Desde hace semanas, tan vez más de un mes, se viene hablando en distintos medios del golpe militar en Chile que derrocó violentamente al gobierno de Salvador Allende en 1973, estableciendo una dictadura militar bajo el mando del general Augusto Pinochet que duró 17 años.
Fueron días trágicos, de muerte, desolación y desaparecidos, que marcó el exilio de muchos otros chilenos. Por suerte la democracia ha regresado a Chile y es sólida, con gobiernos de derecha e izquierda, siempre democráticos, respetando el orden y la ley.
En aquellos años setenta el presidente Salvador Allende estaba estableciendo mecanismos de control político y social que le garantizarían un poder prolongado, incluso permanente, con metas como las de regímenes de Cuba que lleva 65 años en el poder; Nicaragua con cerca de 40 años, y Venezuela, con un sistema político totalitario que rige los destinos del país desde 1999, o sea, próximo a cumplir 25 años.
El periódico El País de España, diario de tendencia izquierdista, ha señalado recientemente que en el Chile de hoy todavía no hay un consenso sobre lo acontecido el 11 de septiembre de 1973. “Chile enfrenta dividido los 50 años del golpe”, reza un titular, que añade: “Cerca de la mitad de la sociedad, un 48%, según la encuesta Criteria, observa la fecha con distancia”.
Por otra parte, el canal internacional de televisión de Chile ha realizado una serie Chile50, donde también se aprecia una división en cuanto a lo que aconteció en 1973. Queda claro que quienes no vivieron el gobierno de Unidad Popular de Allende, ni la dictadura de Pinochet, condenan el golpe militar. Los más viejos, que padecieron a Allende y a Pinochet, están divididos.
El golpe en Chile se inserta dentro de la mecánica general de la época: violencia y golpes de estado. Esa era la postura de los militares y los que llegaban al poder por la fuerza, violación de los derechos humanos en nombre de una causa. Por su parte, los grupos de izquierda, sustentaban su enfrentamiento bajo el lema de que “el único camino es la lucha armada”. De manera que quedaba establecido un campo de batalla entre militares en el poder (policía y ejército) y obreros y estudiantes, aupados por la Unión Soviética, teniendo a la dictadura de Fidel Castro, en Cuba, como el punto de adoctrinamiento, financiación, proveedor de armas y adiestramiento militar para enfrentar los combates.
Los Montoneros, Tupamarus, Frente Sandinista, El Che en Bolivia, Guerrilla de Ñancahuazú, Alfaro Vive, Frente Farabundo Martí, los Chinchoneros, los Macheteros, más otros tantos. Grupos enfocados en la lucha armada y unidos por un propósito, llegar al poder y una vez obtenido, mantenerlo a costa de la democracia.
Los años 60 y 70 marcaban muy claramente la situación en América. Ya otro movimiento, el 26 de julio de Fidel Castro había llegado al poder gracias al apoyo recibido por parte del gobierno norteamericano, que entre otras cosas estableció un embargo de armas al gobierno de Fulgencio Batista, y eso envalentonó a otros movimientos regionales que vieron en la lucha armada el camino al poder. Por su lado, Fidel Castro y sus seguidores los incitaban, adiestraban y financiaban. No olvidar a Ernesto Che Guevara, durante la Tricontinental en La Habana y su llamado a: “crear dos, tres... muchos Vietnam”. Él personalmente fue a crear uno en Bolivia.
Ese convulso aire de la época hizo que el débil gobierno de Allende en Chile, frágil porque fue electo presidente de la República en unas elecciones donde solo obtuvo un 36% de los votos, por lo que tuvo que ser ratificado por el Congreso chileno, que debió elegir entre las bancadas que más votos habían recibido, la de Salvador Allende y Jorge Alessandri. De manera que Allende no fue electo por el voto popular, sino por el del Congreso, algo que legitimaba su mandato, pero enfrentaba a un país extremadamente dividido.
Salvador Allende emprendió su gestión izquierdista, lo que llevó al país a una crisis económica severa. Comenzó el desabastecimiento de los bienes básicos; hubo racionamiento de los productos que se podían adquirir en los mercados; se complicó la crisis social que según estadísticas consultadas, disparó la inflación de un 22% en 1971, cuando llega a La Moneda, a un 605% en 1973, cuando es derrocado.
En medio de la crisis y la izquierdización profunda de Chile, llega Fidel Castro de visita oficial por 10 días y permanece 23 dictando las pautas de la política chilena. Hay un libro Fidel en Chile donde las imágenes muestran al presidente Allende observante y aplaudiendo, mientras el dictador cubano es aclamado.
Esa extendida visita de Castro a Chile molestó a muchos que sintieron la presencia del tirano cubano como injerencista e intervencionista. Además, cuando Castro llega a Chile, ya llevaba 12 años en el poder sin dar señales de cambios democráticos para Cuba, más bien todo lo contrario. Y eso era lo que quería para Chile, un gobierno de izquierda permanente, sin elecciones, consolidando un régimen que no conduciría (como no ha conducido a Cuba que ya tiene casi 65 años de un mismo sistema político en el poder) a un mejor país, sino, a todas luces, lo contrario.
El general Pinochet da un golpe militar para reorganizar al país. Lo logra a sangre y fuego, pero tras los difíciles tiempos iniciales Chile se encaminó y ha sido un claro ejemplo de una de las democracias más sólidas de América Latina, y unos de los países económicamente más viables y prósperos.
A medio siglo del golpe de Pinochet en Chile, se puede ver con más claridad el sacrificio que representó para ese país la asonada militar y los resultados a largo plazo.
Lo que sí ha sido muy importante es que año tras año los chilenos conmemoren la fecha del 11 de septiembre de 1973. Es un llamado a evitar que se vuelvan a repetir las atrocidades de la fracasada extrema izquierda de Allende, y el uso de la fuerza bruta que empleó Pinochet.