"Todos somos el producto de nuestra experiencia, de nuestros orígenes y de nuestra educación. Vladimir Putin viene del KGB soviético, una de las organizaciones más represivas de la historia de la humanidad. Está haciendo lo que le enseñaron a hacer: manipular, mentir, reclutar, reprimir... y se le da bastante bien", dice el opositor ruso Vladimir Kara Murza en entrevista exclusiva para la miniserie: "Putin: de espía a presidente".
Putin fue un joven conflictivo y abusón en el colegio, un matón lleno de rabia y sin respeto por nada ni nadie. Era delgado y bajo de estatura, frío en sus actos y, por supuesto, no tenía muchos amigos. El joven Vladimir no acabó en la cárcel de San Petersburgo (su ciudad natal) como un criminal del bajo mundo porque lo salvó el judo, deporte en el que llegó a ser bastante bueno y le permitió entrar como espía en el servicio secreto soviético, el tristemente célebre KGB.
La experiencia como espía del KGB en la antigua República Democrática Alemana (RDA) fue frustrante. En las oficinas de Dresde había demasiada rutina y burocracia para el hiperactivo y violento joven que a los 20 años soñaba con ser el James Bond soviético. Según biógrafos del dictador ruso el detonante para ingresar en el KGB llega en 1973 con la serie "Diecisiete instantes de una primavera". La serie cuenta la vida del espía soviético Maksim Isáiev que está infiltrado en la Alemania Nazi bajo el nombre de Max Otto von Stirlitz, personaje que se convierte en ídolo del joven Putin.
Pero el 9 de noviembre de 1989 se unen la Alemania Oriental (RDA) y Occidental (RFA). El pueblo alemán derrumba el Muro de Berlín, se viene abajo el "telón de acero" que había dividido la ciudad durante casi 30 años... De la noche a la mañana "los mapas cambian de color". El bloque socialista se derrumba, y con él, el ideal soviético. Un duro golpe para Putin del que nunca se ha recuperado.
Después de casi cinco años como agente del KGB en la Alemania Oriental, la familia Putin regresa (marzo de 1990) a la todavía agonizante Unión Soviética y se instalan en la antigua Leningrado, hoy San Petersburgo.
Los agentes soviéticos son regresados en masa desde diferentes ciudades del mundo. "Habían sido derrotados, vencidos y, de hecho, se habían quedado sin trabajo, eran los refugiados desplazados de un imperio desmoronado", cuenta el periodista Steven Lee Myers, autor de la biografía de Putin El nuevo zar.
El año 90 es el más duro para el frustrado espía. No le pagaron la escuálida nómina del KGB y el "servicio secreto" le propone un trabajo poco remunerado en el Primer Directorio cerca de Moscú, en Yasenevo, lejos de la familia y sin vivienda. Por lo que el fracasado Putin opta por un "empleo menor" (siempre de agente encubierto) en la Universidad de Leningrado. En la Universidad conoce a Anatoli Sobchak, un profesor que llegaría a ser alcalde de la ciudad e introduce a Vladimir Putin en política. Fue espía disfrazado de concejal hasta que años después el alcalde pierde las elecciones.
Corría el año 1996 y Putin sentía la gloria de haber tocado el cielo en corto plazo. Sin embargo ahora estaba en paro, desempleado en un país en el que una década antes la palabra desempleo no existía oficialmente. Descarta convertirse en abogado o entrenador de judo y opta por ser chofer, "taxista por la izquierda".
Le gustaba conducir, conducir le recuerda las noches de juventud y vueltas por Leningrado en su zhigulipara relajar el estrés. A mediados y casi finales de los 90s conduce un Volga, coche que compró con los ahorros de su antiguo empleo en Dresde. Era habitual en las grandes ciudades soviéticas parar coches particulares para que te lleven a un sitio a cambio de algo de dinero. "A veces tuve que ganar dinero extra", cuenta Putin en el documental de Channel One titulado Rusia. Historia reciente. "Eso significa, ganar dinero extra como conductor privado. No es agradable hablar de esto para serle honesto, pero desgraciadamente ese fue el caso".
mujer traje nacional ucraniano/bienvenida presidente Vladimir Putin 2022/ap
Una mujer vestida con el traje nacional ucraniano le da la bienvenida al presidente ruso, Vladimir Putin, con pan y sal en el aeropuerto de Zaporizhye, a unos 568 kilómetros (352 millas) al oeste de la capital de Ucrania, Kiev, el 6 de octubre de 2002.
AP/Valerey Solovyev, Archivo