Hace ya más de medio siglo, los más altos estándares de calidad en la industria automotriz se condensaban en una sola palabra: Cadillac. La división de autos de lujo de General Motors se caracterizaba por sus automóviles de gran tamaño, elevada sofisticación, inconmensurable confort y abundante potencia. Eran los tiempos de los motores V8, las transmisiones hidromáticas y las suspensiones amortiguadas, que dejaban la impresión de que uno iba volando sobre las nubes y no rodando sobre la carretera. De esa época son los legendarios DeVille, Fletwood, ElDorado, Seville y otros, cuya pompa y gloria se prolonga hasta hoy en la limusina que transporta al Presidente de los Estados Unidos.
Pero en materia comercial, Cadillac atravesó momentos muy difíciles, como de hecho le tocó a toda la industria automotriz norteamericana, comenzando en los años setenta con la crisis del petróleo. Los sedientos autos americanos tuvieron que ceder espacio a los europeos y asiáticos y cayó la demanda de autos grandes, potentes y cómodos, al tiempo que la gente se sentía atraída por los más compactos y económicos.
Han llegado tiempos mejores y Cadillac se ha venido preparando para ellos. El mercado de lujo hoy por hoy lo dominan los alemanes, los japoneses con sus marcas de prestigio, una pequeña tajada les cabe a los ingleses y están comenzando a llegar los coreanos. Pero General Motors no desiste y le ha dado carta blanca a Cadillac para seguir en la pelea. La división, cuyas oficinas centrales se mudaron de Detroit a Nueva York, está abriéndose camino en el mercado, donde ya está muy bien posicionado su modelo Escalade, un utilitario deportivo de gran tamaño, con otros productos como el ATS, el XTS, el CT6, el XT5, un CUV que merece capítulo aparte, y el que hoy nos ocupa, el CTS-V.
El CTS es el sedán por excelencia en el portafolio de Cadillac, y esa V que acompaña la denominación de este modelo especial significa que se trata de la versión de alto desempeño. Lo impulsa un motor V8 de 6.2 litros, supercargado, que entrega la friolera de 640 caballos de potencia y 630 libras por pie de torsión, acoplado a una transmisión automática de 8 velocidades y con tracción trasera. Esta combinación le permite al sedán de cuatro puertas, con capacidad para cinco pasajeros, acelerar de 0 a 60 millas por hora en 3.7 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 200 millas por hora.
Cadillac ha sacado provecho de su amplia y exitosa experiencia en las pistas de carreras, para enriquecer este CTS-V con características que lo ubican al mismo nivel de los más sofisticados súper deportivos. Los frenos Brembo, las ruedas de aleación de 19 pulgadas, el control de estabilidad Stabilitrack, que incluye control de tracción, y para que el nuevo propietario aprenda a usar todas estas funciones de alto desempeño y se familiarice con ellas, la compra de un Cadillac CTS-V incluye un entrenamiento de dos días con pilotos expertos.
Naturalmente, no es de esperarse que las cifras en materia de consumo de combustible sean muy económicas, pero tampoco resultan descabelladas, 14 millas por galón en la ciudad y 21 millas por galón en la autopista. El precio básico del Cadillac CTS-V comienza en $85,595 dólares. El modelo que manejamos, con una serie de paquetes opcionales, incluyendo el de apariencia de fibra de carbono, las sillas Recaro y el techo corredizo, tiene un precio sugerido al consumidor de $103,360 dólares.