Bajo el manto de la Virgen de la Caridad que protege a todos los cubanos sean creyentes o no, la hermandad entre los jóvenes de la Brigada 2506 se selló, mientras cumplían el calvario de un presidio que les fue impuesto porque tuvieron el arrojo de arriesgar sus vidas para ir al rescate de la familia, la escuela, los amigos y la Patria que les estaban siendo arrebatados mientras en Cuba se implantaba el régimen del odio.
Sesenta años después del suceso que marcó un antes y un después para ellos, para su país y para el resto de Latinoamérica, hay cosas que no han cambiado entre los asaltantes a Bahía de Cochinos: el respeto mutuo, la camaradería, el desenfadado con el que se tratan los amigos que, aunque porten las medallas al mérito que ganaron por derecho propio, sonríen y se emocionan con los recuerdos de la gesta que los convirtió en héroes.
La historia narrada del lado de quienes se ufanan de haber sido vencedores fabricó personajes a los que etiquetaron como mercenarios, que regresaban para recuperar riquezas y despojar al pueblo de sus bienes.
Como con todos los adversarios políticos del gobierno implantado por Fidel Castro, la maquinaria propagandística cubana se encargó de desdibujar ante la población el carácter moral de unos muchachos que apenas habían dejado de ser adolescentes y bautizaron su adultez ofreciéndose como voluntarios para una invasión en la que sólo primaba la defensa de un ideal, ¡Salvar a Cuba!
Por eso hoy, cuando se convirtieron en científicos, prominentes políticos, hombres de negocios, intelectuales y sobre todo, gente de bien a los que lo azaroso de aquella experiencia les forjó el carácter y las convicciones; el legado que les interesa dejar no es precisamente el del testimonio de la epopeya que protagonizaron.
Lo esencial que buscan está en la preservación de los valores de cubanía que han sido capaces de inculcar en sus hijos y nietos nacidos en otra tierra pero que sienten a través del ejemplo de sus padres, el orgullo de esas raíces.
Volver a Cuba ya no sea quizás un propósito para muchos de los brigadistas porque en la tierra que les abrió los brazos echaron raíces y se multiplicaron. Pero ver a Cuba florecer y a los cubanos despojados de un sistema que les impone el sometimiento, eso sí continúa siendo un sentir común a todos.
Así lo dijeron en los testimonios que tuvimos el privilegio de escuchar y que nos compartieron para este homenaje pensado a propósito del 60 aniversario de la Brigada 2506, para ellos y para reivindicación de todos.
Son momentos de revelaciones únicas que procuramos porque nos las debíamos, quienes crecimos escuchando que los cubanos del destierro no querían a Cuba.
Compilamos en esta edición conmemorativa historias en las que se resumen el espíritu de reconciliación y los intereses comunes entre los exiliados y los cubanos de la isla que durante décadas estuvo vedado.
“Por Cuba vale la pena poner a un lado las diferencias”; “Fuimos a rescatar la libertad”; “Te sientes orgulloso de ir a luchar por la libertad de tu patria”; “Defiendo el sueño de una Cuba liberada”; “Esas ansias de luchar por Cuba aún las tengo”; “El momento de Cuba está por llegar”; “Le pido a Dios que me dé salud para ver a Cuba libre”; “Mi deseo, una Cuba en democracia”.
Son frases que resumen el testamento político que la generación de la Brigada 2506 le debía a las generaciones nacidas después de 1959.
Que se conozcan estas verdades, que se derrumben los mitos causantes de tantas divisiones, que se reivindique la memoria de los muertos y que a los jóvenes llegue el llamado de estos jóvenes a los que sesenta años después aún les desvela pensar en Cuba.