sábado 23  de  marzo 2024
Miami-Dade

Miami-Dade, el año que tanto aprendimos

El 2020 termina en números rojos, pero rico en experiencias humanitarias, ante el golpe catastrófico de una pandemia que se ha llevado hasta estos días más de 4.000 vidas humanas en nuestro condado
Por JESÚS HERNÁNDEZ

MIAMI. - Hacer un repaso del año que termina del condado Miami-Dade no es tarea fácil, si tenemos en cuenta la pandemia de coronavirus y los más de 4.000 fallecimientos que hemos sufrido.

Muy atrás quedó, casi olvidado, la bonanza que vivíamos al comienzo de 2020. Y si a esto sumamos los daños a la economía, los dimes y diretes que presenciamos y los proyectos que se quedaron sin hacer, salvo el proceso electoral que resultó ser mayormente ejemplar, el saldo no es favorable.

Enero comenzó con el entonces alcalde condal, Carlos Giménez, que aseguró: “Hoy puedo decir que el estado de la economía es estable, fuerte, y el futuro es brillante”.

Un par de días después Miami-Dade acogía su onceno Super Bowl, la ciudad del país que mayor cantidad de veces lo ha hecho; y se daba a conocer la buena noticia de que el magno evento deportivo aportó unos 500 millones de dólares a la economía condal.

A finales de enero, Miami-Dade daba otro paso hacia la energía solar tras concebir, junto a la empresa eléctrica Florida Power & Light, la primera matriz de paneles solares flotante del sureste de los Estados Unidos, sobre las aguas de Blue Lagoon, para generar suficiente corriente eléctrica a 20 hogares durante un año, ahorrando 174 toneladas métricas en emisiones de carbono.

Pandemia

Un mes después, a finales de febrero, Giménez reconoció el peligro que acechaba: el coronavirus.

“El Condado está listo para enfrentar cualquier situación”, dijo el alcalde. Pero la pandemia pudo más que los deseos y en aquellos días el Aeropuerto Internacional de Miami, tras reportar un récord de pasajeros en 2019, cercano a los 46 millones, comenzaba a ver sus vuelos mermar.

Lo mismo sucedió con el Puerto de Miami, la terminal de cruceros más concurrida del mundo, cuando los grandes barcos comenzaron a parar.

De esta manera, junto al subsiguiente llamado a quedarse en casa y el cierre de locales comerciales, la economía condal se desinfló.

El 13 de marzo las escuelas públicas cerraron. Dos semanas después Miami-Dade exigió el uso de mascarillas en locales comerciales y las bibliotecas entregaban planillas para solicitar el pago por desempleo, ante el colapso de la red estatal.

Entretanto, surgió la repartición gratuita de alimentos para necesitados, en múltiples lugares del condado, que aún se mantiene, con la ayuda de entidades gubernamentales y privadas, que denota el carácter humanitario que significa a nuestra sociedad.

En abril la orden de cubrirse nariz y boca fue ampliada a lugares públicos, luego de que Miami, Miami Beach y Hialeah emitieran órdenes similares días anteriores.

Mientras tanto, el Gobierno estatal de Florida, junto a la autoridad federal del país, proveyó asistencia médica, con un par de hospitales de campaña, que ayudó a paliar el colapso de los centros médicos.

Madres, padres e hijos no se pudieron ver más en los centros de cuidado para la tercera edad, por ser los mayores precisamente los más vulnerables, salvo a través de una ventana o una videollamada.

Entonces, la familia no pudo enterrar a sus muertos.

Asimismo, se establecieron centros públicos de pruebas gratuitas que ayudaron a conocer el alto índice de contagios y prevenir a quienes estuvieran infectados, que llegó a denotar más del 22% de los examinados.

Y llegó mayo, cuando la pandemia parecía bajar la cabeza, y la reapertura de restaurantes y otros locales comerciales fue convocada.

Bastaron dos meses para dar marcha atrás y volver a cerrar prácticamente todo, tras sumar 2.000 muertos más.

Era mayo cuando la protesta por la muerte de George Floyd, en Minneapolis, invadió el país y llegó a Miami. Miles y miles de manifestantes acudieron a las calles del centro de Miami y otras localidades, mascarillas puestas, para expresar su pesar y pedir cambios.

Entonces, un toque de queda fue establecido ante la inminente violencia que atentaba contra la propiedad privada.

En julio el toque de queda fue renovado para evitar la aglomeración de personas y contrarrestar el nuevo brote del virus.

Miami-Dade llegó a reportar más de 3.200 nuevos contagio y 50 muertes en un día.

Surgieron en aquel momento las reclamaciones de dueños de restaurantes y otros locales comerciales, que veían ver sus fuentes de ingreso desaparecer. “¿Cómo pagar alquiler, facturas y salarios si no podemos abrir los negocios y la ayuda financiera no es suficiente?”, preguntaban todos.

Creció en aquel tiempo el clamor por la gran interrogante que surgió junto a la pandemia ¿Salud pública o economía? Y ello llevó al punto medio que podría salvar ambas cuestiones.

Finalmente, en septiembre, tras acumular más de 165.000 contagios y cerca de 3.000 fallecimientos, Miami-Dade reordenó la reapertura de restaurantes y otros locales comerciales, aunque con ciertas medidas sanitarias a cumplir.

Desde aquellos días, el Condado, junto a la treintena de municipalidades que lo conforma, apuesta al gobernador de Florida, Ron DeSantis, para liberar su orden de no penalizar a quienes no usen mascarillas en espacios públicos.

Las escuelas públicas de Miami-Dade reabrieron el 5 de octubre, tras una fuerte polémica con la autoridad estatal que prácticamente amenazó con retirar ciertos fondos.

El 3 de noviembre celebramos las elecciones generales, a pesar de la pandemia, bajo estrictas medidas de seguridad y una participación histórica de votos por correo.

Hubo sorpresas y entre ellas la elección de Daniella Levine Cava como primera alcaldesa de Miami-Dade, con cerca del 54 % de los votos a favor, frente a 46 % de Esteban Bovo Jr.

Diciembre trajo la luz al final del túnel: la vacuna que podría terminar con la pandemia.

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