Unos 8 millones de ciudadanos cubanos mayores de 16 años fueron convocados a las urnas este 19 de abril para elegir a los 12.500 delegados que integrarán los concejos municipales de Gobierno.
A excepción de dos miembros de la oposición interna, Hildebrando Chaviano y Yuniel López, que aprovechando los agujeros legales de la propia constitución, alcanzaron a ser postulados en sus barrios, la naturaleza de estos comicios parciales no permite considerarlos como algo que trascienda el formalismo de lo que pretende alcanzar la apariencia de un Gobierno institucional.
El propio vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez lo ratificó cuando definió que el ejercicio del voto como un acto de responsabilidad que llevaba implícito “el compromiso con la revolución”.
Es decir, elegir en Cuba no tiene el significado preciso de la palabra que es sinónimo de escoger, discernir, o preferir. La elección bajo el régimen implantado en la isla, bajo cuyos preceptos no está prevista la opción de disentir, significa mover las mismas fichas dentro de un tablero en el que todas las posiciones están asignadas.
Enmarcadas en el contexto de lo que el segundo hombre del régimen de La Habana denominó como acontecimientos históricos, las elecciones que tuvieron lugar este domingo en Cuba, son de marcada importancia para quienes llevan las riendas del Gobierno en la isla en tanto les sirven para mostrar lo que ellos califican como “democracia representativa”.
Interrogado por la prensa oficialista después de ejercer el voto este domingo, Díaz-Canel, a modo de reafirmación de la no intención del régimen de propiciar verdaderos cambios, envió el mensaje del estado de satisfacción del Gobierno por el curso del diálogo con EEUU pero reiteró la postura de mantener a toda costa lo que califica de “respaldo del pueblo a la revolución”.
