Los Miami Dolphins despidieron a Don Shula como el patriarca indomable que siempre fue. Y los jugadores que dirigió, como al hombre que cambió sus vidas para bien.
Los Miami Dolphins despidieron a Don Shula como el patriarca indomable que siempre fue. Y los jugadores que dirigió, como al hombre que cambió sus vidas para bien.
Shula, quien murió en su casa en Indian Creek, cerca de Miami Beach, el pasado 4 de mayo, a los 90 años de edad, apiló números y récords insuperables hasta nuestros días. Quienes siguieron su carrera, sin embargo, destacan sobre todo su integridad, su honestidad y su convicción no solo para andar por la línea derecha sino para que sus dirigidos también siguieran ese trazado.
"Él [Shula] encarnaba la definición de grandeza", comentó Dan Marino, el quarterback que el legendario estratega seleccionó en el Draft 1983 de la NFL cuando entonces nadie en los Dolphins quería esa elección. "Shula aportaba su actitud ganadora cada día y hacía que cada uno de nosotros fuéramos mejores. El me hizo un mejor jugador y una mejor persona".
La onda expansiva de Shula impactó más allá de una persona o un equipo.
"Los deportes en el sur de la Florida no serían lo mismo sin Shula", escribió el periodista Dan LeBatard en el Miami Herald. "Diablos, Miami no sería lo que es ahora sin él, y es la razón por la cual hay una autopista en el corazón de la ciudad que lleva su nombre".
Eduardo Martell, el "Vikingo", un periodista que llegó hace 27 años a Miami, asegura que se sintió impactado muy pronto por el peso de este hombre en la Ciudad Mágica y el alcance de su trabajo.
"Como entrenador, Shula tiene todos los méritos para ser considerado el mejor de todos en la NFL: 347 victorias, el único con una Temporada Perfecta, el que más duró al frente de un equipo con 26 años con los Dolphins", dijo el "Vikingo", actualmente comentarista radial de los Dolphins y presentador matinal de UNANIMO Deportes. "Convirtió a los Dolphins en una historia nacional. Más allá de eso, sin embargo, y a la luz de los escándalos de los Patriots de Nueva Inglaterra, que grababan las señales del rival y desinflaban los balones, está la integridad de Shula. Siempre ganó dentro de las reglas, con honestidad y sobre la base del juego limpio. Ese es su principal legado".
Muchas anécdotas se tejen en torno a Don Shula, a su forma estricta para conducir un grupo humano, a su obstinación de hacer las cosas a su manera y a sus exigencias.
Dos de ellas reflejan al Don Shula interior, al hombre indomable pero también flexible y tolerante.
En el obituario sobre Don Shula, la revista Sport Illustrated cuenta que, en un cruce de palabras, el entrenador replicó: "No me hables así nunca más, de lo contrario te patearé el trasero". Lo sorprendente es que esa respuesta iba dirigida a su jefe y dueño de los Dolphins, Joe Robbie, quien en un banquete se había tomado unas copas de más y lo había encarado de manera brutal.
Robbie también era un personaje de temperamento difícil, era un hombre que había crecido en los años de la depresión de 1930, había combatido por Estados Unidos en la II Guerra Mundial y se había hecho a sí mismo.
Nunca fueron amigos. Robbie no se metía en el área de Shula. Sabía que el entrenador nacido en Ohio había transformado la franquicia de Miami, que venía de ganar apenas 15 juegos en sus cuatro temporadas iniciales, y bajo su mando forjó un equipo ganador que en apenas temporada y media había igualado esa marca y un partido después la superaba con 16 victorias y luego llevó a la escuadra a seis Super Bowls y a ganar la Temporada Perfecta.
Una semana antes de conquistarla, con 17 victorias y ninguna derrota, los defensive linemen Bill Stanfill y Manny Fernandez se fueron a pescar y capturaron un lagarto de tres pies. Lo llevaron al campamento de entrenamiento de los Dolphins y apoyados en el running back Larry Csonka, quien distrajo a la secretaria, pusieron al lagarto en la ducha privada del entrenador.
Don Shula salió como un demonio y encaró a los jugadores. La respuesta fue que habían hecho una votación y que solo por un voto habían decidido poner al lagarto sin tape en las mandíbulas. Don Shula soltó la carcajada y mostró que no solo podía exigir a sus jugadores cuatro entrenamientos al día y concentración máxima, sino también tolerancia y soportar una broma de unos muchachos, al fin.
"Tengo tanto respeto por Shula que le pedí que me hiciera la introducción cuando fui inducido al Salón de la Fama del football", dijo el guard Larry Little, quien llegó a tres Super Bowls con el maestro y conquistó dos. "Él era un hombre de carácter, honestidad e integridad. Cuando los Dolphins lo presentaron en 1970 me acerqué y le dije que yo era su right guard. Me miró y me dijo cuánto pesaba. Le respondí 285 libras. Movió la cabeza y se retiró. Días después me escribió una carta y me dijo que debía reportarme a las prácticas con 265 libras de peso. Tuve que perder 20 libras por ese hombre. Tenía razón. Mi carrera despegó a partir de entonces".
@luisfsanchez6
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