viernes 11  de  octubre 2024

A la larga... y a la corta

Hay coincidencia en que en 30 años se llegará a una situación extrema más grave que el hambre y que cualquier guerra o peste. Para el 2050, como van las cosas, los sistemas de seguridad social se harán pedazos
Diario las Américas | DANILO ARBILLA
Por DANILO ARBILLA

Se puede afrontar con cierta frivolidad y cinismo al estilo John Maynard Keynes, con aquello de que “a la larga estaremos todos muertos”. Pero, decididamente, si se atiende a lo que dicen los ministros del G20, el FMI, la ONU y por lo que se ve, el mayor problema por delante es el envejecimiento de la población. La gente vive mucho; demasiado, parecería. Como que no estaba previsto. Hay coincidencia en que en 30 años se llegará a una situación extrema más grave que el hambre y que cualquier guerra o peste. Para el 2050, como van las cosas, los sistemas de seguridad social se harán pedazos; los pocos que puedan sobrevivir para esa fecha.

La OCDE advierte que “la mayor expectativa de vida… contribuye a una rápida expansión de los jubilados en los países ricos”.

Y el FMI dice: “el envejecimiento ejerce una presión sobre las finanzas públicas que se traduce en un aumento de los gastos en jubilaciones y salud”.

También la ONU, en su último informe sobre la población mundial, dice que se produce un desequilibrio tal, entre mayores retirados y gente en edad de trabajo, que se transforma en una seria “presión sobre los sistemas de protección social”.

El ministro de finanzas de Japón, Taro Aso, aconseja, en particular a los países menos desarrollados, a que actúen antes de que sea demasiado tarde.

Se habla de 30 años, que están a la vuelta de la esquina y es como decir hoy o ayer; se refieren a los países ricos –pero abarca a todos– y decididamente lo de tomar las medidas es fácil decirlo, pero hacerlo es otra cosa. La gente no quiere morirse, quiere jubilarse lo más joven posible y cobrar su jubilación. Y eso mete fuerza, en todos lados, no importa el signo, lo pobre o rico que se sea. Veamos.

Daniel Ortega, desde hace 12 años es el mandamás en Nicaragua. Construyó hábilmente la mayor dictadura que ese país haya soportado en su historia. Hizo acuerdos con la oposición de derecha –ambas partes corruptas, esa fue la coincidencia–, se “manejó” bien con los empresarios, relaciones bien llevadas con los EEUU y organismos internacionales y le sacó todo lo que pudo a Venezuela, mientras hubo. Lo hizo bien.

Para el mundo exterior, lo de Ortega y Sra. no era una dictadura mala y en lo interno la sufrida oposición encontraba poco eco popular. Sin embargo, el 18 de abril del año pasado comenzaron los disturbios y desde aquella fecha a hoy ha habido 325 muertos, según la CIDH (568 dice la oposición y 199 Ortega), y se estima que son 752 los presos políticos, muchos de ellos torturados. Hoy ya todo el mundo sabe sobre lo que pasa en Nicaragua y quién es Ortega.

¿Que le pasó a este dictadorzuelo y compañía, que lo tenía todo tan bien atado? Pues se le ocurrió hacer una reforma de la seguridad social, y bien modesta por cierto: retiro a los 60 años con 15 años o 750 semanas de trabajo. Y ahí se incendio la calle. Se llenó de estudiantes en rebeldía.

En Brasil, otro caso y otro signo: Jair Bolsonaro, gracias a la mala gestión y la corrupción del Partido de los Trabajadores de Lula, llegó al poder en gran arremetida. Se comía los niños crudos. Prometió la reforma del sistema jubilatorio. El objetivo era ahorrar con el cambio de sistema 265.000 millones de dólares en diez años (edad de retiro a los 62 años para las mujeres y 65 los varones). Su proyecto está empantanado en el Congreso, se lo van recortando y ya su ministro de Economía, Paulo Guedes, hombre clave de su Gobierno, anunció que si no sale la reforma –sin destrozos legislativos, por supuesto– él se va. “El viejo régimen quebró y se viene el caos”, advirtió.

Pero no solo eso. El pasado viernes 14 se produjo el primer paro general contra el Gobierno y la gente salió a la calle. La huelga, convocada por los sindicatos, fue contra la reforma del sistema jubilatorio.

Lo curioso es que los estudiantes van a la cabeza de las protestas, se lanzan a la calle, y generan disturbios contra la reforma de la seguridad social, en donde sea.

Pero, ¿no es para ellos?

En 30 años muchos estaremos muertos, pero habrá más gente. Uno de cada cuatro tendrá mas de 60 años. Y detrás de estos, en diez años más, les tocara a los estudiantes que hoy protestan. ¿Les quedará algo?

Es sin duda un tema explosivo y difícil de hacer entender y menos con quitas de beneficios.

La gente es cortoplacista, también decía Keynes.

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