@ruiefe
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MIAMI.– Nada será igual en Estados Unidos a partir del miércoles. Al día siguiente de una de las más tormentosas elecciones de la era moderna, donde la sociedad estadounidense fue convulsionada por opiniones divergentes nunca antes vista y se debatió entre la seguridad del continuismo o la incertidumbre de lo nuevo. Muchos se preguntan, ¿y ahora qué?
Depende de las cifras, de cual será el margen de maniobra que el vencedor tendrá y el apoyo con que podrá contar en un Capitolio donde las incógnitas también son aplastantes. Porque si bien los demócratas necesitan apenas de 10 estados para asegurar una mayoría senatorial, los republicanos deben luchar por 20. Las dos cámaras del Capitolio deben ser lo suficientemente sólidas para consolidar la tranquilidad en una posible transición, caso gane el candidato republicano Donald Trump, o para asegurar una continuidad sin convulsiones.
Todo esto porque Trump no ha sido claro sobre si acepta los resultados electorales de esta noche. Es de esperar que lo haga si el margen de diferencia con su rival demócrata Hillary Clinton sea lo suficientemente sólida pero pudiera quedar en veremos, y abrir las puertas a una crisis institucional, como el año 2000.
Pero dada la violencia verbal de la campaña, el extremismo con que los seguidores de Trump se han manifestado estimulados por el candidato, se plantea un problema de seguridad interna, porque algunos de ellos han amenazado con una ‘revolución’. La semana pasada, el candidato republicano a la vice presidencia, Mike Pence, se las vio negras cuando en un mitin de campaña en Tennessee una asistente gritó que si Clinton ganaba, habría una revuelta armada. “Los entiendo, (pero) no hace falta eso. Tenemos instituciones democráticas que debemos defender”, contestó el gobernador de Indiana.
Las autoridades de inteligencia y militares han dado tímidos indicios de preocupación. Un ex Director Nacional de Inteligencia dijo hace unos meses que cabía la posibilidad de que los mandos militares no le hicieran caso a Trump si este emana una orden descabellada. Pero el caso se quedó por ahí.
Sin embargo, la preocupación estriba más en las autoridades policiales en las ciudades, que lidian directamente con la seguridad en las calles y han visto en los últimos meses un auge de la violencia callejera con una sucesión de asesinatos de policías blancos, tiroteos inexplicables en las barriadas hispanas y afroamericanas, donde difícilmente queda claro de donde partieron primero los disparos. “Los ánimos se han caldeado. Es importante, sino ineludible, la pacificación de la sociedad. Así no se puede vivir y mucho menos en democracia”, explica Anita Gutiérrez, una activista pro inmigrante de Los Ángeles, en una conversación con una cadena de televisión.
Una de las razones porque el extremismo se ha apoderado de la campaña de Trump es porque su candidatura terminó por sellar la implosión del partido republicano, prácticamente al garete desde que Barack Obama llegó a la Casa Blanca en enero del 2009. Pero también, logró anular, prácticamente desaparecer del mapa, al llamado ‘Tea Party’, que despuntó cuando el mandatario de postuló a la presidencia.
Pero hay un detalle que no puede ser soslayado. Trump puede haber conquistado parte del electorado republicano, pero nadie puede asegurar que obtuvo la mayoría y muchos menos ha podido contar con los barones del partido. La familia Bush ha dicho que no votará por él. El senador John McCain no puede ni escuchar hablar del magnate.
Su mayor contribuyente de campaña (con 50 millones) ha sido Sheldon Adelson, un magnate del juego que pese a ser multimillonario ha perdido mucho dinero en dos proyectos inmobiliarios, uno en Madrid y otro en Macao, y un presidente como Trump pudiera ayudarle a recuperarse de sus pérdidas y contribuciones, a fondo perdido, de la campaña del republicano.
“Creo que entre los dos republicanos van a emerger dos formas de ver el mundo a partir del 9 de noviembre. Una visión intentará reproducir el modelo de Trump de un partido como un vehiculo de quejas y reclamaciones contra el llamado ‘establishment’. Y otro que intentará enfrentar y diluir el efecto Trump dentro del partido, separando su electorado de si mismo, y ver las cosas como una oportunidad para reconstruir el partido como (un simbolo) de la reforma, con una agenda real y un mensaje que llega a la gente con las ansiedades que han desplegado en este año”, ha comentado al diario Guardian, Kevin Madden, uno de los asesores del ex candidato republicano, Mitt Romney.
Así que, “es de esperar que haya una guerra civil, pero dentro del partido. Y si el objetivo es cercenarlo entonces diría que Trump y sus seguidores lo están logrando”, ha agregado.
Por lo demás, el Estados Unidos de mañana será una sociedad donde la tasa de desempleo seguirá bajando, un detalle que no se ha prestado mucha atención en el debate político radicalizado que acaba de pasar. Es poco probable que en este mundo globalizado, quien quiera que salga electo pueda impedir el intercambio comercial con países donde las empresas buscaran mano de obra barata o que Estados Unidos termine por consolidar su mundo laboral donde la tecnología se impone y surgirán otras empresas, como Uber, que rediseñaran el mercado laboral y la forma de trabajar. Se llama desarrollo.

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