicografía en Cuba la publicación del libro?
El prestigioso lingüista hispano venezolano Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) explica en el prólogo de la edición la relevancia de este diccionario. Afirma que tiene una "triple significación": "la erudita, como recuperación de uno de los textos iniciales de la lexicografía cubana; la historiográfica, al adelantar la data de la lexicografía cubana previa al Diccionario provincial de voces cubanas, de Esteban Pichardo, publicado cinco años después de la fecha del manuscrito del Diccionario de provincialismos de la Isla de Cuba; y, por último, la lexicográfica, al perfeccionar la recogida y descripción de unidades léxicas de acuerdo con los estándares técnicos de su tiempo, haciendo indiscutibles aportes sobre la materia léxica cubana y americana".
Como vemos, sale a la luz un documento que adelanta el registro de palabras cuya constancia escrita hasta ahora tiene fecha posterior a 1831. El registro escrito de una palabra es como su acta de nacimiento. Por consiguiente, este diccionario es la primera constancia escrita de voces que aparecen en fuentes posteriores, como el Nuevo diccionario de la lengua castellana, publicado por Vicente Salvá en París en 1846.
Salvá utilizó el manuscrito inédito de 1831 y el diccionario de Pichardo de 1836 para acopiar información e incluirla en su diccionario, el cual fue exitoso y tuvo varias reimpresiones durante la segunda mitad del siglo XIX. Resulta sugestivo que lemas y definiciones tomados por Salvá del manuscrito quedaron publicados en 1846 y desde entonces fueron entrando en diccionarios de la RAE y en otros, que fueron elaborados por lexicógrafos independientes en Europa.
En la confección del Diccionario... participaron varios compiladores, el más conocido de ellos es Domingo del Monte. ¿Puede presentar brevemente a cada uno de esos autores?
El encargado principal de la redacción del DPIC fue el presbítero Francisco Ruiz, quien contó con la colaboración de José del Castillo, José Estévez y Cantal, y Joaquín Santos Suárez, tal como dejó expresado Del Monte durante la ya mencionada reunión de la Comisión Permanente de Literatura de la SEAP en diciembre de 1831.
Ruiz fue discípulo del influyente presbítero Félix Varela. Su prestigio como educador y la amistad con los escritores del momento contrastan con su escasa obra publicada. Una página memorable de su vida es que, junto al narrador Cirilo Villaverde, realizó una visita a zonas del Occidente cubano, la cual ha quedado inmortalizada en Excursión a Vuelta Abajo.
José del Castillo es otro notable personaje habanero por su cultura y gran memoria. Descendiente de una familia aristocrática, Castillo estudió en EEUU, en Baltimore, en el colegio católico de Santa María, donde años después enseñó Elocución Inglesa. Fue regidor del Ayuntamiento habanero y uno de los tres redactores principales de El Patriota Americano (1811-12), periódico en el cual dio a conocer un texto de Alejandro de Humboldt sobre su visita a Cuba.
José Estévez y Cantal fue el primer cubano en formarse científicamente en Europa y tuvo un meritorio desempeño en Botánica, Química, Farmacéutica y Mineralogía. Estudió Medicina en La Habana y fue alumno distinguido del célebre médico Tomás Romay. A partir de 1802, Estévez tomó cursos en España y tuvo entre sus profesores al francés Louis José Proust, uno de los padres de la Química moderna. Luego de su regreso a Cuba en 1808, su prestigio se acrecentó por su búsqueda de nuevas variedades de caña, el desarrollo de productos farmacéuticos y la ejecución del primer análisis de las propiedades medicinales de los manantiales de San Diego de los Baños, al oeste de La Habana.
En cuanto al ingeniero Joaquín Santos Suárez, activo miembro de la SEAP, su obra más conocida es La cuestión africana en la Isla de Cuba (1863), en la cual analiza las implicaciones económicas y sociales de terminar con la esclavitud en la Isla. Santos Suárez fue colaborador de la revista Bimestre Cubana (1831-33) y estuvo junto con Del Monte en la fundación de la Academia Cubana de Literatura en marzo de 1834.
De todos los que colaboraron en el Diccionario..., el más conocido es Del Monte por su labor cultural y literaria en La Habana de la década de 1830 e inicios de la siguiente. Su salón literario y su espléndida biblioteca fueron el espacio donde surgieron iniciativas literarias y culturales. Del Monte contribuyó a brindar inspiración al proyecto del Diccionario..., aportó información, conservó el manuscrito y en 1845 se lo prestó a Vicente Salvá. Ya establecido en España, Del Monte brindó apoyo que redundaría en las investigaciones para otro aporte sobre el español regional, el Diccionario de galicismos (1855), del escritor venezolano Rafael María Baralt, primer hispanoamericano en integrar la RAE.
