MIAMI. - Cuando Joe Biden llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2021, Estados Unidos era el mayor exportador de petróleo del mundo. Producía casi 13 millones de barriles diarios de crudo.
MIAMI. - Cuando Joe Biden llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2021, Estados Unidos era el mayor exportador de petróleo del mundo. Producía casi 13 millones de barriles diarios de crudo.
En 2019, gracias a la política económica del expresidente Donald Trump, EEUU logró hacerse independiente energéticamente al tiempo que el combustible crudo que compraba a Canadá era a un precio prefijado y de gran beneficio para ambas partes. Sin embargo, mediante órdenes ejecutivas desde la llegada de la actual administración, este importante rubro de la economía quedó desarticulado para los estadounidenses.
A partir de ahí y en medio de la plataforma sobre el cambio climático impulsada por la Casa Blanca, dio inicio una escalada progresiva de precios que ha empeorado mes a mes durante más de un año.
El efecto de las políticas económicas de la administración Biden ya se ha comprobado: Una inflación récord de más del 8%, una deuda que supera los 30 billones de dólares, escasez de suministros y materias primas, falta de mano de obra en todos los sectores, un déficit comercial récord con un aumento en el 2021 del 27% (859.130 millones de dólares); y la desestabilización de la sólida recuperación económica emprendida desde julio del 2020 por la administración Trump; entre otros problemas en diferentes ángulos de la vida social y política de la nación como la cuestionada salida de las tropas de Afganistán hasta el desastre humanitario que se vive en la frontera sur.
Con un bajo respaldo popular (30%-35%) que los medios de izquierda y de extrema izquierda evitan mencionar, el jefe de la Casa Blanca debe sentir la presión no solo de las encuestas sino de la voz de los estadounidenses que padecen el notable deterioro de su nivel de vida y el alto costo de su supervivencia mensual, frente a los elevados precios de todos los productos de consumo, bienes duraderos y seguros de cualquier índole.
El precio de la gasolina es un tema principal para los votantes y se refleja en las encuestas: Alrededor de 7 de cada 10 estadounidenses opinan que la economía del país está en muy mal estado y más de dos tercios desaprueba el manejo económico de Biden, según un estudio de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, publicado a finales de marzo.
Apartada durante más de un año de las crisis internas, ahora la Casa Blanca se “aflige” por el dolor de los consumidores y anuncia la liberación diaria de un millón de barriles de petróleo por 180 días para supuestamente paliar la crisis energética en EEUU. El petróleo que se pondrá en el mercado equivale al 25% de la reserva estratégica (180 millones de barriles).
En su apogeo en 2009, las Reservas de EEUU contenían más de 720 millones de barriles en cuatro enormes cavernas subterráneas en Texas y Louisiana a lo largo del Golfo de México.
En noviembre, Washington puso a disposición 50 millones de barriles de la Reserva Estratégica de Petróleo y otros 30 millones de barriles adicionales a principios de marzo, con un impacto mínimo de algunos centavos, y más psicológico que real dentro de los distribuidores y comercializadores.
Según los asesores de Biden, se espera que esta medida contribuya a bajar el precio de la gasolina en decenas de centavos frente a un alza en 2021 de más de dos dólares como promedio y en algunos estados superior a los 4 dólares, hasta el pago de más de $6 el galón de gasolina regular.
Los expertos consideran que liberar reservas no moverá mucho la aguja a favor de los consumidores. Mike Sommers, director ejecutivo de la organización comercial de la industria, el Instituto Americano del Petróleo, señaló que el retiro “está lejos de ser una solución a largo plazo”.
“Bajará un poco el precio del petróleo y fomentará una mayor demanda”, dijo a The New York Times Scott Sheffield, director ejecutivo de la compañía petrolera de Texas Pioneer Natural Resources. “Pero sigue siendo una curita para una escasez significativa de suministro”.
Durante su campaña electoral, en específico en el último debate televisivo, Biden dijo a los televidentes que [haría la transición de la industria petrolera estadounidense a la de energías renovables].
El entonces presidente Donald Trump opinó que se trataba de "una declaración increíble: destruir la industria petrolera” y calificó el plan ambiental de su oponente como un "desastre económico" para estados como Texas, Oklahoma, Ohio, Pennsylvania y otros cuya economía estatal y empleos dependen del desarrollo de la industria petrolera.
Incluso Trump en aquel momento le cuestionó a su oponente si hablaba en serio o bromeaba.
Pero el entonces candidato Joe Biden no bromeaba. Lo cumplió desde el primer día de su mandato en la Oficina Oval cuando emprendió su batalla sobre el cambio climático, que hasta ahora más que beneficios ha hundido en la dependencia de los precios internacionales del petróleo a EEUU, mucho antes de la invasión de Rusia a Ucrania. Semanas antes del conflicto bélico el precio del barrill estadounidense rondaba los 100 dólares.
