MIAMI.- En recientes días, el presidente Barack Obama y funcionarios de su Administración han afirmado que la política exterior es prerrogativa del Poder Ejecutivo. Por suerte para nosotros, están equivocados. El pasado 3 de marzo, respondiendo a una pregunta con respecto a la invitación del presidente de la Cámara de Representantes, Boehner, al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, para dirigirse al Congreso, el presidente Obama declaró que "es muy importante para todos nosotros los estadounidenses darnos cuenta que tenemos un sistema de gobierno en que la política exterior funciona a través de la rama ejecutiva y el Presidente, no a través de otros canales". Y el 9 de marzo, el secretario de Prensa, Josh Earnest, declaró que "esta es la manera en que nuestros padres fundadores lo visualizaron; que el Poder Ejecutivo sería responsable de proteger los intereses de política exterior de EEUU".
Esas declaraciones no son compatibles con los hechos. Como el servicio de investigación del Congreso indicó en un informe de 1999, la Constitución de EEUU divide los poderes de política exterior entre el Presidente y el Congreso, para que ambos compartan en la elaboración de la política exterior. Nuestros padres fundadores querían que los poderes ejecutivo y legislativo compartieran la responsabilidad de la política exterior de nuestra nación porque, como escribió Alexander Hamilton en el Federalista 75, "la historia de la conducta humana no garantiza que la exaltada opinión de la virtud humana podría hacer sabia una nación que compromete intereses de tan delicada y trascendental importancia a una clase, como aquéllos que se refieren a sus relaciones con el resto del mundo, a disposición exclusiva de un magistrado creado y circunstanciado como sería un Presidente de EEUU."
En definitiva, la política exterior es demasiado importante como para confiarla sólo en el Poder Ejecutivo. Los representantes del pueblo –el Congreso – tienen un papel crucial que desempeñar en la política exterior de nuestra nación, ya sea cuando está iniciando una política, o supervisando, refinando, apoyando o criticando alguna iniciada por el Poder Ejecutivo; e incluso socavar una mala política cuando sea necesario. Además de la responsabilidad específica del Senado, de proporcionar asesoramiento y consentimiento sobre los tratados, la Constitución también responsabiliza al Congreso a determinar cómo gastar los fondos de los contribuyentes, proveyendo para la defensa de nuestra nación, regulando el comercio y declarando la guerra. El Congreso puede cumplir con sus responsabilidades de política exterior al apropiarse o limitar los fondos donde lo considere necesario, aprobando resoluciones en apoyo o condenando alguna del poder ejecutivo o política exterior del gobierno, escribiendo cartas y reuniéndose con representantes de la rama ejecutiva y de gobiernos extranjeros, llevando a cabo investigaciones y audiencias de supervisión, o ejerciendo presión a través de la amenaza de acción legislativa.
El Presidente debe dejar sus intentos de disminuir el papel que desempeña el Congreso en la política exterior de nuestra nación y, en su lugar, trabajar con el Congreso para modificar, mejorar e implementar políticas que son más fuertes con la comprobación y equilibrio dinámico entre las ramas del gobierno que nuestros padres fundadores visualizaron. Ya sea si es un acuerdo comercial con ramificaciones económicas, o un acuerdo de control de armas con implicaciones para la seguridad nacional, nuestra Constitución exige que el Congreso tiene algo que decir en las políticas exteriores que afectan a los intereses de nuestra nación. El pueblo estadounidense y sus intereses en todo el mundo están mejor representados cuando ambas ramas participan – justo como nuestros padres fundadores proyectaron.