IVÁN GONZÁLEZ ROMERO
@ivanGonRom
El cuatro puertorriqueño nació luego de la llegada de los españoles. Se le conoce desde finales del Siglo XV, cuando era afinado con cuatro cuerdas, lo que dio el origen de su nombre
IVÁN GONZÁLEZ ROMERO
@ivanGonRom
Si algo tiene de bueno la música del Caribe es la posibilidad de propagarla mediante el baile. En eso, la música navideña que se hace en Puerto Rico ha sabido tomar ventaja, porque a pesar de tener un origen común con el resto de lo que se escucha en el continente americano durante esta época, la métrica y los aires que allí se tocan hacen que las fiestas se amenicen con sus melodías. También juega un papel protagónico el cuatro, un instrumento que requiere una ejecución cargada de destreza, para sacarle provecho a sus posibilidades sonoras.
El cuatro puertorriqueño nació luego de la llegada de los españoles. Se le conoce desde finales del Siglo XV, cuando era afinado con cuatro cuerdas, lo que dio el origen de su nombre. Se supone que fue tomado de las mandolinas llevadas a Puerto Rico por los conquistadores, aunque la influencia de la instrumentación italiana, que conformaba sus agrupaciones con instrumentos de cinco pares de cuerdas, hizo que se modernizara y se comenzara a emplear cinco pares de cuerdas metálicas, lo que produjo una nueva sonoridad. Aquí también tiene mucho que ver la influencia de los laúdes españoles, con los cuales este instrumento guarda gran similitud, incluso mayor a la de un primo, el tres cubano.
El cuatro tomó rumbo a la costa norte de Borinquen, pero fue en el campo donde el jíbaro lo empleó mayormente, sobre todo para amenizar los ritos más importantes, como la cosecha, las fiestas patronales o algunos otros ritos, como aquellos vinculados a la muerte. Las décimas fueron parte fundamental en todas estas tradiciones, al punto de que lo que es conocido como música jíbara. Arturo Avilés, Juan Peña, Roque Navarro, Tuto Feliciano, y sobre todo Yomo Toro, quien tuvo la oportunidad de divulgar con más posibilidades la sonoridad del instrumento a través de su habilidad.
En 1971, Willie Colón tuvo la posibilidad de desarrollar un proyecto de música navideña al lado de Héctor Lavoe, cuyo timbre de voz y estilo de jíbaro al cantar era muy tradicional. También convocó a Yomo Toro, para ese momento era ayudante de Polito Vega, un conductor de radio en Nueva York. Colón había escuchado tocar el cuatro a Yomo y quedó cautivado, y luego supo que este cuatrista había sido acompañante del mítico cantautor Ramito (Flor Morales Ramos) por lo cual no dudó en llamarlo. Al estructurar el proyecto se produjo el LP de mayor éxito del sello Fania, hasta que el propio Colón se juntó con Rubén Blades para grabar Siembra. Pero esa es otra historia.
Casi paralelamente, El Gran Combo de Puerto Rico había comenzado a interpretar temas navideños con el mismo éxito, tanto así que con los años, cualquier que desee conocer de qué va la música de esta época de Puerto Rico tiene que darse una vuelta por el repertorio de esa orquesta. Entre los títulos más sonados están La fiesta de Pilito, Desenfunda y No hay cama pa’ tanta gente, que han obligado a bailar a mucha gente. Curiosamente esta agrupación no incluyó al cuatro en su instrumentación.
Sin cuatro no parece haber navidad en Puerto Rico, y sin baile no hay fiesta que se precie en esa isla. El instrumento trascendió de tal manera que algunos de sus ejecutantes, como Edwin Colón Zayas, lo llevó mucho más allá, interpretando temas clásicos de forma majestuosa, y tocando piezas populares al lado de lo más granado de la isla, y otros jóvenes como Quique Domenech pueden ser escuchados en la brillante interpretación.