La reunión del gobernante cubano Raúl Castro con el presidente Barack Obama en Nueva York ha dejado a muchos con la boca abierta. Por una parte, Cuba exigiendo con toda la autoridad el fin del embargo, entre otros asuntos, mientras del otro Obama defendiendo el fin de una política que no ha dado resultado en más de 50 años.
Al parecer ambos coinciden, pero existe una gran diferencia en cómo los dos dirigentes pretenden lograr un mismo objetivo. Tal y como se han desarrollado los acontecimientos el régimen cubano es el vencedor de estas jornadas, sin embargo, el presidente Barack Obama insiste en que solo ha cambiado su estrategia para llevarle un futuro de progreso y derechos humanos al pueblo de la isla.
Es como una especie de política de la coladera, donde el régimen intenta mantener la caverna oscura o con la luz encendida hasta cierto nivel, mientras los Estados Unidos les muestran a los cubanos que el mundo está lleno de luz y oportunidades si y solo si, desde dentro de la isla son capaces de construir el futuro que quieren.
Les han dado mucho y no han recibido nada a cambio, se quejan algunos refiriéndose a las acciones de Estados Unidos con respecto a Cuba, pero a largo plazo no habrá quien sea capaz de contener la enorme influencia que ejercerán la nación más poderosa del mundo a través de su “poder blando”.
Los cubanos no son ciegos y se dan cuenta del inmovilismo de los Castro que solo buscan ganar tiempo. Quienes viven dentro de la isla serán ellos quienes ejerzan la presión y la fuerza necesarias para que se produzca el cambio anhelado hacia una democracia apoyados por el trabajo previo del presidente Obama.
La roca siempre se creerá vencedora, pero al final, el mar con su constante ir y venir sabe que la roca es una engreída. No existe roca fuerte para las blandas olas.