ATENAS.-DPA
Los últimos doce meses del primer ministro griego y su Gobierno de mayoría de izquierda han estado llenos de confusión y dificultades. Cuando este lunes cumpla un año en el poder, al primer ministro griego todavía le quedarán por delante numerosos desafíos, desde la amenaza de la quiebra del país hasta un agravamiento de la crisis de los refugiados. No le falta de nada
ATENAS.-DPA
Los últimos doce meses del primer ministro griego Alexis Tsipras y su Gobierno de mayoría de izquierda han estado llenos de confusión y dificultades. Cuando este lunes cumpla un año en el poder, al primer ministro griego todavía le quedarán por delante numerosos desafíos, desde la amenaza de la quiebra del país hasta un agravamiento de la crisis de los refugiados. No le falta de nada.
Pero ¿qué hay del propio Tsipas? El político izquierdista ha dado un giro de 180 grados en el último año.
"Tan pronto lleguemos al poder, pondremos fin al programa de ajuste y vamos a renovar la Unión Europea". Así lo prometió durante la campaña electoral. Y tras su victoria en las urnas (del 36,6%) comenzó a buscar apoyos con los que deseaba conformar un "frente de los países del sur".
“Las promesas se cumplen”
Ese fue ya el primer error de cálculo del joven primer ministro. Su homólogo italiano, Matteo Renzi, le dio un par de palmaditas en la espalda y le regaló una corbata, pero le recordó que las promesas en Europa se cumplen. Algo similar tuvo que escuchar del jefe de Estado francés, François Hollande. Y países sureños, entonces de gobiernos conservadores como España y Portugal, no querían ser relacionados con el revolucionario griego.
Las negociaciones iniciales con la odiada troika, es decir, los socios europeos, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, las dejó Tsipras en la estrella emergente de su Gobierno, el ministro de Finanzas Yanis Varoufakis. El economista, doctorado en teoría del juego, volvió locos a los interlocutores en las negociaciones con su desenfreno y acabó perdiendo las pocas simpatías que suscitaba.
Otro error de cálculo
Pero fue otro error de cálculo de Tsipras el pensar que las negociaciones se podrían quedar estancadas. El hecho de creer que los socios europeos apoyarían de forma incondicional a Grecia para evitar una ruptura dentro la unión monetaria finalmente no funcionó. En lugar de ello, los principales implicados europeos en la negociación se mostraron igual de persistentes que los griegos y en mayo de 2015 suspendieron el apoyo económico al país.
Como consecuencia, Grecia se iba a quedar sin poder cumplir con sus compromisos. Para saldar las deudas se llegó incluso a tomar dinero prestado a corto plazo de las empresas estatales. Pero pese a todos los esfuerzos, el país estaba en junio al borde de la bancarrota de nuevo. Tsipras comprendió que la situación no podía seguir así y de repente comenzó a dar bandazos.
Varoufakis fue apartado de las negociaciones. Como los griegos, por temor a la bancarrota estatal, estaban sacando dinero del país en cifras que sumaban decenas de miles de millones, el Gobierno impuso controles a la circulación de capitales.
Con un referéndum exprés, que todavía a día de hoy sigue siendo materia de debate para politólogos sobre su verdadera intención, Tsipras trasladó a la ciudadanía la decisión de si aceptar o no el nuevo programa de ahorro dictado por la UE. Un 61,3% de los griegos votó en contra, y sin embargo Tsipras firmó a mitad de julio en Bruselas el programa de ahorro más duro que se había puesto sobre la mesa, pero que le aseguró a Grecia ayuda financiera por valor de 86.000 millones de euros.
Con el amplio apoyo de todos los partidos proeuropeos en el Parlamento griego se acabó aprobando el programa. Pero el ala izquierda dentro del partido de Tsipras, Syriza, se escindió. Para sortear su rechazo, el jefe de Gobierno provocó la convocatoria de nuevas elecciones con su dimisión y el 20 de septiembre volvió a ganar los comicios con un 35,5% de los apoyos.
Desde entonces Tsipras gobierna en una coalición, como al inicio, con la ayuda de una pequeña formación conservadora nacionalista, los Griegos Independientes (Anel), pero sus problemas no han menguado, sino todo lo contrario.
Ahora tiene ante sí los recortes más duros: la amplia reforma de las pensiones y la reforma fiscal. La población está enojada con ambas iniciativas. Abogados y notarios salen regularmente a la calle en la "sublevación de las corbatas"; los funcionarios hacen huelga y los agricultores ocupan la capital con sus tractores o cortan importantes autopistas.
A todo ello se suma la crisis de los refugiados y en esto se critica a Tsipras que los centros de registro prometidos no se hayan construido y no se hayan protegido suficientemente las fronteras.
En una encuesta publicada, los conservadores obtendrían una ligera ventaja sobre Tsipras, cuya gestión desaprueba una amplia mayoría del 62,1 por ciento de los consultados. Pero ese mismo porcentaje opina que el líder izquierdista debería encabezar otra coalición de gobierno para imponer las reformas pendientes.
Los desafíos no dejan de acumularse, pero en Grecia celebran las fiestas pese a todo. Y como Syriza es, según Trispras, el primer partido verdaderamente de izquierdas y gobierna desde hace un año, se ha organizado para el domingo una gran fiesta en un estadio de Atenas. Este lunes el primer ministro regresará a su tarea hercúlea, la de sacar al país de la crisis.
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