El ejercicio de la política se transfigura de modo insospechado. De mediática ha pasado a ser histriónica. Si seguimos por este camino inquietante, creo que entre algunos de los numerosos cursos profesionales que ofrece nuestro Teatro Prometeo, cabría en el futuro uno especialmente ideado para los aspirantes a políticos.
Ahora trato de recordar si el presidente Ronald Reagan se aprovechó de su conocimiento de la puesta en escena. No fue el mejor de los actores –coincide en decir la crítica-, pero tenía el conocimiento de la interpretación. Como oficial electo resultó ser sumamente convincente y eficaz, todo un paradigma en la historia presidencial americana.
Con la campaña electoral adelantada y atípica que se ha desencadenado, principalmente en las pantallas televisivas, estamos siendo testigos de la influencia que ejerce la indiscreción y la inmediatez informativas, consustanciales a nuestra época digital.
Si las circunstancias siguen por el mismo camino, el más alto cargo de la nación y uno entre los más importantes del mundo, puede llegar a ser un ejercicio de actuación en vez de interiorización, responsabilidad suprema y sentido común.
En este tira y encoge de los tempranos debates presidenciales he recordado a mis buenos maestros, aquellos que no tenían que esforzarse mucho para transmitir con naturalidad su sabiduría, en los cuales podía confiar, a diferencia de otros, sin la sagrada entrega y vocación pedagógicas, que solían solucionar tal dilema “actuando” sus conocimientos.
Nos hemos dejado contaminar o seducir por el concepto y la fórmula de probado éxito de los llamados “reality show”, donde la superficialidad y el entretenimiento imperan, lo cual no es algo pecaminoso, solo un asunto perteneciente al mercado y la guerra de los ratings.
Resulta perturbador que la imagen valga por mil palabras en este campo. Algunos alumnos me interpelan en los predios del College para dejarme saber que no se sienten representados en las promesas de los aspirantes. La educación no suele ser tomada seriamente en cuenta.
No es de extrañar pues que el elector potencial se vuelva cínico, incrédulo. Lo han ido arrinconando a un callejón sin salida.
Los actores y factores de la política nacional han devenido puesta en escena. Queremos saber lo que piensan, luego de actuar, en el camerino y sin maquillaje.