Sería una tarea imposible recordar de cuantas conversaciones sobre la corrupción política en América Latina he sido testigo y participé con compatriotas españoles. La mayoría tuvieron lugar a partir de seis años atrás y en todas ellas rezumaba una notoria condescendencia al hablar de un fenómeno que nos parecía ajeno. Lo que parecía habitual en los países latinoamericanos, parecía algo lejano y sin ningún tipo de relación ni conexión con la flamante democracia española.
Es más, la transición española era un modelo a imitar y sus detalles se estudiaban en universidades y escuelas de todo el mundo para buscar equivalencias a aplicar en países que iniciaran el camino de la dictadura a la democracia. Leyendo los diarios españoles de estos últimos días, uno no puede dejar de exclamar aquello de ¡cómo ha cambiado este cuento!
La corrupción en España está poniendo en cuestión todo lo vivido y transmitido al mundo durante los últimos 40 años. Ya nadie se atrevería mantener discusiones sobre casos de abusos de poder que han salpicado a gobernantes de Centro o Sudamérica con el aire de superioridad antes mencionado. Quizás, y no es el objeto de este artículo, las trampas en el poder de los políticos de la región tengan más que ver con la herencia española de lo que esos que se han considerado cívicamente superiores a un venezolano o un salvadoreño, por poner un ejemplo, están dispuestos a aceptar.
El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, se vió obligado esta semana en el Senado a pedir perdón públicamente acorralado por los escándalos que afectan a miembros de su grupo político, el Partido Popular. El partido en el poder, que se distinguió por fustigar la corrupción de los socialistas en la era de Felipe González, se enfrenta a una causa general de financiación ilegal en la que los jueces le acusan de desarrollar una contabilidad oculta e ilegal, de cobrar comisiones y de enriquecerse no sólo como organización, también individualmente sus líderes habrían cobrado bajo la mesa para aumentar sus patrimonios.
Con el PP y el PSOE heridos, espero que no de muerte por el bien de la democracia, una fuerza política, Podemos, que tiene como referencias a Chávez, Correa o Evo Morales, está subiendo en las encuestas como la espuma.
Como español siento una gran desolación. Yo fui uno de los niños que se crió en esa democracia incipiente e ilusionante donde todos, de derecha a izquierda, se pusieron de acuerdo en crear un proyecto común en torno a la Constitución española. Algunos políticos, seguramente demasiados, han traicionado ese espíritu fundacional y nos han llevado a este callejón sin salida. Pero los españoles de a pie, el pueblo, tenemos que ser capaces de darle la vuelta y no dar opciones al populismo cuya esencia no es democrática. Podemos mirar de nuevo a Latinoamérica, esta vez sin condescendencia, para aprender de su historia reciente y que España no se convierta en el modelo chavista de Europa.