MIAMI.-RUI FERREIRA
Especial
Una legión de médicos, enfermeros y farmacéuticos licenciados, o no, prestan servicios a quienes no tienen los medios para ser atendidos “legalmente”
MIAMI.-RUI FERREIRA
Especial
Una de estas mañanas, una docena de personas hace fila delante de una pequeña clínica ubicada en el suroeste de Miami. El grupo es sólo la punta del iceberg de una industria oculta que muchos no quieren ver. Una industria cuya única preocupación es atender a los enfermos, sin prestar atención a sus documentos.
Cuando la clínica abre sus puertas, la fila desaparece lentamente y para los pacientes comienza la larga espera para ser vistos por un médico o una enfermera que les hará los análisis requeridos.
Mientras tanto, los necesitados pasan las horas conversando, hablando de sus vicisitudes, las preocupaciones y las alegrías. De esta manera, cada uno de ellos pasa el tiempo, entretanto recuerdan cómo llegaron a Estados Unidos, los demonios que enfrentaron para cruzar el desierto fronterizo o los tiburones que acecharon las frágiles embarcaciones con que se atrevieron a escapar de una vida miserable para luego tal vez afrontar un futuro peor. Y descubren que tienen algo en común. Todos son personas sin seguro médico o inmigrantes sin papeles que piensan que no pueden acceder a ello.
Es un ejército de necesitados que se mueve discretamente todos los días por el mundo subterráneo de Miami y que, como todo ser humano, también se enferman.
"Yo no tengo otra alternativa. Mi patrón no nos paga seguro médico. Yo trabajo medio tiempo y me duele mucho la espalda. Tengo que atender a mi niña", explicó Mariana, una hondureña, que no quiere dar su nombre, pese a que tiene los papeles en regla.
Ella acude a esta clínica porque los precios son más baratos. Los dueños saben que existe toda una clientela de bajos recursos que está dispuesta a pagar algo. La primera consulta cuesta 40 dólares y baja de inmediato a 25 en la segunda, la tercera y así sucesivamente. Un paquete de análisis cuesta poco más de 100 dólares, mientras en otros lugares, destinados para gente con seguro, el precio podría triplicar.
Los médicos no son ilegales. Por el contrario, disponen de licencia médica para ejercer en la Florida pero se cubren las espaldas.
Carlos, que tampoco quiere dar su verdadero nombre, es uno de esos médicos y afirma que presta todo el tratamiento posible. "Yo no hago preguntas. No me interesa quien tiene seguro o no, o si es un indocumentado. Los atiendo a todos como un paciente normal", explicó el galeno de origen mexicano que tardó cuatro años en lograr la licencia para ejercer su profesión.
Médicos clandestinos
Pero también hay necesitados que son inmigrantes sin papeles. Médicos que ejercen su profesión clandestinamente y viven en la mirilla de la Policía. Casi siempre son médicos especializados, dentistas o ginecólogos, que han emigrado y no han logrado obtener un permiso de trabajo como médicos especializados. A los indocumentados y personas sin seguro médico no les importa que no dispongan de un permiso oficial. Casi siempre llegan a ellos recomendados por otros pacientes y se dejan atender sin grandes garantías porque es más barato. Pero es peligroso. El año pasado la Policía de la ciudad de Hialeah arrestó a dos médicos clandestinos que realizaron abortos sin disponer de la tecnología apropiada.
Este tipo de consultorios suelen existir dentro de residencias privadas. En un caso, el consultorio improvisado es atendido por un inmigrante que no dispone de licencia médica pero se ha graduado en su país natal y es reconocido allá. Tiene una clientela fija porque sus precios son muy asequibles. Y los hay de todos tipos, médicos generales, cardiólogos, especialistas renales, de las vías digestivas… es solo buscar, que se encuentra.
Medicamentos más baratos
Pero alrededor de toda esta industria subterránea hay otra. Son las farmacias que venden medicamentos sin receta médica, muchas veces fabricados en otros países y traídos ilegalmente a Estados Unidos. La aduana en Miami está muy atenta a todo este trasiego, pero es imposible dar con todos los contrabandistas. Además, para la Policía es muy difícil demostrar que las medicinas son vendidas clandestinamente y sin receta.
Como en las clínicas los precios son más baratos. Un ansiolítico o una pastilla para un dolor fuerte de espalda pueden costar unos 10 dólares en una farmacia regular. En las clandestinas se compra un ansiolítico mexicano por mitad del precio y el efecto es igual. Como siempre, la transacción es discreta. "Vengo de parte del doctor tal", dice el cliente. "Sí, lo sé. Esto es lo que quiere, es tanto...". Gracias y adiós.
En el fondo, todo esto se debe a que los seguros de salud son muy caros. Realmente un inmigrante indocumentado puede acceder a un seguro de salud si tiene dinero para hacerlo. Nadie en el sistema de salud le puede preguntar sobre su situación migratoria. Pero muchos tienen miedo, ignoran este detalle o sencillamente no tienen dinero.
En el área metropolitana de Miami, las autoridades calculan que el 21% de los trabajadores no tiene seguro médico. Y nadie sabe a cuánto asciende la cifra entre los indocumentados. Sin embargo, trabajan y existe toda una legión de médicos, enfermeros y farmacéuticos para atenderlos. Es una industria subterránea que mueve millones de dólares y la mayoría, en negro, no paga impuestos.
Demanda popular
Entre los abastecedores de medicamentos sin autorización, las autoridades del Drug Enforcement Agency destacan los llamados pill mills, o minas de píldoras, donde es fácil obtener prácticamente cualquier fármaco sin necesidad de poseer una receta médica. Por ejemplo, el calmante altamente restringido oxycodone, que apacigua la intensidad de ciertos dolores, puede ser incluso obtenida por un precio menor al existente en el mercado autorizado. De hecho, las restricciones y el alto costo de la popular píldora conllevan a la demanda popular, el subsiguiente contrabando y el abastecimiento que la ley considera ilegal.
LEA TAMBIÉN: Foro en UM llama a acabar con el estigma de la enfermedades mentales