El gobierno de Biden canceló los oleoductos provenientes de un acuerdo bilateral entre EEUU y Canadá como el proyecto Keystone XL, unos 1.900 kilómetros desde Alberta hasta la costa de Texas para transportar casi [900.000 barriles de crudo pesado diariamente]. El proyecto había sido bloqueado previamente por el expresidente Barack Obama en el 2015.
Biden ordenó también detener la línea 5 del Enbridge Lakehead System, otro oleoducto canadiense que transporta más de 600.000 barriles diarios de crudo sintético, líquidos de gas natural y otros tipos de combustibles fósiles.
Además de la suspensión de las concesiones para la extracción de crudo en áreas federales y aguas territoriales de EEUU, los decretos de Biden dispusieron promover la producción eólica marina de modo que se duplicara en el 2021.
"Ya hemos esperado demasiado para lidiar con esta crisis, no podemos esperar más, es hora de actuar. Queremos un futuro de energías limpias que incluya millones de trabajos bien remunerados", dijo Biden tras firmar sus mandatos.
En el 2019, la industria del petróleo en EEUU empleaba a 10,3 millones de personas de forma directa y de manera indirecta 2,7 millones. En total, más de 15 millones de puestos de trabajo bien remunerados. Las estimaciones de los analistas son conservadoras si se contabilizan los negocios subyacentes vinculados a las subcontrataciones en el sector, que generalmente no se toman en cuenta en los informes oficiales de empleo.
Un estudio de Bloomberg en el 2018 (agencia especializada en economía) calificó a la industria del petróleo como “la mejor apuesta para los trabajadores de EEUU, gracias a su capacidad de pago”, con niveles salariales que “superaron a todos los sectores, incluidos los servicios públicos, la tecnología y la atención médica” en las clasificaciones recientes.
Los empleos en estaciones de servicio no comerciales en la industria del gas natural y el petróleo pagan un salario anual promedio de más de $100.000, casi $50.000 más que el promedio de EEUU.
Otras investigaciones corroboran que los trabajadores de la industria del gas natural y el petróleo ganan más en todos los niveles de la cadena de valor de la industria, sin importar títulos educativos, grupo étnico, género, raza o tipo de empleo realizado.
Por su parte, estudios del gobierno federal indican que cada año la industria del petróleo en EEUU suma como promedio un millón de empleos.
La producción de petróleo de EEUU aumentó de 11.7 millones de barriles diarios a principios de 2019, a 12.6 millones a finales de octubre del 2020, según la Administración de Información Energética (EIA). El [consumo diario de petróleo en EEUU] supera los 18.000 millones de barriles.
Biden ha coordinado con líderes de otros países para que se unan a la liberación de crudo de sus reservas y poder agregar más petróleo al mercado. Pero es una medida insuficiente, confirman los expertos.
Entre sus planes, Biden pedirá al Congreso que obligue a las empresas a pagar tarifas por los pozos de sus contratos de arrendamiento que no han usado en años y por acres de tierras públicas que se encuentran sin producir.
“Las empresas que continúen ocupando acres no productivos tendrán que elegir si comienzan a producir o pagan una tarifa por cada pozo inactivo y acre no utilizado”, señaló la Casa Blanca.
El mandatario, además, pondrá sobre la mesa otra vez el controversial proyecto para [acelerar] la transición a las energías limpias.
Como resumen, el líder de la Casa Blanca primero firma órdenes para frenar la producción de petróleo estadounidense en aras de una transición de combustibles fósiles a las renovables. La medida desata una escalada de precios que ha llevado a una inflación por encima del 8%. Acto seguido, en vez de adoptar fórmulas eficaces para frenar la guerra en Ucrania, más bien sume la postura de provocación a Rusia e incita al nacionalismo ucraniano, con pleno conocimiento de que el conflicto bélico incrementaría la inflación, los precios del crudo y de muchos productos esenciales por ser ambas naciones grandes productores de petróleo, gas, alimentos, materias primas, productos agrícolas y metales; y, finalmente, [flirtea con fuentes cuestionables de abastecimiento como Venezuela e Irán]. A la misma vez, contradictoriamente a su política, exige producir más petróleo en EEUU mediante la imposición de multas por arrendamientos improductivos. Solicita una alianza internacional para liberar reservas de combustibles fósiles con el fin de bajar los precios y paralelo a eso remarca la [“imperiosa” necesidad] de producir energías limpias como parte de la estrategia que comenzó Barack Obama.
Lo anterior se asemeja a un guion de ficción de Hollywood, pero desafortunadamente es real.