MIAMI.- El ingenio se agudiza en los momentos de crisis, decía mi abuela. Nueva normalidad, el oxímoron que recoge el manual de supervivencia bajo la pandemia que nos acecha, nos obliga a que vivamos prácticamente recluidos, alejados de otros, imponiendo una distancia ¿social? poco habitual en nuestras vidas.
Pero el ser humano es un ser social. Su estado de desarrollo, supervivencia y bienestar psicológico depende, en gran medida, de su interacción con la sociedad de la que forma parte. Si no, recuerden aquel viejo chiste del náufrago que se quedó en una isla desierta con Marilyn Monroe (para los jóvenes, la mujer sex-symbol de mi época) y estaba muy triste, más bien deprimido, porque no se lo podría contar a nadie. Necesitaba decir: “Amigo, estoy con Marilyn”.
Así de simple. Nosotros necesitamos contactar. Ver las caras de nuestros seres queridos y afortunadamente ni los teléfonos, ni las computadores, ni el Zoom, ni el Facebook han podido reemplazar esa necesidad de vernos y tocarnos. Es lo que somos. Pero para sobrevivir a esta peste, no está permitido que nos reunamos ni para celebrar una graduación. Y la gente creó las graduaciones en autos. Vimos con alegría grandes caravanas de carros con globos, donde los padres orgullosos paseaban a sus retoños que “lo habían logrado”. Hay que contarlo, hay que decirlo. Es una condición humana.
Hace unos días, me llamó la atención un cumpleaños en un parking de un centro comercial, de estos que ahora están aún cerrados. Pues bien, un grupo de familiares y amigos habían quedado en el parking, cada uno con su auto bien engalanado. Formaron un corro o círculo, todos portando sus máscaras y manteniendo la distancia social.
Me pareció bonito, respetuoso y muy humano. Un grupo de personas que le plantan cara a las consecuencias del virus. Y de forma cauta, mantienen la “normalidad” bajo las nuevas condiciones.
El niño o la niña de esa fiesta, (no me acerqué, no estaba invitado) deberá estar muy orgulloso de ese progenitor que quiso a toda costa celebrarle el cumpleaños. No era un hermoso salón, ni un gran restaurante. Era un modesto parking donde palpitaba la alegría de estar vivos. ¡Feliz cumpleaños!