lunes 7  de  octubre 2024
José Luis Rumbaut López

El momento oportuno (1)

Veracruz.- Hoy nos sorprende que las más importantes medidas de cambio económico del país se debaten con una tranquilidad que todo indica no padece de apuros.  Con razón los dirigentes del Gobierno argumentan que las prisas traen consigo errores y ya se han cometido muchos.

Diario las Américas | JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ
Por JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ

Veracruz.- Una tarde de  noviembre del 2000  salí de la oficina de la vicepresidencia de la Televisión Cubana con tal vez el mayor enojo que recuerdo de esos tiempos profusos y espectaculares.  Tenía en mis manos un proyecto, cuyas primeras tomas y los esbozos se habían filmado y junto con mi amigo y colega Arnaldo Hernández habíamos planeado muchas veces. El director había hecho los guiones de los primeros programas titulados a priori Fin de milenio; las locaciones vistas, los entrevistados avisados; todo coordinado.

Pero la Televisión Cubana se negaba a poner al aire un programa sobre la economía cubana que se cuestionaba la efectividad de las medidas que el Gobierno tomó en el ya algo lejano inicio del “período especial en tiempo de paz” y las perceptivas que teníamos de enfrentar la crisis sin caer aun mas bajo.  ¿El motivo?: No era el momento oportuno.

La teoría del momento oportuno ocupó no pocas clases y otros tantos debates desde nuestros tiempos universitarios.  La mayoría de las veces que planteábamos un proyecto atrevido, interesante, que se pareciera un poco a la realidad que vivíamos, los responsables consideraban no era el momento y había que esperar. Y así llevamos esperando mucho tiempo, demasiado, por resolver los múltiples problemas que cada día agobian la vida de mis coterráneos.

Hoy nos sorprende que las más importantes medidas de cambio económico del país se debaten con una tranquilidad que todo indica no padece de apuros.  Con razón los dirigentes del Gobierno argumentan que las prisas traen consigo errores y ya se han cometido muchos.  Pero tampoco hay tiempo para demoras injustificadas, y nadie ha dicho qué motiva la larga espera para implementar medidas que son indiscutiblemente la base de otras que incluso ya están aplicando.

Siguen sin aparecer los mercados mayoristas que den las materias primas y las bases que la nueva economía personal (fuera del Estado, eufemísticamente llamada por cuenta propia) necesita para arraigarse. No se apoya la creación y fomento de PYMES, la vía  más usada a nivel mundial para la creación de empleos. Con esto se crearía un asiento económico sobre el cual plantar las mayorías los anhelos de superación para un importante sector de la población.

Se aprobó una aceptable Ley de Inversiones Extranjeras pero falta la Ley de Inversiones en general (lo cual excluye a los cubanos de dentro) y están  ausentes en la cartera  de inversiones los proyectos que favorezcan la mediana y pequeña empresa.  La iniciativa privada de los cubanos que están dentro no se puede soslayar dentro de un marco de regulaciones que pretenden fomentar el empleo y buscar alternativas de generación de riquezas al margen del Estado. Por supuesto, es un error no tener en cuenta la experiencia y lo que podrían aportar los que emigraron o están viviendo en el extranjero con historias de éxito personal.

Algunos analistas indican que esta lentitud se debe al temor a crear espacios donde prospere  una clase solvente.  Sin embargo, este fenómeno y la demora en la toma de decisiones  está convirtiendo la sociedad cubana en un crisol de clases, o al menos de grupos sociales donde el trabajo como función y medio material del sustento,  cada vez es menos importante.  Para no decir que con una política impositiva como la implantada no será muy fácil crear el habito de contribuir los que tienen a una sociedad que pretende mantener algunas importantes gratuidades.

Ya no se trata solamente de una economía subterránea, escondida.  Esta al alcance de todos, en las redes sociales, en la publicidad de la calle, en el paquete semanal, en los impresos que poco a poco llegan a las manos de los cubanos que van llenando cada vez más los cafés en divisas y los accesos a internet buscando satisfacer lo que en la escuela les enseñaron como “necesidades crecientes”. También ocupando los espacios que quedan disponibles mientras los que deciden siguen pensando.

La espera es larga, lo peor sería que al final (porque todo llega, ¡me lo enseñó  mi abuelo!) cuando todo esté implementado y listo para su uso, no tuviéramos siquiera con quien hacerlo (créanme, o mejor, miren la estadísticas de la emigración, las edades  y el problema demográfico que se nos viene encima).  Habríamos perdido la oportunidad (esta si, la única, tal vez la última) de cultivar un país, con todos y para el bien de todos.

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