lunes 20  de  enero 2025
Brigada 2506

Humberto López Saldaña: "Mi afán siempre ha sido la libertad de Cuba"

"He logrado hacer mi vida, tengo mi familia, mis hijos, hasta nietos. Pero mi anhelo, mi afán siempre ha sido la libertad de Cuba. Lo haría otra vez"
Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

Humberto López Saldaña fue uno de los más de mil jóvenes que integraron la Brigada de Asalto 2506, entrenada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para realizar una invasión en Cuba en 1961 y detener el recién instaurado mandato de Fidel Castro. Pero ¿quién era Humberto antes de convertirse en uno de los sobrevivientes de este hecho? ¿Cómo ha sido su vida en el exilio?

“Era estudiante, había terminado bachillerato y matriculado ingeniería civil en La Habana”, dice este matancero de ojos azules, que sin dudas robó corazones en sus tiempos de galán. “En el año 56, cuando desembarca Fidel Castro en las costas de Oriente, suspenden las clases en la universidad, y hasta ahí llegó mi carrera”, añade.

Solo el hecho de salir de Cuba representaba “que eras desafecto al régimen de Castro. En vez de salir por Varadero, tuve que ir a La Habana, porque en Varadero me conocían, y me podían poner trabas. Fui a la embajada americana, conseguí una visa de turista, llegué a Miami y pedí asilo a los pocos días”.

Su familia nunca estuvo a favor de Castro. “No nos gustaba aquel sistema opresivo”. Como recuerda, su hermano había estado preso en una oportunidad. “Tenía amigos desafectos a Castro y estábamos haciendo actos en contra del gobierno. Poníamos letreros, escribíamos en las paredes ‘Abajo Castro’, y en una época muy difícil; si te cogían ibas preso y posiblemente te mataban”.

Humberto confiesa que salió de Cuba “con la idea fija de regresar con un rifle en la mano. Nos fuimos enterando de que había campamentos y nos inscribimos. Recibimos entrenamiento en una base en el estado de Louisiana. Llegamos a Guatemala y creamos el Batallón 5 de infantería”.

“Desde temprano estábamos de pie”, cuenta. “Hacíamos una formación, ejercicios, pasodoble, sobre todo. La montaña era bien alta y el oxígeno es poco en esos lugares, lo cual era parte del entrenamiento. Teníamos desayuno y después todo el día dando clases teóricas y prácticas con varios tipos de armas”. Hasta el día cero, cuando salieron de Guatemala a Nicaragua, a Puerto Cabezas. “Yo estaba en el barco Houston. Íbamos imbuidos en los más nobles ideales para lograr la libertad de Cuba”, destaca Humberto.

Además de la marca emocional que dejó aquella gesta, Humberto conserva una cicatriz. “Durante el ataque de la fuerza aérea de Castro al barco Houston, las bombas caían a los lados del barco y el agua nos tambaleaba. Yo estaba llevando las cajuelas de las ametralladoras, las balas del avión picaron al lado mío, y una esquirla me rompió la cabeza. Todavía tengo la cicatriz. Me cortaron el pelo con un cuchillo y seguimos la lucha”, describe.

Cuando los miembros de la Brigada desistieron de seguir combatiendo ante los milicianos en Cuba, los montaron en unas rastras. “Estaba parado en la puerta y me pedían las botas. Entonces traen otra rastra y dicen que nos bajemos unos cuantos y nos montemos en la otra. Yo dije de aquí no me voy a bajar, si me bajo me van a quitar los zapatos y los pantalones”.

“La otra rastra es la que llenaron y cerraron herméticamente, y hubo nueve hermanos nuestros que fallecieron”, explica. En ese transporte, conocido como “la rastra de la muerte”, el entonces comandante Osmany Cienfuegos ordenó subir a más de 100 brigadistas que serían trasladados de Playa Girón a La Habana.

Mientras pasaban por los pueblos de Matanzas de camino a La Habana, las personas les gritaban: “paredón, mercenarios, los vamos a fusilar”. Humberto no olvida que una muchacha reconoció a uno que estaba a su lado, “Carlos Alberto Badías, un famoso galán de la televisión. ‘Mira quién está ahí, qué bonito es, y lo vamos a matar’, dijo la muchacha. ‘¿Quieres que te diga una poesía?’, le respondió el actor”.

Sin embargo, indica que “fue a la inversa cuando salimos del Castillo del Príncipe para San Antonio de los Baños, para venir a tierras de libertad. Por las calles de La Habana nos gritaban: ‘vuelvan otra vez, bien hecho, los felicito’.

Una vez en EEUU, “pensé que iba a estar unos meses, y he estado toda una vida aquí. Trabajé en el aeropuerto por varios años, y luego, como sabía de ingeniería civil, trabajé en la ciudad de Miami como inspector de edificios”, declara. Sin embargo, “esas ansias de luchar por Cuba aún las tengo, de ver a Cuba libre. Continuamos la lucha. Hoy en día me duelen las cosas de Cuba”.

Sobre los jóvenes que viven en la isla, explica que “estas generaciones han nacido bajo este sistema y no han conocido otra cosa. Pero nos llena de orgullo ver su postura de rebeldía contra el régimen de Castro y lo que, entre sus posibilidades, están haciendo. Es encomiable, es como un despertar y queremos que se mantenga”.

Si tuviera que darles algún consejo a los cubanos en la isla, les diría “que fueron testigos de un engaño colosal de promesas incumplidas, de la perversión de los Castro. Todo ha sido un fracaso. Fue inútil el sacrificio que ha asumido el pueblo de Cuba en aras de una doctrina extranjera. El régimen debe pasar a la historia como algo siniestro”.

“Cuando se elimine esa generación de lo que llamo ‘los históricos’, eso va a cambiar por completo y vendrán otros aires de libertad para Cuba. El que manda hoy en Cuba es Raúl Castro y las personas que lo siguen”, señala, convencido. “Esas generaciones de jóvenes que están hoy en día en total enfrentamiento contra el régimen son las que se merecen dirigir los destinos de Cuba en un futuro”.

Humberto resalta que, en 1961, de haber estado Donald Trump en la presidencia, “la diferencia habría sido abismal. Kennedy llevaba tres meses en el gobierno. Titubeó, se dejó llevar por sus consejeros. Nos quedamos sin protección aérea y sin municiones. Si hubiese sido un presidente como Trump, el apoyo hubiera sido firme, total y completo para acabar con la tiranía de Castro”.

López quiere que lo recuerden “como un cubano que estuvo dispuesto a dar su vida en aras de la libertad de Cuba. No hubo sacrificio en vano”. Se considera “un cubano más que participó en esa epopeya de Bahía de Cochinos”.

“Éramos una generación de cubanos orgullosos del rol que estábamos cumpliendo, luchábamos por la patria, para evitarle a Cuba todo el sufrimiento que no sabíamos que vendría después y que realmente vino, todos aquellos atropellos y crímenes. Jóvenes dignos y llenos de ideales patrióticos. Nunca mercenarios”, apunta.

“He logrado hacer mi vida, tengo mi familia, mis hijos, hasta nietos. Pero mi anhelo, mi afán siempre ha sido la libertad de Cuba. Lo haría otra vez”, recalca López, quien suele contarle anécdotas a sus descendientes, quienes “están sumamente orgullosos del padre y el abuelo que tienen”.

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