Es de suponer que el Diccionario... fue planeado para enriquecer la lengua española más allá de la Isla de Cuba. ¿También fue planeado para limpiar ciertas corrupciones del español hablado en Cuba?
Efectivamente, uno de los objetivos de la obra era contribuir al buen uso del idioma español, de ahí que se preparó además una lista de palabras que eran usadas en Cuba omitiendo o alterando el orden de consonantes, vocales o sílabas. Al respecto, Del Monte explicó en la reunión de finales de 1831 que el Diccionario... llevaría como apéndice una lista de "vocablos corrompidos que han logrado introducirse de contrabando en nuestro lenguaje familiar y aun en nuestro foro, provenidos en general de nuestro frecuente trato con los mareantes andaluces y los extranjeros". Consecuentemente, las últimas cuatro páginas del manuscrito incluyen 222 voces castellanas "corrompidas" y al lado de las cuales, en una columna paralela, figuran las "castizas", como paradigma de corrección.
Al dar cuenta del proyecto del Diccionario..., Del Monte lo revistió de varios propósitos: que los provincialismos de Cuba fueran aceptados por la RAE, mostrar ante España y el mundo la existencia de una realidad peculiar en la Isla y un modo específico de denominarla, corroborar la influencia de diversos factores (geográficos, comerciales y sociales) sobre el léxico y promover el buen uso del idioma en espacios públicos y domésticos.
"Esta lista, que descubrirá al pueblo las aberraciones de su lenguaje, servirá para que procure evitar los males siniestros en prosodia, etimología y sintaxis que haya adquirido, y quizás aprendido desde su infancia", vaticinó Del Monte, entonces de 27 años de edad, dando por seguro que la labor de ese grupo letrado tendría una amplia influencia en la sociedad.
¿Podría detenerse en algunas de las entradas del Diccionario..., para dar idea a los lectores de lo que incluyen sus páginas, incluyendo términos curiosos que contiene?
Numerosos términos son burlones e irónicos: el corto de inteligencia es un cachirulo; el rudo es un torombolo; el torpe es un trompo; el lento de entendimiento o aprendizaje tiene la tutuma o cabeza dura; el simplón es un zanguango; el flemático hasta la indolencia es un baquetudo o cachazudo; el que huye de la vida social es un huyuyo; el atrevido y descarado es un lambuzo; el insulso es un perendengue; el mentecato es un canículo o catate; el mentiroso es un guayabero; el mezquino es un pechicato; el menguado y apático es un mamao; la prostituta es un pulpo o piruja; el de temperamento frío es un bombo, sugiriéndose así que son como las frutas desabridas; el de carácter firme e independiente es un cocotudo; el valentón es un ternejal; el proclive a lanzar puyas o indirectas es un puyero; y el poderoso es un garnachudo, tal vez en alusión a la garnacha o la toga de los magistrados.
Ciertos términos se refieren al ambiente festivo y de buen humor: por ejemplo, chacotear y changuear; de ahí que chacotero y changuero sean incluidos como sinónimos de alegre y divertido en una reunión. El guangarero y el guasanguero son los que gustan de la bulla o la diversión, que es la guángara y la guasanga, cuya terminación en -anga denota generalmente un matiz despectivo. Ponerse serio es embotijarse; desconfiar es encocorarse; amohinarse es enfuñarse; disponerse a una actividad con entusiasmo es embullarse.
Varios términos dan cuenta del trato familiar y afectuoso, como chiquear, chiqueo y chiqueado; mientras que churrungo y monona son intercambiados entre amantes. En cambio, se fustigan algunas conductas: desentenderse de un asunto es hacerse de penca; comportarse con modales rústicos es tener la jaba o llevar la jaba; y ser de tratamiento en extremo cuidadoso es ser de mírame y no me toques.
El carácter jovial y extrovertido del natural de Cuba toma espacio en este diccionario, tanto en las alusiones a las diversiones como en el modo burlón de criticar a los demás.
Si en alguna medida este diccionario fue concebido para que Cuba fuera comprendida desde la distancia geográfica, su logro ahora es permitir además una incursión desde la lejanía cronológica. Este libro nos lleva de vuelta al siglo XIX. En las voces se siente arraigo por lo propio, al igual que gracia, sonoridad y otros rasgos distintivos de la Isla y de las sucesivas generaciones de sus habitantes.