lunes 7  de  octubre 2024
ESTADO DE LA NACIÓN

Trump necesita "sorprender" a los legisladores en su primer discurso en el Congreso

El presidente Donald J. Trump tendrá que cambiar el tono de su discurso si quiere llegar a los congresistas y senadores. Dejar a un lado la retórica electoral y asumir un lenguaje político comprensible para la mayoría
Por RUI FERREIRA

MIAMI.– En 24 horas el presidente Donald J. Trump tiene su primera aparición en la sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso por ocasión del discurso anual del estado de la Nación. El mandatario se encuentra hace poco más de un mes en la Casa Blanca y se puede pensar que no tiene mucho que decir. Pero Trump, un empresario devenido político que le ha dado un vuelco a la forma de hacer política en Estados Unidos y que piensa que todo lo que ha hecho en cuatro semanas es “extraordinario" bastante, pudiera sorprender.

De entrada tiene una decisión que tomar y, dado su carácter, no se adivina fácil, especialmente si el autor de su discurso es su estratega político, el antiguo editor del sitio nacionalista, Breitbart News, Stephen Bonnan, detentor de un lenguaje afilado, incendiario e hiriente.

Trump tendrá que cambiar el tono de su discurso si quiere llegar a los congresistas y senadores. Dejar a un lado la retórica electoral y asumir un lenguaje político comprensible para la mayoría de la audiencia donde muchos, incluyendo republicanos, lo atenderán con cierta suspicacia. Recuérdese que el mandatario no tuvo un apoyo electoral sólido por parte de los políticos del aparato republicano.

Este lunes, el presidente se asumió y dio un indicio de cómo pudiera enfrentar la tarea. Pero, a decir verdad, no fue muy unificador que digamos, algo que la audiencia de este martes en la noche quiere escuchar. “Soy un nacionalista total”, afirmó.

“Este es fácilmente el más importante discurso de su joven presidencia. Hasta ahora ha hablado mayormente para su base de apoyo, pero no ha hablado públicamente al Congreso y tampoco los ha presionado mucho”, comentó Alex Conant, quien durante la campaña presidencial fue asesor del entonces candidato y actual senador republicano, Marco Rubio.

Trump piensa que todo lo que ha logrado desde el 20 de enero ha superado todas las expectativas. Pero ni todos en el Congreso lo miran de esa manera, principalmente teniendo en cuenta que tres tribunales de distrito y uno de apelaciones han anulado su orden ejecutiva limitando el ingreso de musulmanes al país, algo en lo que el mandatario insistió de sobremanera durante la campaña.

El escepticismo es tan arraigado que cuatro semanas después, y pese a que los republicanos controlan las dos cámaras, el Capitolio solamente ha aprobado el nombramiento de 14 funcionarios federales y 20 se encuentran a la espera de la votación, de los 696 nominados por el presidente. A estas alturas en el primer mandato de Barack Obama el 2009, el entonces presidente había logrado ya la aprobación de 38 miembros de su equipo.

El domingo, el inversionista de fondos de riesgo que Trump quería ver al frente de la secretaria de la Armada, Philip Bilden, desistió del puesto explicando que los negocios de su familia pudieran representar un problema al momento de ser analizada su candidatura por el Comité de Ética del Senado. Lo mismo sucedió con el millonario e empresario Vicent Viola a quien el mandatario nominó para la secretaria del Ejército y que terminó desistiendo del cargo porque lo ve incompatible con sus negocios privados.

Esto da una idea de que los mismos nominados tienen conciencia de que los senadores, aunque republicanos, no están dispuestos a facilitarle la vida a Donald J. Trump.

“Creo que estoy estableciendo un récord o, por lo menos, cercano a un récord, en términos de tiempo de espera en la aprobación del gabinete”, comentó Trump en una rueda de prensa el jueves pasado. “Cuando miro las cosas, algunos los han aprobado de inmediato. Pero ahora lo único que hacen (los senadores) es retrasar. Miren lo que hace (el líder de la minoría en el Senado, Chuck) Schumer y toda la complicación que ha armado y no avanza nada. Lo único que saben hacer es retrasar. Por mí, lo mejor que puedan hacer para servirse a sí mismos es aprobarlos y todo el mundo contento, todo el mundo bien”, agregó.

Los demócratas contestan que los nominados se han tardado en entregar toda la documentación que les han demandado pero, aún así, les atribuyen las culpas del retraso.

Es por ello que, incluso en el entorno de Trump, creen que el presidente debe moderar sus tonos y exponer sus argumentos y políticas con suavidad, en un lenguaje que les diga algo a los legisladores federales porque, en última instancia, sus planes dependen en gran manera de ellos y, curiosamente, su humor.

“El presidente necesita presentar un caso sólido y afilado con relación a su agenda legislativa. No debe portarse mal y a la vez esperar una reacción favorable. Esta es su oportunidad de convencer al pueblo estadounidense y cabildear el Congreso a su favor. Y para esto no puede andarse con rodeos”, afirmó al periódico The Hill, John Feehery, quien ha trabado en el Capitolio y fue uno de los estrategas de la campaña presidencial de Trump.

En el fondo es una cuestión de ser efectivo, porque adoptar un lenguaje combativo, confrontacional, solo dificultará la aprobación por el Congreso de la cancelación del Obamacare, pudiera poner en pausa la construcción del muro en la frontera con México, estimado en 21.000 millones de dólares, dinero que tendrá que ser aprobado por los legisladores federales. Esto sin hablar de la reforma fiscal.

Es que, como recuerda Rick Tyler, quien trabajó en la campaña presidencial del senador republicano Ted Cruz, los legisladores que apoyan a tiempo completo al presidente son una minoría. A muchos de ellos, dijo a The Hill, sustancialmente les gusta lo que él propone pero no la forma en que se comporta”.

Para Tyler, el lenguaje agresivo a que el presidente tiene habituados a sus seguidores, “no es el apropiado para empujar la pelota hacia delante. Suena mucho como campanas sonando pero no significa mucho”.

Todo se resume a un problema de lenguaje. Como dice Conant, “el estado natural del Congreso es el de la paralización. Solo hace cosas cuando siente la presión política del público por un lado y de la Casa Blanca por otro”. Por ello, el presidente tiene que ser bastante suave para convencer a los legisladores de sus planes y a los estadounidenses de presionarlos.

El problema, es que con su carácter e inexperiencia política, Donald J. Trump bien puede ser su mayor enemigo.

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