JAN KUHLMANN.-dpa
El Instituto para el Estudio de la Guerra en Washington advierte que la presencia de milicias chiitas "arruinan la campaña contra el Estado Islámico y podrían echar por tierra los esfuerzos del Gobierno por lograr la reconciliación con los sunitas"
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Los anuncios triunfalistas tras los avances del Ejército iraquí en Faluya sobre el autoproclamado Estado Islámico (EI) no se hicieron esperar: incluso el primer ministro, Haidar al Abadi, apareció ante las cámaras de televisión sólo unas horas después de que las tropas fieles al gobierno llegaran al centro de uno de los feudos de la milicia islamista.
Rodeado de cuatro funcionarios de alto rango, Al Abadi anunció el viernes la "liberación" de la ciudad, sin importarle mucho que los combates por el control no hayan terminado aún.
El chiita necesita para su supervivencia política una victoria en la ciudad del oeste del país. Desde hace meses, el jefe de Gobierno de 64 años se encuentra bajo una enorme presión para llevar a cabo reformas que prometió el año pasado, sobre todo para mejorar el suministro eléctrico del país y combatir la corrupción. Sin embargo, poco ha hecho hasta ahora.
Por ejemplo, hasta el momento ha fracasado en su deseo de formar un gabinete de tecnócratas en lugar de políticos, con el objetivo de limitar la influencia de los poderosos partidos en la gestión del país. Pero éstos se han resistido con fuerza.
Al Abadi tiene buena voluntad, pero le falta poder, se oye con frecuencia en Bagdad. No sólo está presionado por los partidos que no quieren perder poder, sino también por la gente de la calle. Pequeñas manifestaciones en la plaza Tahrir de Bagdad se han convertido en multitudinarias, después de que el popular clérigo chiita Muktada al Sadr llamara a sus seguidores a protestar contra el Gobierno.
Una multitud indignada llegó a asaltar la Zona Verde de Bagdad, sometida a una estricta seguridad, y entró en el Parlamento. El Gobierno iraquí estuvo al borde del colapso. Sólo la celebración del mes de ayuno musulmán, el Ramadán, le está dando a Al Abadi un respiro.
El éxito en Faluya le fortalece y le deja además libre el camino para seguir avanzando hacia el principal feudo del EI en Irak, la ciudad del Mosul, situada en el norte del país. Sin embargo, con ello podría también azuzar el mayor problema del país: el conflicto sectario entre chitas y sunitas, las dos principales corrientes del islam.
Desde hace tiempo los sunitas denuncian discriminación por parte del Gobierno dominado por chitas. Critican por ejemplo el control de todos los ministerios importantes y de los puestos más influyentes por parte de seguidores de los partidos chitas.
El político sunita Talal Soabi, que preside la comisión anticorrupción del Parlamento iraquí acusa además de a miembros del partido Dawa de Al Abadi y a otros responsables de malversar millones en el país rico en petróleo. No hay transparencia ni reformas y advierte: "Si este sistema no cambia, será el final del proceso político".
Al Abadi no ha logrado en sus en torno a dos años en el poder reducir la oposición a su mandato; en lugar de ello, con su avance sobre Faluya los chiitas extienden su influencia. Pese a que la ciudad se sitúa en el corazón de un territorio de mayoría sunita, en la operación para su liberación participan algunas de las milicias chiitas de peor fama.
Esas milicias son apoyadas por Irán y de facto están fuera del control de Al Abadi, pese a ser el comandante en jefe de las fuerzas del país.
En los últimos años hubo numerosas informaciones sobre actos de represalia de los combatientes chiitas contra civiles chiitas que supuestamente habrían apoyado al Estado Islámico. Políticos de la región y activistas defensores de los derechos humanos informaron de muertos sunitas y cientos de detenidos y torturados.
De toda esta situación saca beneficio sobre todo Daesh, como se denomina en árabe despectivamente al Estado Islámico. Ya en el pasado la política de los partidos chiitas reforzó la desconfianza de los sunitas en su gobierno y allanó el camino a los extremistas.
El Instituto para el Estudio de la Guerra en Washington advierte por ello que la presencia de milicias chiitas "arruinan la campaña contra el Estado Islámico y podrían echar por tierra los esfuerzos del Gobierno por lograr la reconciliación con los sunitas". Expertos militares exigen por ello la retirada de esas milicias chitas.
De no ser así, la victoria militar podría convertirse en una derrota política, advierten los expertos. El experto en Oriente Medio Marc Lynch de Washington exige que el Gobierno iraquí anuncie el avance en Faluya "como una victoria nacional y no chiita" y que apoye a los civiles sunitas.
También el historiador estadounidense experto en la región Juan Cole exige urgentemente una reconciliación entre chiitas y sunitas para poder neutralizar de verdad al Estado Islámico. El experto cree que el EI y su califato islámico apenas tienen ya opciones de supervivencia militar, pero advierte: "Como figura de Gobierno no daría más de un año a Daesh, pero como organización terrorista puede ser muy longevo y mortal".