LONDRES/WASHINGTON.-DPA
El debate sobre el cambio climático y el acuerdo firmado en París para comenzar una progresiva descarbonización no han mejorado el panorama para los gigantes petroleros
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Cuando los gigantes del sector petrolero se reúnan en Londres en febrero para la semana anual del petróleo, altos directivos, oligarcas y jeques compartirán sus conocimientos mientras bebiendo champán y degustando panecillos con caviar.
Sin embargo, este año los ánimos están lejos de ser los necesarios para una celebración, ya que la industria está sumida en una crisis de la que no se sabe a ciencia cierta cómo saldrá.
El precio del crudo mundial continúa bajando por tercer año consecutivo y las previsiones no arrojan luz sobre el futuro. Actualmente, el barril de crudo (159 litros) se paga a 30 dólares (27,45 euros), cuando hace 18 meses se pagaba a 108 (98,81 euros). En los consejos de administración de las grandes compañías ya se tienen en cuenta los peores escenarios.
Los bancos sacan un pronóstico tras otro. El banco de inversión estadounidense Morgan Stanley, que en 2008 afirmaba que llegar a pagar 200 dólares por barril era posible, marca el suelo en 20 dólares.
El británico Standard Chartered va más allá y afirma que un escenario de diez dólares el barril se puede contemplar, una cifra inédita desde el año 2001.
Esta caída, que supone un alivio para los conductores de vehículos y rebaja las facturas de calefacción, se ha convertido en un gigantesco problema para la industria petrolera mundial.
"Si el escenario no cambia, el mercado podría ahogarse en un exceso de oferta", advirtió hace poco la Agencia Internacional de Energía en París, que asesora una treintena de países en materia energética. De momento, la tremenda caída en el precio del crudo costó a la industria 230.000 trabajos.
El banco estadounidense Wells Fargo, que prestó 17.000 millones de dólares a compañías petroleras, reservó hace muy poco 1.200 millones de dólares ante el peligro de nuevas quiebras de empresas petroleras.
Cuarenta y dos empresas del sector acabaron en quiebra desde comienzos del año 2015, afirma el bufete texana Haynes y Boone. Los precios bajos son especialmente negativos para la extracción desde la arena y el esquisto, un proceso tecnológicamente muy complejo y caro.
Los países de la OPEC, en especial Arabia Saudita, bombean enormes cantidades de petróleo en el mercado. El reino saudita pretende con ello debilitar a su archirival Irán, que con el reciente levantamiento de las sanciones económicas mundiales quiere recuperar un paso firme en el mercado.
Con la adhesión de Irán al mercado, la sobreproducción de petróleo al día subirá de un millón de barriles a 1,5 millones de barriles. La demanda, sobre todo de los países emergentes, se está debilitando, como en el caso de China. El poderoso dólar estadounidense presionó también el precio. El fuerte dólar estadounidense ejerce una presión adicional a la baja sobre el precio.
Incluso Arabia Saudí, un país con unos niveles de riqueza gigantescos, entrará en 2016 y 2017 en recesión, aunque todavía podrá aguantar los recortes presupuestarios.
Otros países exportadores de petróleo ya se encuentran en crisis. Irak, que continúa luchando contra el Estado Islámico en su terreno, sufre las consecuencias de un conflicto que parece no tener fin. Venezuela se vio obligada a declarar un estado de emergencia económica.
Nigeria, el mayor exportador de petróleo del continente africano, y cuya economía depende del crudo en un 90 por ciento, tiene que generar deuda adicional. Rusia se encuentra en recesión, algo que podría no cambiar durante 2016, según se desprende del informe sobre la economía mundial publicado por el Fondo Monetario Internacional.
Para las grandes compañías petroleras, los problemas son existenciales, ya que dependen del dinero de sus acreedores. Temen que los inversores, al igual que ocurrió con el carbón, retiren sus inversiones cuando los rendimientos no cuadren y la inseguridad crezca.
El debate sobre el cambio climático y el acuerdo firmado en París para comenzar una progresiva descarbonización no han mejorado el panorama para los gigantes petroleros.
El máximo responsable ejecutivo de Total SA, el gigante francés del petróleo, Patrick Pouyanné, cree inevitable hacer recortes de un 20 por ciento. Royal Dutch Shell, al igual que otros gigantes, tiene aparcados numerosos y grandes proyectos. A la cancelación de un proyecto multimillonario en el Ártico de Alaska siguió el abandono de un proyecto de gas de 11.000 millones en Abu Dhabi.
Los planes para comprar a al competidor BG por unos 40.000 millones son muy controvertidos entre los inversores, ya que el precio de adquisición está basado en una cotización de 60 dólares el barril.
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