martes 18  de  febrero 2025
ANÁLISIS

El acoso sexual, la plaga del Egipto moderno

La mayoría de las mujeres adultas ha sido acosada alguna vez y la mitad de las egipcias lo experimenta a diario, a pesar de que el Gobierno creó un nuevo reglamento y castigos.

EL CAIRO.- RICARD GONZÁLEZ

Especial

Dalia Youssef nunca sale de casa sin sus auriculares. Y no es sólo porque a esta joven cantante y compositora amateur le apasione la música, sino que los utiliza como escudo protector frente a una de las más extendidas epidemias que sufre Egipto: el acoso sexual.

"Antes me costaba salir a la calle. Durante un tiempo no sabía por qué. Después, descubrí la razón: me angustiaba y deprimía escuchar cada día los comentarios groseros que me lanzaban desconocidos. Ahora, con los cascos, ya ni me entero", comenta en un popular café de El Cairo.

Un estudio recientemente elaborado por las Naciones Unidas muestra la magnitud del problema. El 99% de las mujeres adultas declara haber sufrido alguna vez el acoso sexual y cerca de un 50% lo experimenta diariamente.

Así pues, no es de extrañar que el 82% de las egipcias se sienta insegura en la calle, y el 43% diga que, como le pasaba a la Dalia, trata de no salir a la calle.

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"Las formas más comunes de acoso son los comentarios obscenos de desconocidos, y los tocamientos en zonas sensibles. Una no puede bajar nunca la guardia. A veces, incluso meten la mano por la ventana cuando estás parada en el coche", explica Zeinab Sabet, una joven voluntaria de la asociación Shuftu taharrush ("He visto el acoso"), una de las más activas en la lucha contra esta lacra.

"Otro muy habitual es el telefónico. Llaman al azar y cuando descuelga una mujer, no paran de llamar. Lo normal es recibir más de 30 pérdidas durante la hora siguiente", añade.

Violación masiva

Contrariamente a lo que dictaría la intuición, las situaciones de mayor riesgo tienen lugar en los sitios más concurridos y en plena luz del día, como manifestaciones, celebraciones públicas y los medios de transporte.

En junio del año pasado se produjo un inesperado giro a la inacción habitual de las autoridades ante un problema que no es nuevo pero que se ha ido agravando con el paso de los años. Una joven sufrió una brutal agresión sexual por parte de más de una docena de hombres en la emblemática Plaza Tahrir, el epicentro de la Revolución de 2011.

La novedad del caso fue que el asalto sucedió durante una concentración para celebrar la victoria del general Abdelfattah Al-Sissi a las elecciones presidenciales y fue grabado con un teléfono.

Una vez colgado en las redes sociales, se convirtió en una toda una sensación, y forzó a Al-Sissi a reaccionar convirtiendo la lucha contra el acoso en una prioridad. En un gesto efectista, visitó la joven agredida con un ramo de flores en el hospital.

En cuestión de días, el presidente firmó un decreto que tipificaba por primera vez el acoso sexual como delito. Lo que no habían podido alcanzar las organizaciones en defensa de los derechos de la mujer en años de trabajo, lo hizo un vídeo colgado en internet.

Sanciones al abuso

El decreto, que enmienda el Código Penal, impone penas de prisión que oscilan entre los seis meses y los cinco años, en función de la gravedad del asalto y de si se trató de un infractor reincidente.

Además, también establece multas por un valor de entre 320 y 5.500 euros (360 y 6.195 dólares), una cifra considerable si tenemos en cuenta que el salario mínimo mensual en el país árabe no supera los 75 euros (84 dólares).

Casi cinco meses después de la aplicación de la nueva normativa, los resultados son más bien exiguos. "No ha cambiado nada", se lamenta Sabet. "Yo sí creo que hay un poco menos de acoso en la calle. Pero no basta con una ley”, comenta Van Loon.

“Hay que atacar las raíces profundas del problema", afirma Loon, que ha vivido en otros países de Oriente Medio y cree que ninguna parte es comparable a El Cairo. "En un solo día aquí puedo experimentar un número de casos similares a los que viví en Amman o Ramala en tres meses".

Un problema cultural

Entre los factores que se suelen apuntar para explicar este fenómeno, existe la frustración sexual que genera una sociedad cada vez más conservadora, mezclada con la amplia difusión de vídeos eróticos a través de la televisión por satélite o por internet.

Asimismo, se señala a que el elevado desempleo juvenil haya retrasado sustancialmente el promedio de edad de matrimonio, sobre todo entre los hombres, aumentando la frustración sexual.

"El verdadero motivo es la falta de respeto y consideración hacia la mujer y sus derechos. Es vista como un simple objeto sexual, no como un individuo igual. Es necesario un cambio cultural desde las escuelas", apunta Sabet, que recuerda que los acosadores no son sólo jóvenes solteros, sino también casados, maduros, e incluso niños.

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"El acoso cuenta con alto grado de aceptación social, y por tanto, de impunidad. Para muchos, es una especie de demostración de virilidad", apostilla.

Una de las más gastadas justificaciones de los acosadores consiste en atribuir la responsabilidad a las víctimas, sobre todo a su forma de vestir. Sin embargo, los datos refutan este lugar común: según el estudio de la ONU, el 75% de las mujeres acosadas vestía de forma pudorosa.

 

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