MIAMI- La manipulación sobre la escabrosa realidad de los estadounidenses en los medios de prensa liberales y el desdén a la inflación durante meses por parte de la Casa Blanca, no han bastado al presidente Joe Biden para continuar con su desmesurado optimismo.
Hasta hace apenas dos semanas, cuando el mandatario despertó de su letargo climático y sus planes de gastos sociales tras el último informe sobre la escalada de precios, Biden había fustigado reiteradas veces a los republicanos por afirmar que “la inflación y la deuda del país hacían peligrar la sólida recuperación económica”, que comenzó a finales de julio del 2020 durante el gobierno del expresidente Donald Trump.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, insistieron durante los últimos siete meses en que “la inflación era ‘algo temporal’ y que no había motivo alguno para preocuparse”. Que las afirmaciones de algunos economistas “eran irresponsables y creaban una falsa incertidumbre”.
Ambos estimaron que a finales del 2021 el índice inflacionario no pasaría de 2,5%.
En estos momentos, la inflación se encuentra en 6,2%, el peor registro desde hace 30 años. Y algunos expertos consideran que es un dato [conservador], al analizar el tsunami de precios que ahogan a los consumidores estadounidenses junto a la crisis en la cadena de suministros.
Sobre el alza imparable de precios, el senador demócrata Joe Manchin, dijo que "la amenaza de una inflación récord para el pueblo estadounidense no es 'transitoria' y, por el contrario, se agrava".
La crisis creada por la administración Biden
Al llegar a la Casa Blanca en enero del 2021 y mediante órdenes ejecutivas, el titular del gobierno federal inició, como parte de sus promesas de campaña, la desarticulación de la industria petrolera, del gas y del carbón (los llamados combustibles fósiles). Cerró oleoductos procedentes de Canadá como Keystone XL y la línea 5 de Enbridge, la mayor red de oleoductos y gasoductos del mundo con una capacidad de entrega de más de [dos millones de barriles diarios] de crudo a Estados Unidos (EEUU) y otros derivados, a precios preestablecidos en un acuerdo tripartita entre México, Canadá y la primera potencia económica.
Luego del significativo incremento de extracción, producción y refinamiento del crudo estadounidense y precios acordados en el trascendental acuerdo con Canadá, la administración Trump convirtió a EEUU en el mayor exportador de petróleo en el planeta y por ende, logró la tan anhelada autonomía energética. Todo lo revirtió el presidente Joe Biden mediante decretos y órdenes ejecutivas.
El miércoles 17 de noviembre, Biden –con un desenfado sorprendente- pidió a la presidenta de la Federal Trade Commission (FTC, Comisión Federal de Comercio), Lina Khan, que estudiara las "señales cada vez más evidentes de comportamientos perjudiciales contra los consumidores de parte de las empresas de petróleo y gas". En lo que podría ser otro ardid de la Casa Blanca para convencer a los votantes e impulsar su agenda de las llamadas energías limpias (eólica, solar, eléctrica, hidráulica y nuclear).
Sin embargo, lo único que debe hacer el gobierno del presidente Biden en estos momentos para bajar los precios de la gasolina y salir de la crisis que ha creado, es retomar las medidas que dejó vigentes el expresidente Trump para eliminar la dependencia energética de EEUU de la Organización de Países Productores y Exportadores (OPEP y OPEP+), como advierten expertos.
El abultado paquete de gastos
Los precios de la energía, las excesivas ayudas, la escasez creada por la falta de empleados y la dependencia de suministros asiáticos explotaron los precios en casi todos los sectores económicos estadounidenses.
Pero las ayudas no terminan. La administración Biden repartirá 4.500 millones de dólares [adicionales] para el Programa de Asistencia Energética para Hogares de Bajos Ingresos junto a la última ronda de pagos durante 12 meses por cada hijo. Millones de familias con dos hijos como promedio han recibido entre 4.800 y 7.200 dólares este año, entre otras ayudas federales establecidas antes de la pandemia.
Estas son algunas de las razones por las que 4,4 millones de personas han dejado sus puestos de trabajo en los últimos meses. De esa cifra, más del 89% no ha salido nuevamente a buscar empleos junto a otros 3 millones que lo perdieron durante los picos de pandemia y cuya mayoría tampoco ha mostrado interés en volver a trabajar.
Las empresas del país se vieron forzadas a subir salarios y ofrecer nuevos beneficios para poder contratar empleados, pero lo que en principio fue visto como un logro laboral se esfumó con la indetenible inflación. La falta de mano de obra en las grandes, medianas y pequeñas empresas ha contribuido a acrecentar la escasez de productos y servicios en todo el país.
El más reciente informe del Departamento de Comercio indica que los estadounidenses aumentaron sus gastos el mes pasado, pero con la negativa acotación de que el gran porcentaje fue debido a los altos precios de casi todos los productos y bienes duraderos. En algunos casos como los combustibles, alimentos, materiales de construcción y compraventa de vehículos el costo se ha duplicado respecto al 2020.
Sin ser ajustadas a la inflación, las ventas minoristas crecieron a una tasa por temporada de 1,7% en octubre respecto a septiembre.
En otras circunstancias, esa estadística representa un aumento saludable del consumo; en esta ocasión, el terrible defalco de los bolsillos estadounidenses, quienes pagan más por menos.
La nueva Ley de Infraestructura
Biden promueve ahora su Ley de Infraestructura, donde sólo el 11% corresponde directamente al sistema tradicional (puentes, carreteras y vías férreas), al tiempo que 7.500 millones serán utilizados en estaciones de recarga para vehículos eléctricos.
