JOSÉ DE BASTOS
Especial
El resultado del martes endurecerá el debate dentro de los partidos sobre el exceso de relevancia que un estado pequeño y poco diverso como New Hampshire tiene en las nominaciones presidenciales
JOSÉ DE BASTOS
Especial
Ante unas 250 personas en la ciudad de Concord, el precandidato presidencial Republicano John Kasich habló sobre la muerte de sus padres a causa de un conductor ebrio. “Cuando era niño siempre temí que eso iba a acabar con sus vidas, un accidente de tránsito. Porque mi padre iba tarde en las noches a buscar a mi madre por un camino lleno de obstáculos y siempre me preocupaba que no llegaran a casa. Una noche recibí la llamada de que no llegarían a casa”.
Muy personal, muy sentimental, muy cercana. Así ha sido por décadas la campaña por las elecciones primarias en el estado de New Hampshire, una entidad de poco más de un millón de habitantes y cuyas principales ciudades están todas conectadas a una hora o menos de distancia. Por meses los candidatos trabajan por obtener los votos de sus habitantes en la considerada “primera primaria de la nación” (asumiendo que en Iowa se celebran los ´caucus´). El electorado está bien informado y espera de los aspirantes un contacto directo y honesto para llegar a una decisión.
Kasich realizó más de 100 de este tipo de eventos pequeños, conocidos como “town halls”, respondiendo y debatiendo con electores, muchos de los cuales llegan al sitio indecisos sobre a quién apoyar. El esfuerzo le valió el segundo puesto en las primarias del martes, un resultado que salvó su hasta ahora alicaída campaña y lo introdujo en la lucha por la preferencia de los votantes más moderados del partido, junto a Jeb Bush y Marco Rubio.
El dramático relato del gobernador de Ohio no es una rareza en este tipo de escenarios. Bush habló días antes de los problemas de drogadicción que su hija ha atravesado (frente a un electorado preocupado por miles de casos de adicción a la heroína), Ted Cruz se abrió sobre la muerte de una medio hermana también a causa de las drogas y Chris Christie dijo que su carácter y su dureza se debían a la formación de su madre, quien en su lecho de muerte le pidió que se fuera a trabajar. “‘Es viernes, son las 9 de la mañana, ¿Qué haces aquí?´ me dijo, y tenía razón. Ya nos habíamos dicho todo, así que me dio permiso para dejarla ir”.
El poco respaldo obtenido por Christie, quien este miércoles suspendió su campaña tras el fracaso electoral y a pesar de una intensa campaña en la entidad, es muestra de que la estrategia de contacto directo no siempre funciona. Pero fue el contundente triunfo de Donald Trump, quien duplicó a Kasich y al resto de los aspirantes Republicanos, el que ha puesto en tela de juicio la particularidad de la elección en New Hampshire.
Trump mantuvo en la entidad la misma estrategia que parece haberle dado éxito en el resto de Estados Unidos: eventos masivos, presencia mediática y polémica. No paseó por pequeños restaurantes locales, no compró café en Dunkin´ Donuts y sólo a última hora organizó un “town hall” y decidió pasar algunas noches en la entidad. Aunque tuvo presencia recurrente en el estado, rompió la regla no escrita sobre cómo ganarse a los votantes, y su candidatura obtuvo un necesitado empujón para atravesar el resto del país.
Con el multimillonario, el elector de New Hampshire no fue tan exigente como lo fue con los demás, y le dio el triunfo que Iowa le negó, precisamente porque Trump no organizó allá la campaña que se espera de todo aspirante presidencial.
El resultado del martes endurecerá el debate dentro de los partidos sobre el exceso de relevancia que un estado pequeño y poco diverso como New Hampshire tiene en las nominaciones presidenciales, dado que parte de su explicación es la cercanía que los candidatos deben lograr con los electores para conquistarlos.
Más allá de los temores que pueda generar una posible candidatura o presidencia de Trump, el impacto de su triunfo en New Hampshire puede tener negativas e inesperadas consecuencias para un proceso tan particular, en el que la democracia se vive en pleno.
No es habitual conseguir en Estados Unidos, o en cualquier lugar del mundo, a personas que hayan podido conocer o debatir con los distintos aspirantes a dirigir el Gobierno de su país. Wendy Thomas, de la pequeña población de Merrymack, pudo completar el fin de semana el contacto con los 10 principales candidatos a la Casa Blanca, cuando saludó a Ben Carson a las afueras de un pequeño restaurante.
Se trata de una rareza y de un privilegio, pero también de un ejemplo de lo que significa la elección primaria en New Hampshire. Con el éxito de una campaña a distancia, basada en la televisión y los grandes escenarios, también en New Hampshire la política podría comenzar a ser vista como algo más lejano, y perdería uno de los rincones en donde hasta ahora se había resguardado la necesidad del contacto directo, de la historia personal, del debate de altura.
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