martes 10  de  septiembre 2024
REPORTAJE

La tragedia de Mali busca el premio Oscar

MADRID.- El filme Timbuktu aspira a ganar el gran premio como mejor película extranjera

MADRID.- dpa

El actor y músico maliense Ibrahim Ahmed, conocido como Pino, abandonó su país para poder vivir de la música. Tras el golpe de Estado de 2012, la revolución tuareg contra el gobierno maliense y el posterior avance de los yihadistas en el norte, la supervivencia allí se hacía imposible.

Como tuareg, su música no gustaba en el sur, pero en el norte, es posible que los islamistas radicales acabaran matándolo, cuenta en entrevista con dpa en Madrid, con motivo del estreno el viernes en España de la primera película que protagoniza, Timbuktu, del director mauritano Abderrahmane Sissako, que el 22 de febrero competirá por un Oscar como mejor cinta de habla no inglesa.

Tras pasar por Burkina Faso y París, el músico lleva asentado desde 2013 en España, donde tras formar parte de varios grupos, prepara para marzo la salida a la venta de su primer álbum en solitario, Sahara's Spirit. Pero en medio de su carrera musical se coló un proyecto cinematográfico que ha superado todas las expectativas.

Sissako lo eligió para encarnar a Kidane, un hombre que vive tranquilamente en las dunas junto a su esposa y su hija antes de que su vida dé un giro con la llegada de los yihadistas. También a Kidane le gusta tocar la guitarra en su tienda de campaña por las noches, algo que prohíben de inmediato los islamistas al llegar a su pueblo, cercano a Tombuctú.

"No creo que los yihadistas odien realmente la música pero es una forma de controlar a la gente y sus mentalidades. Es peligrosa porque permite rebelarse, crecer, madurar y vivir libremente. Es un arma muy poderosa que distrae de la fe", asegura.

Un arma que además permite resistir desde el espíritu. Las noticias sobre Mali hablan de enfrentamientos, muertes y conquistas, pero olvidan la resistencia. "Todo el mundo resiste en Mali, aunque a su manera", asegura Pino.

Y Timbuktu está plagada de gestos de resistencia, como el canto doloroso de una mujer mientras recibe latigazos o el juego de un grupo de jóvenes capaces de seguir con su partido de fútbol pese a que los islamistas les han quitado la pelota.

"El espacio público pertenece al opresor, pero de puertas adentro todo el mundo encuentra su libertad", cuenta Pinto, que habla también de esa otra resistencia externa de los más fuertes dispuestos a jugarse la vida por desafiar a la nueva autoridad.

Hay un dicho tuareg que dice: "Si no puedes vencer al enemigo, déjale ganar, no es ninguna vergüenza. Pero eso no significa estar de acuerdo con lo que él impone y no resistir de otra manera".

Una resistencia en el que la religión también desempeña un papel importante, como se muestra en la película. "Los líderes religiosos de la zona han resistido mucho y estaban dispuestos a morir por el islam pacífico que defendían, que aceptaba a los ateos, a los cristianos o a los animistas", asegura Pino.

Porque Pino advierte que no es el islam el que ha creado esas prohibiciones. "Las tres religiones monoteístas beben del Antiguo Testamento", donde ya se veta la prohibición del alcohol, el tabaco o la mala vida. Pero todas ellas olvidan "que el ser humano es débil y necesita agarrarse a algo: a dios y a sus pasiones", considera el protagonista de Timbuktu.

Con un título que hace referencia al nombre en inglés de la ciudad norteña, basta una palabra para decirlo todo: y es que Tombuctú tiene una enorme carga simbólica para Mali, más importante aún tras la destrucción causada por los islamistas con su avance.

La leyenda dice que fue fundada después de que una mujer tuareg cavara un pozo que servía para dar de beber a los comerciantes que cruzaban el desierto. A partir de ahí surgió una ciudad de arquitectura única en medio de las dunas que ha sido declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Pero a su riqueza cultural y religiosa -acoge una de las mayores bibliotecas del islam- se une otra de carácter espiritual: "Es una ciudad hospitalaria donde muchas etnias han convivido en armonía desde hace miles de años, es una ciudad mágica llena de misticismo", cuenta Pino.

Una magia y un misticismo que los yihadistas no pueden borrar, pese a la destrucción material. "Han manchado y herido su dignidad, pero el alma de Tombuctú resiste, sigue estando allí y seguirá eternamente. Tombuctú curará sus heridas y volverá a ponerse en pie", augura el artista.

En cuanto a su país y el continente africano, Pino considera que un día también se pondrá en pie, tras la injerencia extranjera que no hace sino crear los problemas y luego intentar buscar soluciones que a veces hacen aún más daño, como ocurrió en Libia.

Pero eso sólo será posible cuando haya un despertar político y revolucionario y cuando se acabe la dominación por parte de Occidente. "No se puede entender que los hijos del continente más rico del mundo emigren a Europa como si fuera El Dorado. Tengo fe en un despertar social".

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