MIAMI .- La hegemonía del Partido Comunista, el control centralizado, la represión despiadada, la censura, la propaganda triunfalista y la propiedad estatal sobre los medios de producción eran los pilares sobre los que se erguía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Aquella superpotencia nuclear, de 290 millones de habitantes, cuyo territorio era el más grande de la tierra, era la contraparte de EEUU en el escenario geopolítico de la Guerra Fría y actor indiscutible del orden mundial en la segunda mitad del siglo XX.
Gorbachov que, en su etapa de funcionario de Agricultura, visitó varias naciones de occidente -capitalistas-, quería que su país alcanzara el desarrollo económico que había visto al otro lado de la cortina de hierro. El entonces nuevo secretario general del Partido Comunista de la URSS (PCUS) fijó como primeros objetivos acelerar los procesos de producción y la modernización de la industria química.
Pero la uskorienie -aceleración- tropezó contra el enorme aparato burocrático, la ortodoxia comunista y la corrupción enraizada en el país soviético. Entonces, Gorbachov consideró necesario poner en mano de la sociedad un instrumento que le permitiera seguir adelante: la glaznost, es decir, transparencia informativa, sin la cual los viejos obstáculos seguirían interponiéndose a sus soñadas reformas que pronto se conocieron por su nombre en ruso -perestroika- o reconstrucción.
Se hizo la luz
Fue la implementación de la glásnost la que abrió la Caja de Pandora. Por primera vez, desde la revolución bolchevique de 1917, entró luz en la oscura sociedad que aseguraban estaba carente de problemas, donde el “hombre nuevo vivía en total armonía”.
A partir de entonces, en los medios comenzaron a aparecer los primeros casos de funcionarios corruptos. Los obreros se atrevieron a cuestionar sus condiciones laborales y salariales, las cooperativas agrícolas pusieron sobre la mesa las enormes dificultades que aquejaban al campo, mientras que los ciudadanos corrientes cuestionaron miles de temas cotidianos que nunca se habrían atrevido a abordar en público antes.
Aunque la glásnost no superó su gran primera prueba de fuego, la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986 sí caló en los ambientes culturales e intelectuales de finales de los 1980. Se publicaron libros de autores que hasta entonces estaban censurados, como Alexander Solzhenitsyn, Sergei Bulgakos o Vasili Grossman.
En el cine se proyectaron grandes películas que también habían sido prohibidas, como la laureada Pokayaniye, de Tengiz Abuladze, que denotaba una crítica a la siniestra agencia de seguridad KGB de la época de Josef Stalin. Una dinámica que ayudó a muchos a formar una nueva conciencia social.
Fin de la Guerra Fría
Gorbachov no solo, quiso competir con el capitalismo, sino a través de la distensión buscó acercarse a Occidente. En 1986 firmó con el presidente estadounidense Ronald Reagan, en Reikiavik, Islandia, el primer tratado para reducir el armamento nuclear estratégico -START I- y en 1989 retiró las tropas rusas de Afganistán, donde habían permanecido sin gran éxito por una década. En noviembre de ese mismo año, cayó el Muro de Berlín. Una premonición de lo que acontecería.
Europa del Este
Los pueblos de los países de Europa del Este, pertenecientes al bloque soviético, abrazaron la perestroika y comenzaron a exigir a sus gobernantes los cambios que soplaban desde el Kremlin.
Como resultado de esas presiones, dos miembros del movimiento obrero disidente Solidaridad asumieron el poder en Polonia en 1989. Tadeusz Mazowiccki en el cargo de primer ministro y un año más tarde el sindicalista Lech Walessa asumió la presidencia. El entonces presidente de Rumanía Nicolae Ceauescu fue derrocado y fusilado en la Navidad de 1989. En la República Democrática de Alemania depusieron del cargo y luego arrestaron al presidente Erick Honecker, el húngaro Janos Kadar fue removido del cargo en mayo de 1988. También cayeron Gustav Husak en Checoslovaquia y Todor Shivkov en Bulgaria. Así los países satélites de la URSS se sacudieron de sus tiranos y decidieron emprender su camino por la senda democrática.
El genio, una vez fuera de la lámpara, se volvió incontrolable y ante el asombro de Occidente, los países con regímenes basados en el monopolio del poder político de partidos comunistas comenzaron a transitar, uno tras otro, hacia una democracia pluralista y la economía de mercado, alentados por la perestroika de Gorbachov.
URSS democrática
En el plano interno, el último líder soviético continuó con su pretensión de democratizar el país, aunque en el marco del leninismo. En las elecciones de marzo de 1989 participaron disidentes como Andrei Sajarov o Boris Yeltsin, en calidad de opositores. Un año después, Gorbachov impulsó un proyecto de ley que aprobó en Comité Central del PCUS que puso el fin al monopolio de poder político y llevó al establecimiento de multipartidismo, las libertades religiosas, la libertad de prensa y el fin de la censura.
Pero a finales de los 1990, Gorbachov se movía en un torbellino. Por un lado, personas como Yeltsin, presidente de Rusia, le exigía medidas aperturistas más drásticas. En algunos parlamentos de repúblicas, como Georgia, las fuerzas nacionalistas superaban abrumadoramente a los comunistas soviéticos. La economía burocratizada y tecnológicamente obsoleta no lograba despegar. En ese contexto el líder soviético comenzó a perder popularidad.
En 1991, Letonia y Estonia aprobaron en referendo su independencia. Un evento que sucede año después de la sangrienta represión contra los nacionalistas en las capitales de ambas repúblicas bálticas.
Gorbachov también reprimió militarmente a los nacionalismos en Georgia y Azerbaiyán. A pesar de eso, en junio de 1990, el Parlamento ruso declaró a la Federación Rusa como Estado soberano, una imagen que se repitió en los parlamentos de las repúblicas de la URSS. El país, que había tratado de reformar, se desmembró ante sus ojos.
¿La URSS?
En agosto de 1991, estando Gorbachov en Crimea, un grupo de dirigentes soviéticos, descontentos con los acontecimientos, intentó dar un golpe de estado que fue rechazado por Yeltsin, quien desde el Parlamento ruso llamó a los militares a no sumarse, y a los ciudadanos a la huelga general.
Después del intento de golpe, la imagen de Gorbachov quedó muy debilitada. Solo era cuestión de tiempo que abandonara la dirigencia de un país que, de facto, había dejado de existir. El 25 de diciembre, Gorbachov dimitió y con ese acto culminó su experimento soviético.
El último presidente soviético murió en Moscú el pasado 30 de agosto a la edad de 91. Estaba alejado de la política, dejó como legado el fin de la Guerra Fría, una Europa más libre y 15 repúblicas independientes, muchas de las cuales aún no han encontrado el rumbo democrático.
Gorbachov es una figura clave para entender el mundo y la geopolítica actual. La perestroika y la glasnost demostraron que los sistemas totalitarios comunistas son altamente vulnerables a la transparencia y la democracia. Será recordado como un reformista que intentó echar a andar un gigante con los pies de barro, y lo destruyó.
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