MIAMI.-SERGIO OTÁLORA
[email protected] @sergiootalora
Tras doce años de haber ocurrido la tragedia que conmovió a todo el sur de la Florida, las familias afectadas por el suceso desconocen qué motivó el crimen
MIAMI.-SERGIO OTÁLORA
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Doce años después de la tragedia, el dolor sigue intacto, “es como si fuera ayer”, susurra Many Hernández. Hace un breve silencio, sus labios tiemblan, se ve la angustia que siente y aparecen las lágrimas. “Hemos estado deprimidos durante todos estos años”, se le quiebra la voz, y su mirada refleja la fragilidad de un hombre enfermo. Y no es para menos: hace apenas unos días su hijo, Michael Hernández, ahora de 26 años, fue sentenciado a cadena perpetua por un asesinato que conmovió a la comunidad del sur de la Florida.
El 3 de febrero de 2004, en la escuela intermedia Southwood, localizada en el suroeste del Condado Miami Dade, alrededor de las ocho de la mañana, en el baño del segundo piso del colegio, Michael degolló y apuñaló más de 40 veces a su mejor amigo, Jaime Gough. En ese entonces los dos tenían 14 años, cursaban el octavo grado, eran dos estudiantes que sacaban A en todas las materias y formaban parte del programa para niños superdotados, en un centro educativo especializado en artes visuales y dramáticas.
Aún hoy el padre de Michael dice no saber nada sobre las motivaciones profundas que impulsaron a su hijo a cometer un crimen atroz. De acuerdo con el relato de este hombre, nacido hace 67 años en Puerto Rico, agobiado por problemas cardiacos, diabetes y artritis, retirado como gerente de ventas del Miami Herald, la familia Hernández siempre fue pacífica, “nunca se oyó una grosería en nuestra casa ni hubo expresiones de rabia de los unos contra los otros”, recuerda. Se vivía incluso una “rutina aburrida, los miércoles comíamos pizza y todos los sábados íbamos a cualquier restaurante”.
Michael nunca fue violento, nunca tuvo una expresión de violencia contra sus padres ni contra su hermana, Cristina –su hermana mayor- quien ahora es médica farmacéutica. Pero días antes del crimen su padre si notó algunos comportamientos extraños del joven, “iba a la nevera, abría las dos puertas, se quedaba ahí por treinta segundos. Después caminaba hacia una reloj que era de su abuelo, se quedaba mirándolo de manera fija, 20, 30 segundos, qué te pasa, le preguntaba, y él me respondía que nada, que en cualquier momento podía dejar de hacer eso”.
Quisieron llevarlo al psicólogo pero el niño quiso que fuera en noviembre de ese año. Pensaba que tal vez estaba con estrés. “Era un muchacho que llegaba del colegio y de inmediato hacía sus tareas y cuando terminaba salía a montar en bicicleta, nuestra casa es en una calle cerrada y nunca se fue de ahí”, recuerda Hernández. “Era sociable, pero muy reservado”, añade. Michael tenía su televisor y computadora en el cuarto y ahí se encerraba a ver sus programas y a oír música.
“La enfermedad mental es algo que uno no ve, y especialmente no lo ve si es alguien de la familia”, anota el padre de Michael. El niño al parecer tenía una vida interior tumultuosa, pero sus padres, y sus maestros, ignoraban por completo el tamaño de la procesión que este jovencito llevaba por dentro.
¿Por qué no abrió la mochila de Michael, la mañana del crimen cuando se dirigía para el colegio? Esa es una pregunta que le han hecho varias veces a Manny. “Confiaba en mi hijo por completo, cuando sacaba una B se ponía furioso. Nunca nos llamaron del colegio por ningún motivo. Si hubiera visto algo preocupante, yo no estaría dando esta entrevista”
En un ambiente familiar donde, como lo dice Hernández, “había control de todo”, ese crimen se sintió como un golpe devastador, absurdo, que cambió la vida de todos y sigue siendo “una pesadilla que no termina”.
-¿Cómo se enteró de lo que estaba pasando en la escuela de su hijo?
- Oí en la radio que algo había pasado en Southwood. Salí hacia la escuela para asegurarme de que Michael estaba bien. Cuando llegué había cientos de personas angustiadas. La Policía anunció que los padres de los dos estudiantes, afectados por esta tragedia, estaban adentro. Cuando oí eso me tranquilicé porque Michael debía estar bien. Entonces me fui a almorzar. Pero a las 3:15 de esa tarde recibí una llamada de uno de los detectives en la que me dijeron que tenían en custodia a mi hijo en Doral, porque habría sido testigo del incidente ocurrido en la escuela. Esas fueron sus palabras. Después recibí una llamada de un reportero del Miami Herald, al final de la tarde, en la que me dijo que si yo era consciente de que Michael había confesado, y pregunté confesado qué.
