Los Miami Marlins llegan a las reuniones de invierno en una posición incómoda, pero conocida. Deberán decidir si finalmente apuestan por algo o si vuelven al viejo hábito de ser vendedores para “empezar de cero”. Después de una temporada de 79 victorias, los jóvenes que dieron un paso al frente y un Este que promete ser una selva en 2026, la organización está frente a una decisión clave: creer en su roster o seguir jugando a reconstruir sin decirlo abiertamente.
Porque hay algo que no se puede ignorar. Este equipo no está tan vacío como parece. Kyle Stowers y Jakob Marsee dieron señales sólidas. La rotación tiene material. Y por primera vez en años, el club no luce totalmente a oscuras. Entonces, ¿por qué insistir en poner en la mesa a los mismos nombres de siempre? ¿Por qué la discusión eterna sobre si salir de los lanzadores dominicanos Sandy Alcántara y Edward Cabrera?
Que no vayan a mover a ninguno de los dos (según reportes) no solo es sensato, es lo mínimo que se espera y ojalá que no haya sorpresas. Alcántara viene de un año flojo, sí, pero sigue siendo un brazo de impacto. Cambiarlo ahora sería vender bajo, pero si hay algo en que los Marlins son expertos, es en eso. Además, con la MLBPA pendiente de cuánto invierte el club en el roster, deshacerse del jugador mejor pagado sería darse un tiro en el pie.
Con Cabrera el caso es más simple. Es un abridor joven, con control del equipo, con años de arbitraje, y que acaba de tener su mejor temporada. Un brazo como ese no se cambia por capricho. Y mucho menos cuando otros equipos ya están rondando como tiburones. Si alguien quiere insistir, tendrá que pagar en serio. Si no, se queda. Punto.
Entonces, ¿qué sí tiene que pasar? Sumar. Reforzar. Completar el roster. La rotación sobre el papel es interesante, pero no está blindada. Y aunque Michael King suene caro e improbable, ese no puede seguir siendo el discurso oficial cada invierno. No se trata de gastar por gastar, sino de moverse con intención. De actuar como un equipo que quiere competir de verdad.
Los Marlins han vivido demasiado tiempo vendiendo la idea del futuro. Y el futuro, cuando lo usas como excusa, nunca llega. Esta vez tienen un núcleo, jóvenes que progresan y un margen real para armar algo competitivo. No es momento de vender nada.
La pregunta es sencilla: ¿van a creer o van a vender? Y por primera vez en mucho tiempo, la respuesta correcta no necesita debate: creer.