LA HABANA.-RUI FERREIRA
Enviado especial
@ruiefe
Las personas que junto a Raúl Castro escucharon el discurso del presidente Obama en La Habana constituyen el brazo ejecutor de las reformas que el régimen intenta llevar adelante en el país
LA HABANA.-RUI FERREIRA
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Miguel Díaz Canel, Esteban Lazo Hernández, Bruno Rodríguez Parrilla y Rodrigo Malmierca integran la nueva pléyade del poder en Cuba. En el mismo orden en que están nombrados, el primer vicepresidente, el presidente de la Asamblea del Poder Popular (Parlamento), el Canciller y el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, son los rostros que representan el momento político actual en la isla.
Todos ellos acompañaron al gobernante Raúl Castro durante la visita del presidente Barack Obama a la isla, el día que el visitante pronunciara su emblemático discurso en el teatro Alicia Alonso o Gran Teatro de La Habana.
Para algunos analistas resultó extremadamente revelador que mientras el mandatario estadounidense discursaba solo ante el auditorio, en el palco principal se encontrara Raúl Castro acompañado de sus principales colaboradores, donde además estaba su hijo Alejandro Castro Espín a quien ha encargado encabezar una corporación sin identidad legal, nombrada Comisión de Defensa y Seguridad Nacional.
Según la generalidad de los consultados, las personas que acompañaban a Castro ese día constituyen el brazo ejecutor de las reformas que el régimen de La Habana intenta llevar adelante en el país para, como ellos mismos y de manera oficial han reconocido, consolidar el sistema. De hecho, en términos políticos se habla de ‘perfeccionamiento’ y no de ‘reformas’, ni ‘evolución’ y, mucho menos, ‘transición'.
Todos ellos se encuentran involucrados de lleno en la totalidad de los aspectos de la ofensiva político económica emprendida por Castro de quien fuentes consultadas dicen “tiene en cuenta la opinión de sus más cercanos colaboradores”.
Si el canciller Rodríguez, y en alguna medida, Castro Espín, aseguran la ofensiva fuera de las fronteras; el primero negociando con la Unión Europea y el segundo, moviendo los hilos aunque tras las sombras en las negociaciones con EEUU, el ministro Malmierca es quien ha diseñado y explicado los planes gubernamentales de atraer inversiones que provean el necesario balón de oxígeno para un sistema que requiere de una fuerte inyección de capital foráneo para salir del atolladero.
Es mucho lo que necesitan, se habla de un mínimo de 2.000 millones de dólares que deben ser conseguidos de preferencia en el próximo lustro.
García Mesa, el más veterano del grupo, es el hombre que asegura que los diputados cubanos, críticos internamente desde las últimas elecciones parlamentarias, den el respaldo necesario a los mecanismos legislativos que hacen falta para poder poner en marcha toda esta máquina. Aunque la ley de inversiones, reformada hace unos años, ha abierto algunas puertas, todavía faltan muchas herramientas que satisfagan a los potenciales inversionistas, principalmente estadounidenses que rondan constantemente el archipiélago en busca de respuestas, principalmente en términos de seguridad jurídica, un tema que todavía provoca temores teniendo en cuenta todo el proceso de nacionalizaciones realizadas por el Gobierno de los Castro al inicio de la revolución, las expropiaciones y confiscaciones de empresas extranjeras efectuadas en las últimos años.
De hecho, el régimen cubano ha merecido duras críticas por la falta de claridad de las leyes referidas al derecho a la propiedad y por lo poco esclarecedor que ha sido el Gobierno sobre este asunto.
Por otro lado, este grupo de ‘hombres de Raúl’, que incluye además al ministro de la Fuerzas Armadas, Leopoldo Cintra Frías, está llamado a tener un papel preponderante durante el séptimo congreso del gobernante partido comunista, que comienza el sábado, para explicar a los delegados qué se ha hecho y cuáles son las ideas que pretende implementar para rediseñar la sociedad, un tema bastante delicado porque, según lo consideran muchos analistas en la capital cubana, tiene bastantes adversarios dentro del propio régimen.
“Son personas que sienten que, tras décadas de un sistema inflexible, constituye una especie de ‘traición’ abrir ahora algunas fisuras que pudieran, desde esa óptica, agrietar la ‘obra de la revolución’. En todo esto hay muchos intereses afectados. Esta gente no está nada contenta. Por ellos todo seguiría igual”, dijo un profesor universitario.
Pero los ortodoxos del castrismo no son los únicos descontentos. A menos de una semana del inicio del congreso del partido comunista, la sociedad cubana vive un intenso e inédito debate popular por la incógnita que hay sobre los temas que serán debatidos allí. Se da por sentado que habrá un golpe de timón, quizá una importante sacudida del árbol, pero la población y muchos militantes del partido no tienen la más mínima idea de lo que se piensa discutir.
Hasta el momento, al contrario de años anteriores, la prensa no se ha referido en detalle a los documentos a debatir durante ese foro. Se supone que las discusiones internas comenzaron el 1 de marzo, pero después de ese anuncio la descripción de lo acaecido en esas reuniones es casi nula, más allá de anunciar su realización. Tanto que el portal oficial Cubadebate no les llama ‘asambleas’ sino ‘reuniones de consulta’.
“El verdadero debate está en la calle no en esas reuniones a puertas cerradas. La gente quiere saber qué se va a discutir. Por primera vez, en muchos pero muchos años, [los cubanos] se han interesado por un congreso del partido, quizá porque intuyen que el resultado de sus debates pueda ser definitorio para el futuro del país’, estima un académico cubano.
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