viernes 29  de  marzo 2024
Hermanos al Rescate

Armando Alejandre Jr., un hombre que soñaba de día

Como parte de Hermanos al Rescate, y también desde su activismo independiente, Armando Alejandre Jr. soñaba con la libertad de Cuba, y así lo plasmó días antes de su muerte en un artículo que publicó en este periódico
Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

“¿Por qué no? ¿Por qué no arriesgar un sueño que puede convertirse en realidad y dar finalmente una solución a nuestro dilema?”, escribió Armando Alejandre Jr. en su artículo Los que sueñan de día, publicado en DIARIO LAS AMÉRICAS el 15 de febrero de 1996.

Días después, la avioneta en que viajaba, como parte de Hermanos al Rescate, sería abatida por un misil de un avión militar de Cuba.

Su hija Marlene Alejandre, que entonces tenía 18 años y estudiaba en la Universidad de la Florida, recuerda aquellos momentos de incertidumbre.

“Ese día mis amistades no me dejaban ver la televisión. Me mantenían fuera del dormitorio. Mi roommate entraba al cuarto antes que yo y borraba los mensajes que me dejaban en la máquina”, recordó Marlene.

No supo de lo ocurrido hasta el día siguiente. “Obviamente, no dormí pensando que mi papá estaba flotando en el mar. Yo solo pensaba en tiburones, porque no tenía la menor idea de lo que había pasado. Cuando tuvimos una cita con el guardacostas nos dijeron que era una recuperación, porque no iba a haber nada, ahí nos dimos cuenta de que no había esperanza”, agregó.

Marlene, hija única y muy apegada a su padre, que era su mejor amigo, podía hablar por teléfono con él hasta cuatro veces al día. “El nivel de confianza era enorme”, sumó. Estaban tan unidos que cuando él hacía viajes a Bahamas para llevar suministros a los cubanos retenidos allí, “constantemente me estaba llamando para ver qué juguetes se podía llevar de mi cuarto, para llevarlos a los niños que estaban allí. ‘Marlen, ¿tienes una bolsa de peluches en el clóset, por favor, para llevarlos?’ Y yo le daba todo lo que tenía”.

Según testimonios recogidos en el libro Seagull One. La asombrosa y verdadera historia de los Hermanos al Rescate, firmado por José Basulto y Lily Prellezo, Armando Alejandre Jr, de 45 años, iba regularmente al hangar de Hermanos al Rescate para organizar la ayuda e insumos que se enviaban refugiados cubanos en Bahamas. Su apoyo solía ser en tierra, no porque no tuviera el arrojo ni el entrenamiento -pues era veterano de los Marines y estuvo en Vietnam-, sino por su tamaño.

Alejandre medía dos metros y su tamaño no era el más apropiado para viajar durante horas de búsqueda por el estrecho de la Florida en una avioneta ligera como las que usaban en HAR. “A él no lo querían en Hermanos al Rescate, porque ellos no podían llevar tantos suministros si él iba en la avioneta”, dijo, entre risas, su hija Marlene.

Soñar despierto con Cuba

Aunque salió de Cuba con 10 años, no dejó de pensar en su isla. Una vez en EEUU, y con once años, cumplidos el 16 de abril de 1961, recibió con esperanzas las noticias de la invasión de Bahía de Cochinos. “¡Fidel se va! ¡Podemos volver a casa!”, decía a sus padres. Pero ese día no llegó para él.

“Él tenía su voz, la usaba, le gustaba luchar por las cosas en las que creía y que tenían valor. Tenía principios desde muy joven. Hacía cualquier cosa para despertar conciencia sobre lo que pasaba en Cuba”, contó Marlene.

Cuba siempre fue una constante, y además de acercarse a los Hermanos al Rescate, y de su interés por ayudar al movimiento disidente dentro de la isla llamado Concilio Cubano, se inclinó por el activismo.

Una vez se rompió una pierna al saltar la valla de la sección de intereses de Cuba en Washington. En otra ocasión viajó a Colombia con una bandera cubana en su maleta para boicotear la reunión de la Cumbre Iberoamericana, donde participaba Cuba. En 1994, cuando Fidel Castro estaba en Nueva York, se unió a Sylvia Iriondo en protesta ante el discurso del gobernante en Harlem.

Como recuenta Prellezo en su libro, la mañana del 24 de febrero de 1996, Alejandre salió de su casa “antes del amanecer”. Estaba apresurado y “no le dio un beso de despedida a su esposa, aunque Marlene lo llamó desde la puerta de la casa”.

El día en que su padre habría cumplido 46 años, el 16 de abril de 1996, Marlene viajó a Ginebra para presentarse ante la Convención de Derechos Humanos. Ese mismo día, en Nueva York, Marlene madre protestaba frente a la Misión de Cuba en esa ciudad.

Cuando miles de personas se reunieron en homenaje por el derribo de las avionetas, en el estadio Orange Bowl, el 2 de marzo de 1996, se entonaron los himnos de Cuba y de Estados Unidos. Después, y en honor a Alejandre, veterano de Vietnam, una banda de la Infantería de Marina hizo un redoble de tambores. Lo que siguió fue la confirmación de esa permanencia de la memoria en el exilio cubano. José Basulto, fundador de los Hermanos al Rescate, hizo un pase de lista de los cuatro fallecidos, y después de cada nombre, la multitud replicaba: “¡Presente!”

El “Hemingway cubano”

Una de sus pasiones era escribir, un talento que desarrolló desde el intercambio epistolar con su madre, mientras él estaba de servicio con los Marines. De hecho, recibió formación en redacción literaria y soñaba con ser un “Hemingway cubano”.

“Cuando yo era chiquitica, le pedía que me leyera cuentos para dormir. Él me pedía que le diera tiempo, porque él mismo los escribía. Me acuerdo de él con sus papeles amarillos, escribía páginas y páginas. Le encantaba leer, escribir, aprender. Y le gustaban los libros de no ficción. Decía: ‘hay tantos cuentos verdaderos que son increíbles’”, relató Marlene.

En su artículo, publicado en este periódico, Alejandre recordaba con tristeza a su escuela, su casa y sus amigos.

“Sueño, otra vez, con mi sabio y valiente, aunque mayor que yo, compañero de escuela, Virgilio Campanería, quien murió en el paredón. Cuando yo regresé, él sabrá que volví”.

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