Los republicanos —incluso algunos de los que votaron por el paquete de infraestructura de 1,2 billones de dólares— critican a Biden por estar enfocado en la tecnología de vehículos eléctricos y el cambio climático cuando los estadounidenses lidian con altos precios, en especial de la gasolina (+62%) y el gas natural.
"Disponer de billones de dólares de más en la ola demócrata de impuestos y gastos solo hará que empeore la crisis que enfrentan los estadounidenses", opinaron en un tuit republicanos que integran el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes, un grupo que habla de "Bideninflación".
El líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, explicó que “el gobierno de Biden [no tiene un plan estratégico] para convertir a nuestro enorme país en una utopía verde de la noche a la mañana”.
“Ellos simplemente quieren utilizar inmensas sumas de dinero en paneles solares y vehículos eléctricos y esperar que todo resulte”, dijo McConnell, uno de 19 senadores republicanos que votaron por la Ley de Infraestructura.
Sin embargo, la secretaria del Tesoro vuelve a eludir los problemas internos y aconseja al Presidente suprimir los aranceles sobre los productos de China, logrados por Trump en una pugna de casi dos años de reclamo por un acuerdo comercial justo entre EEUU y el gigante asiático.
La encrucijada para la Casa Blanca
Subir las tasas de interés para contener la inflación podría ser una medida eficaz, pero políticamente muy impopular porque sube el costo del crédito, frena las inversiones y alimenta la desaceleración económica, la fase en la que se encuentra ahora la economía nacional.
El jefe demócrata en el Senado, Chuck Schumer, exhortó a utilizar las reservas estratégicas de petróleo para reducir los precios de la gasolina. Pero hasta ahora, Biden no ha tomado en cuenta nada que beneficie el funcionamiento de la industria petrolera.
Estados como California pagan una cifra récord de 5 dólares el galón de gasolina, al tiempo que continúan los atascos de contenedores en sus puertos y decenas de barcos en espera durante días por la falta de personal.
Compañías de transporte de carga terrestre están dejando miles de contenedores en los puertos porque se hace casi irrentable para los conductores trasladar la mercancía con los actuales precios del combustible. Millones de camiones utilizan petróleo refinado, más caro aún.
Los vuelos de cargo, según fuentes en varias aerolíneas, han subido sus tarifas en más de un 15%. Con precios dentro del rango de lo normal, el combustible para aviones es extremadamente costoso por la cantidad de aditivos especiales y octanaje para la potencia de los motores.
Las respuestas del gobierno de Biden
La respuesta del gobierno dejó estupefactos a periodistas en Washington. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que “el aumento de los precios del combustible demuestra que el gobierno federal necesita invertir más en alternativas de energía verde”.
El mandato obligatorio de la vacuna contra el COVID-19 ha empeorado la situación. Decenas de miles de empleados en todos los sectores han renunciado o han sido expulsados de sus empleos por no querer vacunarse. Ahora la imposición de Biden enfrenta una suspensión por orden de una Corte federal, cuando octubre también marcó el quinto mes consecutivo de inflación por encima del 5%.
El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Ron Klain, comentó a CNN después del informe de inflación que el proyecto de ley Reconstruir Mejor reduciría los costos de vida.
El líder demócrata Schumer respaldó esa afirmación: “La mejor manera de abordar la inflación es aprobar un proyecto de ley que cree empleos, reduzca los cuellos de botella y se pague por completo asegurándose de que los ricos paguen su parte justa. Eso es exactamente lo que queremos hacer con la Ley Reconstruir Mejor ", argumentó en Twitter.
Después de los paquetes de estímulo de 900.000 millones de dólares firmados en enero y los $1,9 [billones] en marzo, Biden agregó $1,2 [billones] al presupuesto y tiene en planes de aprobación otros $1,87 [billones]. O sea, una descomunal lluvia y fuga de capital sin amortización posible porque el 95% está destinado a subvenciones de programas sociales, energía limpia [irrentable actualmente] e infraestructura.
Si un estudiante de primer año de economía recomienda en un examen inyectar este torrente de dinero a un sistema financiero con alta inflación, escasez, devaluación de la moneda y una deuda pública impagable de más de $30 billones (trillions en inglés), es muy posible que el profesor en vez de evaluarlo le aconseje estudiar cualquier otra carrera menos economía.
Los demócratas, que han pactado con la extrema izquierda de Bernie Sanders, no dejan su lenguaje anquilosado y populista de justicia social y creación de empleos cuando existen 10,4 millones de puestos de trabajo disponibles en el país y mientras los que trabajan apenas sobreviven por los altos precios (¿justicia social?).
La estrategia que ha hecho pública la administración Biden para [supuestamente atacar] la inflación después de 10 meses de mandato es [todo lo contrario que se recomienda hacer en una crisis inflacionaria].
Si los demócratas continúan por el camino que les trazó el ala radical socialista del partido, insostenible por sí mismo debido al desastre económico y político, las posibilidades de mantener el reducido margen de control en el Congreso prácticamente son nulas.
Una encuesta publicada el domingo 14 de noviembre de la cadena de televisión ABC, con histórica tendencia liberal, les otorga a los republicanos a nivel nacional más del 10% de preferencia electoral para las legislativas de noviembre del 2022.
En estados como Arizona, Florida, Georgia, Carolina del Norte, New Hampshire, Nevada, Pennsylvania y Wisconsin, los republicanos cuentan con una ventaja del 23%.
Sólo el 35% de los encuestados dijo que votaría por los demócratas en los próximos comicios intermedios del 2022. Y aún falta un año de política económica de la administración Biden y de la extrema izquierda, catalogada por algunos analistas como utópica y desconcertante.