CARACAS.- Los defensores externos del régimen de Nicolás Maduro suelen argumentar que el refrendo de las urnas ha legitimado al sucesor de Hugo Chávez y que el haber ganado las elecciones le convierten en un gobernante democrático. Pero la democracia es mucho más que ejercer el voto, un voto que por cierto tiene que ser libre y secreto.
Sin embargo, en la Venezuela chavista se ha convertido en costumbre establecer listas con los nombres y apellidos de aquellos que no colaboran con la revolución bolivariana. En 2004 se reunieron 700.000 firmas para solicitar un referendo revocatorio del mandato del entonces presidente Hugo Chávez. El diputado oficialista Luis Tascón tuvo acceso a dicha lista, que se convirtió en una suerte de “censo de traidores”. Muchos de ellos sufrieron la venganza del poder y quedaron excluidos de empleos públicos, de ayudas estatales y otros beneficios. La Lista Tascón puso en evidencia un sistema que premia a los dóciles y castiga a los que libremente ejercen la crítica.
Once años después, Maduro se dispone a crear otra lista de la vergüenza. En esta ocasión lo que solicita son adhesiones para solicitar al Gobierno de Estados Unidos que derogue las sanciones contra funcionarios venezolanos y deje de considerar a su país como una amenaza.
Pretende reunir 10 millones de firmas y el pánico está cundiendo entre aquellos que no simpatizan con la causa del presidente, que según las últimas encuestas es una gran mayoría. ¿Qué pasará con aquellos que no rubriquen la locura de este emperador decadente?
Ningún proceso de estas características puede ser fiable bajo un Gobierno aficionado a la trampa y la ilegalidad. Provoca una gran tristeza comprobar como un gobernante se fija como objetivo dividir a su pueblo y promover la política del terror a los opositores.