¿Para ese momento usted no sabía nada de los graves hechos ocurridos en la escuela?
- Cuando llegamos la policía dijo primero que era una niña a la que habían apuñalado. Y dijeron que los dos niños afectados por este incidente estaban siendo interrogados dentro de la escuela, con sus padres. Pero nosotros no estábamos ahí.
-¿Cuándo se enteraron, entonces?
Inicialmente, ese día a las 3:15 de la tarde, cuando hablamos por teléfono con los detectives, nos dijeron que a nuestro hijo lo estaban interrogando. Yo pregunté si podíamos recoger a Michael y llevarlo con nosotros a la casa, nos dijeron que sí, después del interrogatorio. Eso era mentira. Ellos sabían desde el principio que Michael había cometido el crimen. Y durante quince horas, le negaron agua, comida y el permiso para llamar a los padres. Cuando tuvimos la audiencia, hace unas semanas, mostraron de nuevo la confesión de mi hijo. Mi esposa y yo nos salimos de la sala y le digo por qué: si usted ve esa confesión, ve una mesa blanca, a mi hijo y enfrente de él a dos detectives. No ve que mi esposa o yo estemos ahí, o un abogado. Por qué. Cómo es posible que nadie hubiera hablado por ese niño que necesitaba ayuda. Kathy y yo somos los únicos padres, en Estados Unidos, con un hijo que no tiene derechos.
-La justicia considera que su hijo es un peligro social por fuera de la cárcel. Que un hecho como el que protagonizó puede volver a ocurrir.
Sí, así piensan ellos, pero nosotros no.
-¿Qué piensan los siquiatras y psicólogos?
Es que no le han dado esa ayuda. Por eso yo digo si hoy mismo me dicen que vaya a buscar a mi hijo a la cárcel, yo lo llevo a que lo vean los especialistas.
¿Pero es claro que su hijo tiene una enfermedad mental?
Es claro para nosotros y para la gente que lo conoce. Pero no para el estado de la Florida, porque el techo es tan bajo para determinar si alguien puede seguir un juicio, que si una persona puede decir su nombre, es competente para enfrentar una corte.
-¿Ha vuelto a tener una crisis psicótica?
Nada. Ni un problema. Él se ha mantenido ahí, con sus estudios, trabajando en la biblioteca, teniendo su clase con los otros prisioneros, y leyendo libros. Yo le digo que estoy ciento por ciento seguro de que no volvería a actuar como lo hizo.
“Nos queda la esperanza”
Para Manny Hernández, padre de Michael, el jovencito que hace 12 años, asesinó a puñaladas a su mejor amigo, en un baño de la escuela intermedia Southwood, piensa que el juez que sentenció a su hijo fue “vengativo y parcializado”.
La familia tenía la ilusión de que la orden dada por la Corte Suprema federal, de no dar cadena perpetua a menores de edad, le iba a rebajar la sentencia. “Pero todas las decisiones de este juez fueron basadas en lo que dijo la fiscal. Él sólo vio dos cosas malas: una, las conversaciones entre mi hijo y una mujer que él conoció. Ella se comunicó con él. Según el juez, eran conversaciones que un hombre no debía tener con una mujer. Y lo otro fue la música que a él le gusta escuchar, que es como dos niveles más fuertes que el rock and roll. Se llama metal.”
De acuerdo con Hernández, el juez no tuvo ninguna consideración con su hijo. Hasta el momento Michael no ha tenido ningún tratamiento psiquiátrico. Todas estas noches este hombre, ya de 26 años, ha llamado a sus padres. “Después de la sentencia me preguntó qué más podía hacer él. Yo le respondí que no deje de persistir, que siga con sus estudios, y que permanezca enfocado en lo que está haciendo, no importa el sitio dónde esté”.
Pero el juez y la fiscal tienen una percepción absolutamente distinta de Michael Hernández. John Schlesinger, juez del circuito de Miami-Dade, dijo que el joven asesino seguía tan obsesionado con asesinos en serie y cosas macabras como lo estaba cuando mató a su compañero de clase.
Por ley de la Florida, Hernández podría tener una revisión judicial después de permanecer 25 años en la cárcel, es decir, en 2029, si se tiene en cuenta que ya ha cumplido 12 de castigo.