domingo 8  de  septiembre 2024
Letras

Zoé Valdés: "El amor mueve mis versos"

Con su libro "Poemas del amor indócil" la reconocida escritora Zoé Valdés regresa a la poesía de un modo salvaje y delicioso
Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

MIAMIZoé Valdés es un animal de letras que vive entre la narrativa, los diálogos y la poesía. Pero esta última de alguna manera se desliza entre todo lo demás. Quienes hemos leído sus novelas lo sentimos en muchas ocasiones y es delicioso encontrar esas esquinas poéticas, sea en medio de un solar o una de esas soledades que ella sabe describir con tanta garra.

Ahora nos entrega un poemario que es como zafarse el corset y decir “aquí estoy, mírenme”. Se trata de Poemas del amor indócil (Editorial Almuzara, Colección Berenice), un libro bello desde el inicio, sobre todo con esa dedicatoria a Félix Antonio Rojas Guevara y a su gata Sócrata, su acompañante en muchos poemas como un ser muy sabio.

Zoé Valdés tiene el poder de condensar mil tiempos y mil sitios en pocos versos. No hace falta más, no hay que extender esa madeja lírica. Con tres líneas nos agarra del cabello y nos arrastra por un campo de margaritas, luego nos alza, nos lleva a volar y nos suelta en una cama de nubes. No desvarío, la poesía logra esos misterios, no tiene explicación.

Como escribió la propia autora: "desde que me inicié en la escritura a la edad de once años a través de un diario personal redactado a veces en formas poéticas -lo que Octavio Paz denominó prosa lírica-, y con la secreta ambición de convertirme en escritora, no he abandonado jamás la poesía ni he dejado de amar”.

Agregó que “el amor mueve mis versos”, y que nada le asombra tanto como “vivir en el peligro del amor indómito”. Así confiesa, con la misma honestidad de sus versos, que este libro viene a ser un resumen de su vida. En efecto, la autora explicó en la presentación de su poemario que comenzó a escribir estos poemas cuando tenía 18 años y que terminó a sus 62 años.

Es un trabajo lento, a veces, este de esculpir estatuas invisibles. Y ella le dedica el tiempo necesario, los silencios, los espacios para que el lector pueda zambullirse en esas imágenes.

“Un libro de poemas no se escribe como una novela, que a veces se escribe de un tirón”, señaló. “El poema a veces lleva mucho más tiempo. El poemario a veces se estanca, y depende mucho de los estados de alma”, añadió la autora de la novela Te di la vida entera.

¿Qué podría decir yo después de que la hayan agasajado poetas como Dulce María Loynaz o Cintio Vitier? ¿Qué agregar a la tajante frase de Vitier: “Zoé Valdés es la poesía en lo cubano”?

¿Qué escribir después de que Loynaz haya dicho que Zoé alcanza en el poema “eso que llaman levitación, extraña facultad sólo dispensada a los místicos y a los poetas”? La autora de Jardín, por cierto, sostuvo una profunda amistad con Zoé, como esta última recordó, en medio de aquella Habana de los años 80, donde sólo había té y poesía.

¿Cómo desmenuzar las cadencias y las sombras de este libro? La mejor manera es leerlo, simplemente dejarse llevar, de ser posible en un espacio tranquilo, pero también en el metro, en una bicicleta estática, en la cama antes de dormir, o en medio de un bullicioso café. De todas las formas posibles, pues su poesía se deja llevar.

La mejor manera es leerlo, encontrar versos como “Aléjate de quien / te recomienda: / Escribe / Escribir cura”, pues “Nunca ha estado enfermo / O nunca ha escrito nada”. O estas punzantes líneas donde constata que “Lo peor de ser / Un exiliado / Es que ningún lugar / Del mundo / Consigue ser el adecuado”, pero que “Lo mejor es que / El lugar adecuado / Está en ti mismo”.

La mejor manera es salir de esta ventana, de esta pantalla, y disfrutar los 75 poemas del libro, porque Zoé mira a través de las cosas como una pitonisa, y dice, por ejemplo, que en el trolley por Coral Way la gente ríe “bastante muerta” mientras los árboles “observan vivos”. Y suelta reproches, y verdades como fustas castigando el lomo, y promesas como salvaciones, como un beso que será “interrumpido por los gatos de West Palm Beach”.

Más sobre la autora

Zoé Valdés (La Habana, 1959), escritora de poesía, novela y guiones cinematográficos, ingresó en la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana, y entre 1984 y 1988 formó parte de la Delegación de Cuba ante la Unesco en París. Tras regresar, comenzó a ganarse la vida como guionista y luego fue subdirectora de la revista Cine Cubano. En 1995, invitada a unas jornadas sobre José Martí en París, pidió asilo político. Sangre azul fue su primera novela, género que más ha cultivado aunque sin abandonar la lírica; ha editado también literatura infantil.

Entre sus galardones destacan el Fernando Lara de Novela por Lobas de mar y el Azorín por La mujer que llora. Ha sido tres veces finalista al Médicis Extranjero en Francia, y ha sido asimismo finalista del Premio Planeta con Te di la vida entera. Fue redactora jefe de la revista de arte ARS Magazine (EE.UU.) y colabora en publicaciones como El País, El Mundo, El Semanal, Qué leer, Elle, Vogue, Le Monde, Libération, Le Nouvel Observateur o El Universal de Caracas.

Jurado de prestigiosos certámenes literarios, además de escribir guiones ha codirigido un cortometraje —"Caricias de Oshún"— y ha sido miembro del Gran Jurado del Festival de Cannes. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas.

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